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miércoles, 26 de enero de 2011

¡Se está acabando el papel de fumar!

En nuestro vecino país del norte, acaba de estallar un escándalo de esos que me dan mucha envidia. El sobrino Frédéric, de iniciales homónimas de las de su tío François Mitterrand, y que ejerce el cargo de ministro de cultura, acaba de borrar de la lista de celebridades francesas de 2011, en el cincuenta aniversario de su muerte, al llamado Louis-Ferdinad Auguste Destouches (Celine), inmundo escritor antisemita, poniendo fin a de esta forma una encendida polémica surgida en los más ilustres medios intelectuales de ese país.

El tal Celine debió desear ser "maldito" desde pequeño. Lo malo es que las oposiciones para maldito solo se convocan cuando se producen vacantes, y estas no se producían por aquel entonces. El malditismo es una profesión de izquierdas, como sabéis. Total, que Louis–Ferdinand se encontraba frustrado en su ferviente vocación y, ante las circunstancias adversas, se le ocurrió la brillantísima idea de inventar el "malditismo de exterma derecha". Y así fué como el bueno del Docteur Destouches se dedicó a perfeccionar hasta el virtuosismo (nada que ver con la virtud, ojo) el papel de maldito. Fué malvado, despreciable, vil, cruel, desalmado, denunciador, asesino por procuración (era demasiado cobarde para hacerse cargo del asunto personalmente) y para colmo, consiguió escapar, a la Liberación, el tiempo necesario como para aprovecharse de la nueva actitud "moderadora" de la depuración que decretó De Gaulle, y así fué como se libró del pelotón de fusilamiento, cosa que no consiguió su compa Brassillac. Sus numerosas vomitaduras panfletarias culminaron con una obra, "Viaje al final de la noche", celebrada aún hoy en día por los estómagos complaciantes de la intelectualidad libre de escrúpulos.

No perdería ni un segundo en comentar nada referente a este nauseabundo sujeto, sino fuera por que el debate en torno a él ha puesto, por fín, sobre el tapete una de esas cuestiones que suelen estar habitualmente amparadas por tácitas complicidades y vergonzantes sobrentendidos. Cuestiones que mantenemos ocultas en los repliegues de la conciencia, junto con todo aquello cuyo análisis nos nos atrevemos a enfrentar.

Es la vieja y espinosa cuestión de la relación entre el autor y su obra.

La corrección político–cultural más extendida proclama, con una a menudo sospechosa contundencia que no deja resquicio para la duda, que una cosa es la obra inmortal del artista, y otra muy distinta, el juício que podamos hacer sobre su actitud y trayectoria personal.

Uno es de los que piensa –y tal vez no seamos muchos– que la objetividad, en cuanto al valor de cualquier obra humana, no es más que la pretensión desmesurada de superar aquello que nos hace precisamente humanos, y que es nuestra humilde subjetividad. Tratar de elevar a la categoría de transcendente (inmortal/inhumano) un acto o una obra llevada a cabo por un sujeto mortal, al convertir en valor objetivo el plebiscito de algunos juicios subjetivos sobre su mérito, no es más que un inútil esfuerzo más por intentar acercar a los simples mortales a la fantasmagórica naturaleza de los dioses, a través de ese hecho singular.

Todo aquello que hace un hombre es el reflejo más fiel de sí mismo. Ya sea en sus éxitos o en sus fracasos. Y el análisis del conjunto de sus actos voluntarios e involuntarios acercará, en su complejidad, a la valoración que cada cual extraíga de ellos. Pero esos actos forman parte de un conjunto cerrado e interrelacionado. No se pueden seleccionar aspectos concretos de él, sea cual sea el criterio que se proponga. Si se hace, como suele suceder con los artistas y otras notoriedades intelectuales, estaremos discriminando lo sagrado (artístico) de lo profano (personal).Y nos adentraremos, en consecuencia, en el terreno de lo arbitrario, de la superstición y de la amoralidad.

