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martes, 24 de abril de 2012

Hollande Inch’Allah

Bueno mis queridos amigos, debo declararos que presenciar en directo un acontecimiento político de primer orden en un país distinto al propio, como son las presentes elecciones francesas, y además en primera fila, permite al espectador experimentar perspectivas insólitas y diferentes puntos de vista que contribuyen a completar y enriquecer los diferentes frentes de reflexión que uno tiene planteados en permanencia.

Y uno de esos de primera urgencia es, en mí caso como sabéis, The Turkish Affair (o PIE). O sea la observación y análisis del desarrollo del Proyecto para la Islamización Europea.

Los medios de comunicación no adscritos a la marea del multiculturalismo embriagado de mala conciencia post–colonialista, es decir una mínima parte del espectro editorial, se hace eco estos días de iniciativas al respecto, cuanto menos extravagantes para una mente civilizada.

Por ejemplo el newsletter “Europa Israel”, cuyo título de cabecera no deja lugar a ninguna duda (ni falta que hace) sobre su tendencia, hablaba un día antes de la votación de la primera vuelta de dichas elecciones de las iniciativas respectivas, por una parte, de la autoridad religiosa islámica, es decir de la única autoridad que se reconoce entre los musulmanes, y por otra de la autoridad social–demócrata, o sea del Partido Socialista Francés, a propósito del voto de los ciudadanos musulmanes instalados en el Exágono.

“Los musulmanes de Francia no deben quedarse con los brazos cruzados. No deben contentarse con ser simples espectadores de estas elecciones. Deben ejercer de actores de su propio cambio. Y, para ser oídos, deben hacerse cargo de su propio destino ejerciendo su derecho al voto en conciencia”, declamaban en sus sermones, Kamel Kabtane rector de la Gran Mezquita de Lyon, Azzedine Gaci, de la mezquita de Villeurbanne, Laid Bendidi, de Saint–Fons o Fawzi Hamdi, rector de Vaulx–en–Velin.

El voto es el mejor medio “…de defender nuestra dignidad contra la islamofóbia y la estigmatización de los miembros de nuestra comunidad”. “La abstención o el voto en blanco están haram (prohibidos)”. Declaraba a los cuatro vientos Mohamed Salah Hamza, rector de la mezquita del 18º distrito de Paris, que acoge a sus acólitos en el patio del Parque de Bomberos de dicho distrito ante la falta de espacio (ver correspondencia con situaciones similares en las provincias catalanas).

Hasta aquí nada que objetar con respecto a los derechos de unos ciudadanos que no suelen estafar al fisco mucho más de lo que lo hacen los franceses de pura cepa. ¡Faltaría más! como repiten incesantemente esos demócratas españoles que se sientes obligados a recordar con esa jaculatoria quasi–religiosa su al parecer no muy asumida condición.

Sin embargo, cuando la película empieza a ponerse emocionante es cuando los encartados dan un pasito más hacia adelante en su entusiasmo democrático sobrevenido.

En el down–town financiero de la Défense y en la sala de oración de la mezquita provisional de Puteaux, acurrucada al pie del rascacielos de la Société Général, el mensaje era mucho más explícito. Ante un millar de fieles, se lanza abiertamente una llamada al voto a François Hollande por parte de los militantes del Front des Banlieues Indépendants, algo así como “frente de los arrabales independientes”(ríete tú de los delirios independentistas de nuestros grupos “folk”). Organización que teme una abstención masiva en los barrios populares.

Enardecían a sus entusiasmados auditorios estimulándoles a “votar contra los que no han cesado de criminalizar a la comunidad musulmana durante meses(…) y a ejercer el voto útil (ojo a la expresión en este caso), es decir a François Hollande”.

El target, como dicen los new–pedantes,  era el de movilizar a un conjunto de más de 700 mezquitas a favor del candidato socialista; objetivo que, vistos los resultados, han debido de alcanzar sobradamente.

