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martes, 25 de septiembre de 2012

El turco sube las apuestas (III)

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“Allah ha dicho hasta que paguen la Jizyah(*), si escogen no abrazar el Islam y someterse voluntariamente, deben ser conducidos a esa sumisión, deshonrados y humillados” (*)El Corán dice que los cristianos y judíos pueden practicar su propio religión con libertad si pagan un impuesto (la jizyah) y no blasfeman el nombre del profeta Mahoma.

Hace unos días me he encontrado con  el siguiente titular: “ El embajador de los USA en Libia no solo fue asesinado. También fue torturado y sodomizado, antes de matarlo y de que su cuerpo fuese paseado por las calles de Benghazi como un trofeo”

Las fuentes con las que suelo ponerme al tanto de la actualidad en la zona, han extraído esta información de la Agencia libanesa en árabe Tayyar.org, y del eco que se han hecho de ella el Washington Times y The Examiner. Asimismo, la Lybian Free Press ha subrayado también el hecho de la sodomización del diplomático, en lo que señala que parece ser una tradición libia, teniendo en cuanta que esa triste suerte también le fue reservada a Muhamar El-Kadhafi en su día.

La imagen atroz del cadáver del embajador Christofer Stevens, arrastrado por quien aparenta ser uno de sus “valientes” verdugos, mientras sostiene entre sus dientes el teléfono con el que seguramente ha inmortalizado su “hazaña” y la comentará más tarde en torno a un narguileh con los amigotes en cuanto acabe la tarea, creo que habla por sí sola. (foto)

En el siguiente enlace podemos presenciar el asalto a la embajada de EEUU en Túnez. Parece increíble que podamos estar viendo esto, prácticamente mientras tiene lugar en el patio trasero de nuestra casa, con una cerveza en la mano.


Algo en la misma línea aunque sin llegar al asalto, ha tenido lugar en plenos Campos Elíseos de París, donde una manifestación de musulmanes franceses llevó a cabo una protesta ante la embajada americana al grito de “¡Judíos, acordaros de Khaybar!” o “¡Degollemos a todos los judíos!”.


Conviene recordar que Khaybar, en tiempos de Mahoma,  era una localidad judía en la Península Arábiga, a cuya población temía el profeta y con la que firmó un acuerdo de paz. Pasado un tiempo, cuando se sintió suficientemente fuerte, atacó la ciudad y degolló a todos sus habitantes.

Algo así debería ser lo suficientemente elocuente como para que evitásemos de una vez por todas seguir debatiendo  sobre la existencia de un Islam supuestamente moderado y otro radical. En el fondo con falsos debates como ese no hacemos otra cosa que camuflar nuestra cobardía.

Un ejemplo de esa cobardía nos lo proporcionó hace unos días el “artista” Javier Krahe que, en una “transgresora” emisión televisiva, mostraba como se asa un crucifico en el horno, como parte de una “receta” cuyo ingeniosa y fina “ironía” hizo partirse de risa a sus espectadores.

Pero para perpetrar una hazaña como esa, en realidad, solo se necesita ser lo suficientemente estúpido, sufrir además una irreparable falta de imaginación y , por último, padecer un síndrome de insignificancia, que suele mantener a payasos como este en un permanente estado de “mono” de notoriedad.

Pero ¿se atrevería nuestro aguerrido cantautor a hacer unas gracias de esa clase con la figura del profeta? ¡Hombre no! ¡No pretenderás ofender la sensibilidad cultural de mil quinientos millones de musulmanes! ¡Eso no tiene nada que ver con nuestra iglesia de la Inquisición, de los curas pederastas, y de lo beatos fascistas! ¡Hasta ahí podíamos llegar…!

Esa “sensibilidad cultural” debería ser tratada por los pueblos civilizados como lo que es en realidad; como un régimen totalitario. Con toda la carga de delirio violento con el que ese tipo sistema suele obsequiar a la humanidad, carga esta ajena a los más elementales límites de la razón.

Considerar ese estado de cosas como una “cultura” es intentar incluir en la categoría de seres racionales, a unos semejantes que violentan voluntariamente  todas y cada una de aquellas cualidades que nos distinguen de los animales.

Incluso las bestias salvajes observan unos códigos instintivos, que aún siéndolo, están más próximos de la razón que las odiosas actitudes de estos cuadrumanos. Unos primates que han sido amaestrados en escuelas de alienación criminal, cuyo eficaz método constituye un hito en la larga y sangrienta historia de la locura inducida.

Se trata de auténticas factorías de sicópatas; una industria de robots homicidas en serie, con filiales en todo el mundo, a quienes las propias victimas, encerradas en una especie de cepo psicológico, les estamos facilitando de forma suicida las condiciones más propicias para llevar a cabo su siniestro cometido.

En la historia reciente y no tan reciente, tenemos ejemplos de sobra de que fuimos capaces de evitar el diabólico destino que esos totalitarios nos tenían reservado. Es verdad. Pero no es menos cierto que la tardanza en hacerles frente costó a menudo la vida a miles de víctimas que podrían haberse evitado.

No es nada seguro que hayamos aprendido la lección.