Al pretender que algunos hombres, en función de los méritos de su obra, están exentos de responsabilidad personal como artistas, no hacemos otra cosa que aplicar a esos “hombres especiales”, cuya esquizofrenia, al parecer, no requiere ser tratada en los lugares adecuados, una especie de abolición de las reglas establecidas para el resto de los afectados por esa patología.

Se les sitúa en la antesala del olimpo, de la morada de los dioses; un lugar donde no rigen las leyes que regulan las relaciones entre los simples mortales; es el ágora reservado para los notables, para los “seres por encima de toda sospecha”. Es una institución secular donde podemos encontrar mezclados, como miembros de una misma, única y sagrada corporación, a personalidades que han hecho progresar y elevarse el espíritu humano hasta el nivel extraordinario donde hoy se encuantra, con cínicos impúdicos como el marqués de Sade, con canallas totalitarios como Martin Heidegger, escoria humana que ha hecho de su depravación un pingüe negocio como Jean Genet, o a repugnantes antisemitas, denunciadores de víctimas que trataban de escapar de la barbarie, como Celine. Así como a individuos de actitud sospechosamente connivente con los totalitarismos, cuando no claramente cómplice, como Aragón, Sartre, Beauvoir, Coco Chanel, Marguerite Duras, Cocteau o Picasso, que dejo morir a su “amigo” Max Jacob en la antesala de Auschwitz, negando su firma a la petición de gracia, que sus amigos intelectuales solicitaron de sus vecinos parisinos de la Gestapo, quienes,por cierto, estos últimos, nunca inquietaron al máximo exponente del “arte degenerado”.

Por eso es absolutamente indispensable privar a esos engendros, que han utilizado su talento privilegiado para emboscar la miseria de sus espíritus deformes e inmorales, de esa amnistía de la cultura oficial que solo les afecta a ellos. Un ejercicio de moral selectiva, en el que su obra se les admite como fianza con la que eludir cualquier condena.

Pero, por más que todo esto parezca claro a cualquier persona con una provisión moderada de sentido moral y común, cuando llega el momento, como es el caso, los fabricantes de papel de fumar se frotan las manos ante la abundante demanda de sucedaneos de guantes para agarrársela.

A lo mejor es que a mí lo que me dan asco son otras cosas.

¡Seguro!

miércoles, 19 de enero de 2011

En el 2050, todos calvos. (Je, je…)

Acabo de leer un comentario sobre un informe que el banco HSBC (Hongkong & Shanghai Banking Corporation) ha hecho público recientemente, y que trata sobre la evolución de la economía planetaria en los próximos cuarenta años.

Y me he divertido como un niño travieso.

Y es que, desde que soy mayor, puedo disfrutar de algo que es privilegio exclusivo de los miembros (y miembras) de nuestro curso: sentirme, por fín, únicamente espectador de las catástrofes venideras. Hasta hace relativamente poco, no dejaban de producirme una extraña mezcla de temor difuso y algo de risa floja, esas profecías, a las que han sido y son siempre tan aficionados tanto los catecúmenos ávidos de futurología, como los sempiternos sanjuanevagelistas de turno (que son una mezcla de “tarots científicos” y milenaristas de variado pelaje).

Pero éteme aquí que, súbitamente, he descubierto que puedo ser un abuelo–adolescente que goza a la vez de la suficiente sabiduría y la curiosidad necesaria, como para presenciar esos pretendidos “futuros”, sin que se me rice el pelo (el futuro, por su própia naturaleza especulativa, siempre es una desmesurada pretensión). Observese que eso del pelo está muy bien traído por diversas razones, en mí caso; pero sobre todo porque, como siempre, he sido un pionero, en cuanto al estado capilar que luciremos todos nosotros en el 2050. ¡Inch Allha!