Donde encontramos la verdadera ironía de la historia es en que el organizador de toda esta movida fue Abderrahmane Dahmane, anterior consejero de Nicolás Sarkozy en el departamento ministerial denominado (ojo al dato) “Diversité”. Antiguo consejero en la Mezquita de París, se había despedido del Elíseo en Marzo de 2011, justo cuando el partido del presidente, la UMP, acababa de convocar una convención sobre el Islam.

“La UMP es una peste para los musulmanes” sentenció antes de llamar a los musulmanes a rechazar la renovación de su adhesión al partido del gobierno. 

Como cereza del pastel reseñemos el lanzamiento, interesadamente agradecido, de un homenaje a los islamistas por parte del candidato socialista en forma de video, y titulado Hollande Inch’Allah, que sella esta, no sé si decir sorprendente, alianza.

Lo que ya no ofrece ninguna duda es que el debate de la inmigración y sus límites está servido en el centro de la mesa. Con tanta o mayor relevancia que los de las prestaciones sociales o el déficit económico. Y sino, id y consultad los resultados de BleuMarine, delicioso acrónimo que ha escogido ese mazacote político que es la hija de LePen.

Si a esto añadimos las “tranquilizadoras” noticias procedentes de Bélgica –otro país europeo del núcleo de los precursores de la civilización occidental– respecto de la realidad actual de una minoría en vías de convertirse en mayoría en el plazo corto, pues tendremos más razones para seguir insistiendo en la proximidad de un peligro real y actual, lejos de cualquier rastro de paranoia o hipérbole alarmista.

Lo verdaderamente preocupante no son las cifras absolutas con ser desmesuradas, no. Lo que pone los pelos como escarpias son los incesantes y vertiginosos incrementos.

La Universidad de Lovaina, una de las históricas sedes del conocimiento europeo y la más importante en lengua francesa del estado belga, acaba de publicar un libro en el que, en cifras reales, asegura que el número de musulmanes residentes en Bruselas constituye  ya una cuarta parte de población, con una cifra que llega a los 300.000, y que corresponden a la mitad de los residentes en todo el país. Esto hace de esa capital la ciudad más islamizada del continente.

Pero creo que hay un dato aún más significativo que las propias cifras: el nombre más frecuente entre los niños varones en Bélgica es el de Mohamed. Así mismo, ese nombre es el más utilizado en Amberes, segunda ciudad del país, en la que el 40% de los alumnos de las escuelas primarias son musulmanes.

Para no deprimirnos mucho, un solo dato más para terminar. Un sulfuroso grupo islamista belga llamado “Sharia4Belgium” (la cifra “4” es una aliteración de la preposición inglesa “FOR” = “para”) ha incrementado sus ladridos amenazadores en una nueva campaña de intimidación, en pos de la transformación del país en un estado islámico.

El pasado septiembre este mismo grupo  anunció el establecimiento de un “Tribunal de la Charia” en Amberes. El propósito declarado por este gang es el de establecer un sistema jurídico musulmán, paralelo  y en competencia con la autoridad del estado, en su papel de garante del derecho civil y la constitución.

La verdad es que si os soy sincero, tengo la sensación de predicar en el desierto.

¡Huy! ¿he dicho el desierto?

¡Hay que ver qué cosas se me ocurren…!



sábado, 21 de abril de 2012

¿Un elefante ha dicho usted?

Cuando yo era pequeño, en todos los aspectos, me sentía afligido a menudo cuando comparaba “lo español”, o sea todo lo que me rodeaba, con “lo de fuera”. Y fue precisamente entonces cuando empecé a tener la sensación de que estaba muy solo y de que más me valía hacerme a esa idea para toda la vida.


Esa sensación de soledad venía provocada por la bronca que montaban los miembros de mi entorno cercano, ante mis observaciones seráficamente irónicas sobre cualquier tema local. No hace falta aclarar que aquella conducta precozmente considerada como incorrecta pronto se convirtió en el rasgo más significativo de mi identidad que, tanto para mí como para mis censores, aún perdura. Y a mucha honra.