Y atención, ellos aún no han concluido. Hace meses que entraron en el penúltimo capítulo del actual ajuste de cuentas en el Magreb y Mesopotamia. Ese capítulo es Siria. Posteriormente, el último acto previsto para conseguir la hegemonía en Oriente Medio consistirá en aniquilar al no árabe de la zona, es decir, a Irán.

También ahí lo conseguirán con la ayuda occidental, en un juego perverso en el que ninguna ventaja está garantizada para nosotros. Ningún billetero está a salvo cuando se baila con rateros.

Luego vendrá la traca final, cuando quien está moviendo la mayoría de los hilos, jugando a todos los caballos de la palestra gracias a su presupuesto ilimitado en petro-dólares e influencia, Arabia Saudita, se enfrente por el liderazgo de la zona al Campeón Turco, al que la decepción en su vocación europea no le deja otra salida que la del Sur.

También en esa pelea saldremos perdiendo, sea quien sea el ganador.

Esto es lo que hay, hoy por hoy; y es paradójico que el primero y principal amenazado por la caterva musulmana, que es el estado de Israel, constituya hoy la única esperanza real para tipos como yo.

Seguramente porque la distancia a la que se encuentra del ojo del huracán le obliga a tener un olfato más fino, parece ser el único que tiene conciencia real del problema. De su problema. Que es mí problema. Y, aunque no lo crean, el problema de todos.

Y lo es hasta tal punto, que si tuviera veinte años menos seguramente me preguntaría si no habría un hueco para mí en esa tierra tan peligrosa, pero tan llena de esperanza.

Y, si esto sigue así, puede que aun me lo pregunte.



PS

Cuando había terminado de pergeñar estas notas, ha llegado a mi conocimiento una iniciativa,(una más) del semanario francés, Le Nouvel Observateur, en forma de número extra titulado: « Les néo-fachos et leurs amis », o sea “Los neo-fachas y sus amigos”. No me detendré ni un segundo sobre el contenido, dado  el carácter reiterativo y previsible del texto, pero no puedo evitar la tentación de reproducir la introducción del mismo.

« Le rejet des musulmans alimente en Europe et aux Etats-Unis une nouvelle extrême-droite. En France, l’affaire Millet révèle les contours d’une nébuleuse brune au sein de laquelle des écrivains et des journalistes communient dans l’obsession de la sauvegarde d’une identité française “blanche et chrétienne”.»

« El rechazo de los musulmanes alimenta en Europa y en los Estados Unidos a una nueva extrema derecha. En Francia, el asunto Millet(*) revela el perfil de una nebulosa parda, en cuyo seno escritores y periodistas comparten la obsesión de la salvaguardia de una cierta identidad francesa “blanca y cristiana”.

Así, con dos cojones, los nuevos-observadores-por-encima-de-toda-sospecha del semanario francés despachan a todos los intelectuales ajenos al multiculturalismo-relativismo-izquierdismo del vecino país, despeñándolos en el abismo fascista, con un sofisticado  argumento como es el de su “rechazo de los musulmanes” o el de la defensa de una identidad nacional “blanca y cristiana”.

 Al parecer los que disfrutamos de una civilización, creada y desarrollada en el seno de una colectividad de piel más o menos blanquecina y en un contexto cultural de procedencia greco-judeo-cristiana, debemos curarnos nuestra obsesión por seguir así, renegando de estas condiciones, tiñéndonos este maldito pellejo blanco de sucios colonizadores y abandonando nuestra intolerante cultura.

El significativo detalle  de incluir en la mencionada nebulosa parda, a un a mujer judía como Elisabeth Lévy, demuestra nuevamente el delirante rumbo que ha tomado esta novísima izquierda y su laico antisemitismo. Que, por otro lado, es la misma de siempre que no acaba de morirse de una vez.


(*) Escándalo provocado en el mundo de las letras francesas por el novelista Richard Millet, rastreador impenitente de la provocación y el escándalo, que en este caso aprovechó el asunto del sicópata noruego Breivic, para dar la nota elogiando la “perfección artística de la masacre” en un panfleto infecto, y desencadenando un debate sobre la libertad de expresión, en el que una larga lista de intelectuales pedía en una carta común su exclusión de la prestigiosa casa de edición donde publica habitualmente.

1 comentario:

  1. Nadie sabe cómo reaccionar ante el mundo islámico y los musulmanes en general. Los fascismos veían con simpatía al moro, por su carácter conservador y su valor como soldado. Franco y Hitler usaron tropas moras. Las izquierdas anticristianas no veían con malos ojos una alternativa a su odiado cristianismo. Todo se ha venido abajo. Primero fueron los egipicios Hermanos Musulmanes y luego, tras la revolución iraní, una vuelta de tuerca más. No saben ellos mismos ni dónde están, pero el odio al Otro, es decir a nosotros, les sirve de teología, de política y de sociología de andar por casa. De hecho, cuando no tienen un enemigo lejano al que odiar, su modelo de odio al Otro genera una guerra civil tras otra. De cada mil musulmanes muertos por violencia en el mundo, 999 lo son a manos de otros musulmanes... El problema no es ya el Islam sino la ausencia de reacción, el despiste general alrededor.

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