Pero, volviendo al asunto de la profecia que nos ocupa, los analistas de la prestigiosa corporación bancaria resumen su estudio con una conclusión geográfica, como es de rigor en un mundo globalizado: “los líderes mundiales que encabezarán el ranking económico del desarrollo, en 2050, se bañarán todos en el Oceano Pacífico”.

Esto es: USA, China, India, Australia y Canadá.

Africa sub-sahariana continuará siendo un erial en el que las ya devaluadas materias primas lo habrán convertido en una zona marginal de ese futuro mundo desarrollado. En la America Latina, solo destacará relativamente Brasil, en un conjunto de países reducidos al papel de subcontratistas industriales y productores de una agricultura extensiva, en los que una minoría de empleadores poco creativos malvivirán de las rentas obtenidas sobre el trabajo no calificado de una mayoría empobrecida.

Estos expertos le dedican todo un capítulo completo al mundo musulmán. Ese universo de creyentes se estancará; y se deslizará lenta, pero inexorablemente, hacia la insinificancia. Esto será debido a lo que, educadamente, califican de “un destino propio de un dogma que incita al fatalismo y a la ausencia de iniciativa individual”. Esa región seguirá constituida por una serie de dictaduras de la pobreza y la radicalización, en la que ni siquiera la violencia conseguirá influir en la marcha del mundo.

Dos países en esa región parecen escapar a ese destino fatal : Israel y Turquía. Israel se integrará en el pelotón de cabeza de los países que tendrán un PIB por cabeza más alto, a pesar del desequilibrio de sus gastos de defensa. Turquía, se alejará del islamismo, después de su noviazgo frustrado, y eso propiciará un arranque moderadamente esperanzador.

¿Y Europa? ¡Agárrense fuerte, los más jóvenes de mis pacientes lectores! ¡Se acabó la diversión! Aunque, afortunadamente, los profetas asiáticos no prevén ningún comandante que mande callar (por ahora). La demografía nos irá alejando paulatinamente del grupo de los líderes de la carrera. Estos chicos estiman nuestra pérdida de población en nada menos que 50 millones de europeos, que faltarán a clase en 2050. Si a eso sumamos las pateras llenas de los mejor formados que partirán hacia ambientes más propicios en busca de mejores condiciones de realización, y las que seguirán llegando con ciudadanos mal preparados y con dificultades de integración, el desastre está servido.

Inglaterra aparece en los papeles de nuestros pitonisos, como la mejor parada, dada su menos mala demografía y su sólido sector financiero. Francia se descolgará de la docena de países con un mejor PIB y PIB por cabeza, aunque su decadencia será menos brutal. ¿Menos brutal que qué? Pues que la nuestra. España, Italia, Polonia y Alemania (sí, sí Alemania) sufrirán una caída dramática y espectacular. ¿Cómo se os quedó el cuerpo, eh?

Al parecer, Rusia también se dará el panzazo, así como Corea del Sur y el Japón, donde el envejecimiento es muy notable, dada su política restrictiva respecto de la inmigración.

En términos generales, ciertos países fuera del area del Pacífico, como Inglaterra e Israel, y que mantienen unas relaciones privilegiadas con los pletóricos Estados Unidos, constituirán los únicos islotes de prosperidad, aunque amenazados, dentro de nuestra area. En la zona de Europa-Mediterraneo, Turquía parece destinada a cobrar una posición relativamente relevante, frente a la cultura dominante del Islam. Europa Continental cerrará el negocio por quiebra, y su civilización milenaria se habrá convertido así en una interesante curiosidad histórica.

El comentario que leí, terminaba afirmando que este estudio coincidía, casi literalmente, con los diversos análisis llevados a cabo en otros gabinetes de expertos, que trataban de imaginar el mundo resultante del cambio de modelo, o “post–capitalismo”. Derivada obligada, al parecer, a la conclusión de la presente crisis.

Menos mal que todo esto, los de mi generación, lo veremos en butaca de patio. ¡Alguna ventaja teníamos que tener los abueletes, a parte del Inserso!¡Coño!