Y aunque en este caso no tenga ante mí una referencia social brillantísima, estoy en la Francia pre-electoral y el panorama político de nuestros vecinos da bastante pena, cuando estoy en el extranjero, la distancia se convierte en una especie de lente de aumento a través de la cual contemplo horrorizado los más descarnados detalles de nuestra condición de especie cimarrona.


Como siempre. Y esto de “cómo siempre”, no es una coletilla ociosa. Como siempre, es algo muy significativo porque nos conduce a la conclusión de que el flotador-salvavidas-que-siempre-nos-salva-de-todo, el franquismo, no funciona ya desde hace tiempo. No era el franquismo lo que no me gustaba de niño. Lo que no me gustaban eran los españoles. Porque no se parecían a los de fuera; que sí me gustaban. Igual que ahora, que ya no está aquel santo.


Me he enterado de “escandalazo” del accidentado viaje del Rey y de sus consecuencias…¿cómo las llamaríamos? ¿socio-políticas? Bueno eso lo dejo para los cursis de izquierdas que siguen inventando palabras con guión. Resulta que al Rey no se le ocurre mejor cosa que cometer tres delitos distintos encausados por tres tribunales distintos, pero que han pronunciado una misma condena: “ABDICACIÓN ¡AR!”.

  
El primero es ausentarse sin permiso. Da igual que en ausencia de protocolos que regulen los movimientos privados del monarca, como es el caso al parecer, sea absolutamente legítima la posibilidad de interpretación de algunos de esos movimientos por su parte. ¡Nada de eso! ¡hasta ahí podíamos llegar! ¡por esa regla de tres cualquier día podría ponerse a comer sin lavarse las manos, porque no lo dice ningún protocolo! Y la pregunta es ¿sin permiso de quién?  


El segundo es irse a África. Pero vamos a ver, ¿no había otro sitio más normal? ¿se ha tenido que acordar del continente más masacrado por los colonialistas, como si fuera un antiguo déspota negrero? Y, claro, para encontrarse rodeado de blancos ¡faltaría que se codease con los pobres negros masacrados y expoliados! Y la pregunta es ¿y qué pasa cuando privadamente y no como rey, va a salvar unos asuntos que acaban con la firma de una carga de trabajo millonaria para unos astilleros en, pongamos, Indonesia?  


Y el tercero, claro, tiene que ver con la caza de un elefante. Es decir, con ese disparate que es la delirante Declaración Universal de los Derechos del Animal, obra suprema de unos sujetos que han estado generalmente muy vinculados a aquellos estados que no tuvieron, o aún no tienen, homologación democrática. O sea que tenían abolida la otra Declaración. La de verdad. La de los Derechos del Hombre. Los angelitos.


A ver. Vamos a dejar las cosas claras. A mí no me gustan las corridas. Y, sin embargo, defiendo el derecho a que tengan lugar. Incluso dejé de cazar en su día porque me pareció que me gustaban más los animales vivos que muertos. Pero no se me ocurriría prohibir la caza regulada, porque mis gustos solo son míos. Supongo que los que se escandalizan por la caza de un elefante ignoran todo aquello que rodea esa práctica, como ignoran casi todo lo que rodea al objeto de cualquiera sus ruidosas y canónicas condenas.


La verdad es que cuando he visto al Borbón disculpándose me ha entrado una cierta irritación. No por la forma. En eso es un maestro. El criterio escogido, por él o por sus asesores no puede ser más eficaz: la forma más fácil. Como un niño. ¡Huy lo siento! ¡no lo volveré a hacer! Cualquiera de nuestro aguerridos políticos, en el prodigioso supuesto de que se le ocurriese pedir disculpas por algunas de las numerosas ocurrencias que nos obligan a padecer, se hubiera enrollado en una interminable jaculatoria de pedante retórica legalista, en la que acabaría señalando a otro como causante remoto de su chapuza.