Total, que todavía me dura la risa.

lunes, 17 de enero de 2011

La fiebre sube al Magreb

Una pequeña multitud de chicas tunecinas ha decidido recibir a Rached Ghannouchi en bikini o minifalada, con la sana intención de irritarlo, mientras que la situación es, como mínimo, confusa en la parte más urbana del pequeño país magrebí.

Y ¿quién es este caballero cuya vuelta al país ha incendiado las llamadas redes sociales de Tunez? Veamos. Según las fuentes consultadas el llamado Rached Ghannouchi es un destacado miembro de la Conferencia Episcopal islamista, con una carrera muy interesante. Empezó haciéndose miembro de una asociación de predicadores de origen indio, la Djama’at al-tabligh, que pretendía que los fieles del islam en la India dejasen de mezclar sus hábitos culturales indostánicos para reducir su actitud al islamismo estricto y puro, mediente una interpretación literal de la doctrina de Mahoma.

Pasó por un período nasserista en Egipto y, despues de estudiar en diversa universidades de Oriente Medio acabó recalando en París, donde perfeccionó su francés en la Alianza Francesa. Mira tú… como yo mismo. Pero la vida de este alevín de jihadista empieza a ser interesante cuando, vuelto a Tunez, funda con otros cofrades el MTI, Movimiento de la Tendencia Islamica, haciéndose elegir presidente. Con el admirador de Mussolini, Bourguiba, lo lleva francamente mal y acaba siendo condenado repetidas veces, la última a cadena perpetua. Cuando cae el dirigente populista, el presidente que lo sustituye, el nota que acaba de salir pitando con las alforjas llenas, Zine el-Abidine Ben Ali, le concede el indulto en el ’88, y, aunque se muestra muy reconocido al nuevo boss, cuando pretende legalizar el MTI, le dan con la puerta en las narices. Se larga a Alger exilado, y acaba en Londres, predicando. Le prohiben la entrada en muchos países y de España, en Marzo del ’95, es expulsado cuando pretendía dar una conferencia en Córdoba con el bonito y sugerente título de “El Islam frente a la modernidad”.

Y, ¿a que viene toda esta paliza?¡ Ojo a este personaje! Vereis, hace unos años participé en un proyecto para el desarrollo turístico integral de Argelia. Por primera vez en mi vida tuve informacion de primera mano de la realidad de un país del magreb, más allá de la bazofia de revistas como Jeune Afrique y compañía, financiadas por la antigua Unión Sovietica a través de ese nido de malicia que es la Unesco, y uno de cuyos residuos actuales es Le Monde Diplomatique, de D. Ramón Chao, castrista emérito, además de padre de ese cantante prodigioso que anima festivales de la ETA y que se hace llamar Manu Chao.

La realidad de un país muy rico como Argelia, con una tasa de paro juvenil que alcanzaba en aquellos años ’90 al 70 % de una población menor de 30 años, que, a su vez, representaba el cuarenta por ciento de la población total, no daba para hacerse muchas ilusiones. La situación explosiva de aquella sociedad, controlada por una minoría altos grados militares (walides), que se habían repartido el país en pequeños reinos semi-independientes, corruptos hasta límites increíbles, hacía prever el desastre en cualquier momento. La irrupción del GIA y otras bandas de degolladores religiosos,que dejo más de 300.000 asesinatos, en su siniestro juego del escondite con los asesinos profesionales del ejercito, impidió, en mí opinión, la llegada de presiones sociales suficientes para forzar una apertura del régimen. Regimen que se vió respaldado por una buena parte de la población, en su pucherazo para elegir al general-cacique Zerual, cuando los fundamentalistas ya habían ganado las elecciones. La esperanza se fué al garete, así como el proyecto en el que yo estaba trabajando.

Pero desde aquella época sigo observando con curiosidad esa caldera a presión que son Marruecos, Argelia y Tunez. Libia es un caso completamente diferente.

Tunez también era otra cosa, porque el caudillo Bourguiba, una mezcla de Mussolini, Ata Turk, Nasser y De Gaulle, en una bonita amalgama compactada con la argamasa del autoritarismo, había modernizado el país, ya me entiendes, y se oponía a toda clase de fundamentalismos a los que sabía que había que atar corto; como en Egipto habían hecho con los Hermanos Musulmanes. Por el lado de la corrupción, sin embargo, no se tienen noticias de nada escandaloso por parte de Habib Bourguiba. Cuando es derribado, su derribador, Zine Ben Ali, que ya había adquirido experiencia con él, conserva casi intactas las productivas costumbres dictatoriales, pero sin dejar de barnizar la realidad con una modernidad muy apreciada por los millones de occidentales que visitan anualmente el país. Así y todo, el país posee una singularidad muy significativa frente al resto de los países vecinos y es que en Tunez se ha desarrollado una clase media notablemente educada, y a la que la centraliadad y la corrupción del sistema ha cerrado el paso a sus espectativas. No es por casualidad que el joven, cuyo suicidio ha desencadenado los actuales acontecimientos, fuera un diplomado universitario que desarrollaba un trabajo manual, y cuya situación ilustraba perfectamente el grado de frustración reinante entre los jóvenes.

La caldera a presión del magreb vuelve a tener los manómetros en rojo. Sobre todo por la falta de esperanzas que esos regímenes, para los que el final de las tiranteces geoestratégicas de la guerra fría ha dejado sin coartada ni sosten económico, no saben y no pueden remediar, y porque la propia dinámica del poder corrupto y dictatorial les cierra sus propias salidas y ese poder solo se sostiene mediante una incesante huída hacia delante.

La irrupción del clérigo Ghannouchi no va a relajar la situación, precisamente, y una vez más es posible que una embestida de los uniformados pueda llegar a parecernos la menos mala de las salidas posibles. Seria una vergüenza.

Una vez más.

jueves, 13 de enero de 2011

Un fascista llamado Montesquieu

A partir de la constitución inglesa de 1688 y del Bill of Rights de 1689, Montesquieu y sus colegas ilustrados inspiraron, entre otros, el artículo X de la constitución francesa de 3 de septiembre de 1791, promulgada dos años después de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y que dice asi : “Todo ciudadano tiene el derecho a tener armas en su casa y a servirse de ellas”. El espíriu de esta ley se basaba en la necesidad de que los ciudadanos asumiesen la responsabilidad de la nación individualmente, por primera vez en su historia, y se mantuviesen atentos y vigilantes en su defensa, frente a los enemigos exteriores; y, así mismo, frente a aquellos compratiotas, incluído el Rey, depositarios de la voluntad popular, a los que se confiaba el poder del estado.

Hoy en día, los republicanos dry–martini que nos rodean, considerarían al filósofo de la luces, en el caso dudoso de que hayan oido hablar nunca de él, como un peligroso fascista próximo a las posiciones imperialistas de los EEUU, ya que en la própia constitución de ese país se instituyó, años antes que en Francia, una Segunda Enmienda que consagra idéntico derecho.

La otra noticia del regreso de vacaciones fue el tiroteo de Tucson(Arizona,USA). Y como una maldición bíblica, ya tenemos la sempiterna tabarra de presentar, como una causa axiomática del hecho, esa famosa (y desconocida para el 99% de quienes la esgrimen) Segunda Enmienda, que sanciona, hasta el día de hoy y al contrario de Francia en la que se modificó, el derecho de todo ciudadano a poseer armas.

Este asunto de las armas, que no interesa mucho a casi nadie, es, sin embargo, un tema con un perfil muy significativo si lo referimos a la problemática relación del hombre y su libertad. En efecto, cuando ocurre un hecho dramático, como el de Tucson, se suele escuchar mayoritariamente un análisis que, aparte de otras consideraciones, posee dos elementos que están presentes, sin excepción, en casi todos los demás debates relacionados con la libertad individual.