No. Lo que me molestó es que el rey haya entrado en el juego. Que se haya dado por enterado de una bronca artificial, una vez más. Seguramente sus servicios le habrán recomendado como mal menor hacerse eco de la provocación, pero así y todo no me ha gustado. Precisamente porque no soy monárquico me gustaría que el rey ejerciera de ser normal y corriente, cuando no está en su trabajo. Me gusten más o menos sus aficiones.


Y, claro, he presenciado en la televisión, una vez más con rubor, esos concilios de obispos del ”progreso” que en juicios atronadores dejaban a Torquemada a la altura de un Pepito Grillo. ¡Que expresiones de cólera! ¡que venas hinchadas por el odio más impúdico!


 Cualquier observador que desconociese el ambiente cotidiano de nuestro país estaría preguntándose que gravísimo conflicto de estado se estaría tratando. Habría que explicarle que la única institución que funciona desde hace cerca de cuarenta años sin grandes sobresaltos, si exceptuamos aquel en el que nos salvó nuestro culo democrático, y a diferencia de las bandas de rufianes que suelen habitar en el resto de las pretenciosas e inoperantes estructuras políticas, se ha convertido en el enemigo a batir en los últimos tiempos.


Primero por personas cercanas, la Princesa, Urdangarín etc, porque los conspiradores siempre son cobardes, y todavía el Rey impone respeto. Por cierto, cualquiera de esos aprendices de Bruto, perdería el trasero acudiendo a los pies del soberano a poco que este mostrase un improbable interés por él.


 A través de todas estas maniobras, la única institución del Estado presentable fuera de nuestras fronteras está siendo objeto de un ataque combinado por parte de representantes de prácticamente todos los sectores ideológicos de la política. Y yo llevo años preguntándome porqué.


Y yo, que soy un anarquista viable, la única conclusión a la que llego es precisamente aquella que en mi niñez apareció cuando tuve conciencia de que, contradiciendo el discurso oficial, existía efectivamente otro mundo más allá de nuestras fronteras. La diferencia que he ido detectando con el tiempo respecto de nuestros vecinos más o menos próximos es que ellos no poseen desde hace siglos esa pulsión maldita que nos estimula a destruirnos mutuamente. En los salones o en los campos de batalla.


Y en períodos como el actual en el que la sangre no ocupa el primer plano, la escena requiere entonces un permanente ambiente de confusión y querella, que garantice la marcha hacia nuestro destino entrópico. Por eso una monarquía como esta, que se mantiene al margen de la bronca permanente y no sufre desgaste, y que la cobardía que padecemos admitió como mal menor en su día, está durando ya demasiado en su papel, y retrasa la llegada de un escenario soñado más que conocido, a lo 14 de Abril de 1931, que es el secreto deseo de casi todos los que me rodean.


Y lo peor es que hoy, como aquel fatídico día, ninguno de esos sabe de que se trata en realidad ni qué podría pasar al minuto siguiente de la caída de la monarquía.


Pero, según parece, eso es precisamente lo divertido.

lunes, 16 de abril de 2012

Las autonomías y otras danzas folklóricas

Uno de vosotros, bondadosos y pacientes lectores de estas jaculatorias, me ha enviado amablemente un artículo del profesor Tamames en el diario La Razón, cuyo contenido me ha traído al pensamiento un asunto que es de temer que alcance en breve una inquietante actualidad, y al que nunca había dedicado hasta ahora el tiempo de una reflexión ordenada.

La cuestión de las Autonomías.

El análisis del catedrático es, como suele ocurrir con todos sus trabajos, riguroso, equilibrado y sugerente.