El primero es la criminalización fulminante de quien se atreve a reclamar sus derechos individuales; el segundo es el anuncio del apocalipsis garantizado, en el caso de que sean atendidas sus peligrosas demandas.

El primer argumento esgrimido será, en el caso de las armas, que estas han sido creadas para matar; luego, todo aquel que tenga un arma en su poder tiene la intención de matar a su vecino y lo hará, antes o después. O sea, que todo ciudadano es un agresor en potencia, al que hay que privar de cualquier medio con el que pueda realizar sus instintos ontológicamente asesinos. Salvando las distancias, el fumador es otro ser peligroso por razones parecidas. Y a ambos hay que protegerlos de sí mísmos, para salvaguardia de la comunidad.

El apocalipsis anunciado por los profetas de lo peor, describirá un mundo de destrucción mutua garantizada, en el momento en que el mencionado derecho se generalice (como todos los derechos democráticos), aportando para su argumentación los ejemplos que aparecen de vez en cuando, lamentablemente, como el mencionado más arriba.

Resumiendo, esto de la libertad es un asunto muy peligroso. Así que mejor la limitamos a su mínima expresión, o si me apuras, mejor aún, la suprimimos radicalmente. En los totalitarismos, salvo por la delincuencia ideológica, las cifras de delitos violentos es ejemplarmente escasa.

Claro que la característica más significativa que exhiben esos totalitarios inconscientes, en su fobia de la libertad individual, es la ausencia de cualquier actitud crítica o analítica de la realidad, basada en un mínimo conocimiento de la materia, de los datos reales del problema, y de la consideración del ser humano como ente responsable, y por lo tanto libre.

Por ejemplo, sería interesante saber como responderían a la siguiente pregunta : si en una sociedad similar a la nuestra, como Suiza, hay distribuidos entre la población, desde hace décadas, 400.000 fusiles de asalto(el número total de armas en poder de particulares es superior al de automóviles) ¿Para cuando la hecatombe? De igual manera, me gustaría saber que responsabilidad atribuyen al dueño de las armas con las que se llevaron a cabo matanzas recientes en Zoug(Alemania), o en Columbine(EEUU), ya que en ambos casos esas armas no fueron utilizadas por por quienes las había adquirido legalmente.

Si tomasemos en consideración la habitual condena–sinecdoque de estigmatizar a 10.000 poseedores de armas por el crimen de 1 psicópata, tendríamos que cerrar todos los restaurantes del país ante el primer brote de legionela.

Pero vayamos más cerca del núcleo de la cuestión. Se suele manejar la proporción de 1 arma legal por habitante en los USA. Pero, por muy alta que sea la tasa de muertes por arma legal (respecto de crímenes perpretados por armas ilegales, doy por hecho que no somos tan imbeciles como para amalgamarlo todo) en ese país, y si la relacionamos con la proporción de licencias mencionada, no creo que esa proporción esté muy alejada de la que relaciona el número de permisos de conducir en España con los 5.000 muertos anuales, de media, que padecemos en los últimos tiempos. ¿A alguien se le ha ocurrido pensar en restringir los permisos de conducir a las solas instituciones del estado, en vista, no ya de su potencial peligro, sino de sus reales y trágicamente garantizadas consecuencias?

La criminalidad violenta en nuestro país se ha incrementado en los últimos años de froma inquietantemente proporcional a las cifras de inmigración procedente de ciertos países, que han padecido un violento pasado reciente. Y no solo han aumentado cuantitativa sino cualitativamente. Esto es, con presencia de bandas delictivas con claros rasgos paramilitares, tanto en sus medios como en sus tácticas. ¿Estamos seguros de que la evolución consecuente de los medios represivos del estado es capaz de arrebatarles la iniciativa a los malos?