Es esa última cualidad la que me ha estimulado a tratar de ordenar de otra forma, desde un ángulo personal y sin pretensión alguna, ciertos datos consignados en el mencionado articulo y relacionarlos con otros de carácter histórico algo menos actual, pero cuya extrapolación podría –¡ojalá!- abrir paso a otros registros de reflexión.

Ahí va.

Dos de los aspectos negativos que inevitablemente trajo consigo La Transición fueron, por un lado, que esta llegó muy tarde para los que esperábamos ansiosos la desaparición de la dictadura desde nuestra lejana adolescencia consciente de los años cincuenta, y por otro que, ese final, tuvo lugar demasiado pronto para que hubiesen desaparecido todos los protagonistas directos de las causas que la habían propiciado.

Como consecuencia de este segundo inconveniente, toda la serie de acontecimientos políticos que constituyeron el mecanismo del cambio de régimen estuvieron definitivamente mediatizados por hechos acontecidos cuarenta y cinco años antes. Esto es, a partir de Abril de 1931.

En consecuencia, aquellas generaciones a las que el futuro probablemente nos pertenecía más "legítimamente" que al resto, por habérsenos arrebatado el presente durante más de treinta años, tuvimos una vez más que conformarnos con los compromisos acordados por los antiguos vencedores y vencidos que, afectados por la misma mala conciencia que ambos padecieron al final de la carnicería, sacrificaron al miedo a una supuesta incapacidad ontológica del español a convivir en paz -como decía Franco-, cualquier aspiración homologable en las democracias occidentales.

Otra vez las dos Españas emergían como una fatalidad carpetovetónica. Eso sí, prometiéndonos esta vez no reincidir en sus funestos vicios y cargando sobre las espaldas de la tercera España, o sea de nosotros los inocentes, el resultado de sus malvados equilibrios.

¡Hacernos soportar el discurso perverso de quienes solicitaron de todos los españoles un reverente reconocimiento para aquellos "generosos benefactores de la nación", como Santiago Carrillo y su partido totalitario, por no haber ejercido su ”legítimo derecho a la revancha” y no habernos conducido a todos a la tapia del cementerio de Paracuellos, solo podría ocurrírsele a George A. Romero, director de “La Noche de los Muertos Vivientes”!

Pero fue así.

Cuando en los años de la II República aparecieron con forma de partidos político, y con ambiciones de poder supuestamente fundadas, las asociaciones de cultura tradicional que habían surgido a mediados del siglo XIX en algunas regiones, no tenían más posibilidades reales que las de tratar de convertirse en compañeros de viaje de las grandes formaciones políticas. Más o menos como ahora, pero sin ningún poder real en sus respectivos territorios.

El verdadero protagonismo histórico les vino otorgado por la trágica anomalía de la Guerra Civil, que para ellos representó la oportunidad de traducirla a los términos de su obsesión aldeana, transformándola en una guerra de independencia.

Solo tenemos que reflexionar sobre las llamativas contradicciones ideológicas que evidenciaban un partido ultraconservador y enredado en las faldas de las sotanas como era el Partido Nacionalista Vasco, y su compañero de juegos autonomistas Lluis Companys al que se le escuchó declarar satisfecho que en Cataluña no había problemas con el clero debido a que ya se habían “cargado” a todos los curas.

Pero los delirios identitarios de estos grupos “folk” avant la lettre, vienen de lejos. Proceden nada menos de las confusas y melancólicas interpretaciones románticas del concepto de estado-nación; remotos vestigios de la cruzada anti-ilustrada y anti-moderna que recorrerán todo el siglo XIX hasta desembocar al fin en los totalitarismos nazi-stalinistas.

El nacionalismo alemán, antes de su culminación en la barbarie nazi, tuvo un largo recorrido transportado por la Völkisch-Kultur, desde el primer tercio de esa centuria. Enraizado, nunca mejor dicho, tanto en la remotas aldeas de las llanuras del norte del país como en los umbrosos bosques bávaros, esta cosmovisión reunía en una sola pieza toda clase de supersticiones medievales, tradiciones exotéricas de la brujería local, pensamiento ultraconservador, idealismo nacionalista de corte étnico, ocultismo etc, todo ello animado y engalanado con los coros y danzas, el excursionismo, el nudismo higienista y la dieta vegetariana.