Si aceptamos el sacrosanto principio de Max Weber sobre el monopolio de violencia por parte del estado, deberemos exigir que esa violencia, financiada por todos nosotros, nos proteja de los agresores a todos por igual. Ya. Pero, si con un simple cálculo llegamos a la deducción de que eso es imposible, la pregunta es: ¿Y si soy yo mismo parte de ese 35% de la estadística, a la que no alcanza dicha protección? Lo pregunto, sobre todo, porque resulta que no dispongo más que de una vida. Es decir, que el pago de mis impuestos, en términos de seguridad, es, más o menos, como la compra de un décimo de la loteria. A lo mejor resulto protegido, o a lo mejor no.

Y lo peor es que, si se diese la lamentable circunstancia de que tuviese un arma legal a mi alcance, en el momento en que unos sujetos a los que no invité, entransen en mi casa y me pareciese A MÍ que me amenzaban gravemente, así como en un país como los USA, una acción de rechazo de esa agresión con un arma, solo necesitaria un informe de la policía y unos testigos para que ni siquiera se abriese el caso, en el nuestro, tendría que oir pasmado como un fiscal trataba de demostrar que los medios empleados habían sido desproporcionados a la agresión. Y esto es así porque algo hay que medir, en un juicio. Actitud del agresor; clase de arma empuñada por el mismo; valoración del estado de enajenación del delincuente, etc.

Lo único que no medirían nunca es lo único que, en realidad, habría que medir. Pero eso… es imposible.

Sería mi miedo.

lunes, 10 de enero de 2011

Incorregiblemente "incorreto"

¿Será pecado valorar positivamente el hecho de ser incorregible? Lo digo porque siempre pensé que corregir es algo que lleva siempre a cabo una autoridad correcta. Y, claro, siempre he padecido una especie de síndrome anti–autoritario–correcto–o–no. Vamos, que la autoridad me produce hurticaria. (¡Mira por donde acabo de descubrir una relación íntima entre el poder y las hortigas! Hay días que estoy sembrado… Je, je)

Y, a todo esto… estareís preguntadoos ¿a qué coño viene todo este rollo pseudo–anarquista, nada más empezar este año esperanzador de 2011?

Pues bien, mis queridos cofrades, nada más regresar de mis humildes vacaciones en un pueblecito francés, en el que no se recibe ni la señal del móvil (ni tele, ni periódicos, ni tertulias con sarasa, ni etc.) me encuentro con : 1) escalada en la cruzada del comité de salvación (salut, en francés) anti–FUMADORES (ojo, el tabaco no está prohibido); y 2) tiroteo con víctimas en Tucson(Arizona, USA). Buen menú para empezar el año dando caña los de siempre. O sea los políticamente “corretos” (Pepiño dixit).

Me he dado un paseito por los blogs y ¿qué descubro?

Hay opiniones variadas respecto a la reciente ley anti–fumadores. Las hay de derechas; las hay de centro y las hay de izquierdas. ¿Qué tienen en común? La corrección. ¿En que consiste la corrección, en este caso? Está claro, todos condenan el hecho de fumar. Eso sí, con matices.

Para unos es un pecado mortal que atenta criminalmente contra la salud de la víctima: “el fumador–pasivo” (ojo, neologismo, y cuando algo que antes no tenía nombre es bautizado, es que va a haber lío), recordando a todo buen ciudadano la obligación de dejar de reprimir su tendencia natural a la delación, para colaborar con la policía de la salud. En esta secta militan ex–fumadores conversos, iluminados de la homeopatía, vegetarianos, ecologistas, milenaristas y toda clase de talibanes de la salud ajena, en busca permanente de remedios contra cualquier clase de placer.

Para otros es una enfermedad a la que hay que ir poniendo remedio, con ayudas humanitarias, tipo fumadores anónimos, y haciendo catequesis de las buenas costumbres higiénicas, y dando el coñazo con las más peregrinas teorías sobre los beneficios de la moderación en todos los ordenes de la vida.

Para los adversarios políticos de los que han promulgado la ley es un abuso más del gobierno que hará arruinarse a los pobres hosteleros, y proponen soluciones de segregación en espacios ad hoc, u otros corrales al efecto, en los que estabular a los apestados por el vicio nefando de fumar. Eso sí, los muy liberales, reconocen tu derecho a suicidarte. Porque en eso de que te estás matando estan de acuerdo hasta con sus más mortales enemigos.

Ahora me toca a mí. Empezaré por decir que el culto a la pureza, en todas sus variables, empezando por el “aire puro”, me da escalofríos. No por su simple inexistencia conceptual (¿dónde vamos a encontrar una referencia fiable de algo puro?), sino porque, a lo largo de nuestra historia, ha sido uno de los recursos más eficaces utilizados para exterminar, aniquilar, machacar o expedir a alguno de los paraísos inventados por el homo sapiens, a su vecino.¿Os acordais de la insistencia en el tema de Su Santidad Khomeini en la crónica anterior?

Seamos serios, todo lo que existe es el producto de una mezcla. Más conseguida en unos que en otros, eso es cierto. Y toda mezcla, por definición es “impura”. ¿Será que luchamos contra nuestra propia naturaleza humana, porque perseguimos la quimera de dejar de serlo para ser divinos? Je, je… me direis, “algunos ya lo son”… Os lo he dicho más de una vez; de los sarasas hablaré un día de estos.

Yo defiendo no solo mi derecho a fumar, ¡hasta ahí podíamos llegar!, sino el própio placer de fumar. O sea, defiendo EL HECHO DE FUMAR. A secas.

Lo que realmente me preocupa es que el día que algún capullo foto–fóbico se entere de lo bien que me lo paso tomando el sol, se empeñará en joderme sacando la tabarra de lo que le cuesta a la seguridad social tratar los cánceres de piel y ¡Hala! a convocar oposiciones para helio–policía.

¿ Y en que se apoyan todos estos científicos aficionados, que son capaces de darte conferencias de pseudo–medicina sin haber abierto en su vida un libro? Facil. En lo que sustituye al conocimiento en toda mente perezosa y timorata: la superstición. Hasta el día de la fecha ningún médico o investigador riguroso dispone de ninguna estadística fiable, respecto a la relación directa del tabaco con ninguna patología, en pacientes sin traumas previos. Cualquier persona honesta reconocerá la existencia en su próximo entorno de fumadores, como yo, con cincuenta años de vicio moderado sobre sus alvéolos pulmonares y que gozan de un estado físico envidiable, y, asi mismo, pacientes de afecciones graves de pulmón que no han dado una calada en su vida.

¿Que fumar es un habito ajeno al ser humano? ¡Coño claro! ¡ Y fornicar sin propósito reproductor! (¡Huy! cuidadín… a ver si estoy dando ideas…)¿Que se trata de una adicción? Sí, pero no la única. Por ejemplo, yo soy adicto a : las angulas, los percebes, el bogavante, el jamón, el bollu preñau y el arroz con leche, por no mencionar los libros, los coches americanos, el wind–surfing, el son cubano, Saint–Saëns, el jazz, el flamenco, y discutir con mi amigo “el magnolio”. La ventaja de la adición al tabaco es que, por ahora y toco madera, es bastante más asequible económicamente que mis otras adicciones.

Total, que yo que había pensado en la eventualidad de darles un respiro (nunca mejor dicho) a mis mencionados alvéolos una temporadita, me veo obligado por mi sacrosanta condición de incorregible desobediente a permanecer impasible ante la nueva embestida de los “corretos”.

Esto de ser un moderno sempiterno es un auténtico calvario.

P.S. Como me he enrrollado más de lo prudente, lo de Tucson lo dejo para la próxima.