Eran depositarios del espíritu de la madre-tierra en la que debía enterrarse sólo a los propios para que su sangre, al volver al origen, cerrara el ciclo de la germinación endogámica. Y un poco incestuosa, porqué no decirlo.

Lo dicho. Unos hippies decimonónicos aunque no conste que clase de humos se gastaban.

Bueno, dicho así no parece gran cosa, pero lo que realmente le dio fuste fue el ataque frontal que creyó sufrir por parte de la modernidad. El rechazo de esta y la oposición de la tierra-madre frente a la técnica anónima y desenraízada, está en el fundamento del pensamiento filo-nazi de Martin Heidegger, sin ir más lejos.

El concepto de eugenesia es otra de las consecuencias “cultas” de estas corrientes aldeanas y con la mezcla del cientismo y otras obsesiones seudo-científicas del momento llegamos fácilmente a la descripción de la raza superior, etc, etc. Así cuando Sabino Arana relacionó entre sí, de forma consistente con la teoría etnocentrista del vascuence, diversas observaciones empíricas en torno a la boina creyó haber reconocido, por fín, el Dasein del hombre vasco. Por otro lado, si estáis interesados en conocer el origen del catalanismo buscad en las hemerotecas publicaciones de alrededor de 1830, y en ellas algún concurso de sardanas.

En fin, con todo estos ingredientes tendremos una descripción muy aproximada de los fundamentos que animaron y animan a los grupos “folk” de nuestro país, y que han propiciado que su ridículo fantasma haya producido el portento de convertir lo insignificante en indispensable, en virtud de los innumerables chantajes políticos ejercidos a la sombra del miedo patético del resto de partidos. Entonces y ahora.

Naturalmente un pensamiento de fundamento paranoiaco como es todo nacionalismo, es inseparable de una estrategia victimista. Reflexionad sobre las fechas de sus fiestas nacionales y encontrareis sin excepción, la efemérides de una sangrienta derrota de sus ideales. Pero, en nuestro caso como siempre, rizamos el rizo y las “víctimas” acusan a sus opresores de ¡nacionalistas! (españoles, claro)… el acabose.

La mala noticia, como expone con serenidad el profesor Tamames, es que todo este festival de coros y danzas va haber que pagarlo. Y como los grupos “folk” son pocos y pequeños, y la factura de la juerga astronómica, nos tocará apoquinar a los de siempre por más que no toquemos ningún chistu en esta kermesse.

Y el proceso, llamémoslo así, de reforma de la Constitución puede durar lo suficiente para que los que afeitamos canas vayamos despidiéndonos, desde ahora mismo, de llegar a saber por fin como acabó la Guerra Civil.

¡Tiene huevos!

miércoles, 11 de abril de 2012

Esto es lo que hay.

Esta vez, y sin que sirva de precedente, he recogido los comentarios aparecidos estos días en el diario El Mundo a propósito del “poema” de G.Grass, como colofón de la crónica precedente.

A menudo hablamos del ambiente reinante en España con relación al estado de Israel. Pues bien, esta pequeña reseña de opiniones, si bien no es una encuesta rigurosa, sí es una pequeña burbuja del caldo que se cuece en la hoya nacional.

(Con la ortografía y sintaxis originales; que también son rasgos significativos, en mí opinión)

Esto es lo que hay.


tacoronte

Günter Grass muy bien en decir lo que todos sentimos, Israel es el mayor peligro actual de niestro Planeta , el pasado de este Sr no tiene nada que ver para ver esta realidad, el estado de israel es un estado de terroristas genocidas que a la luz del dia estan exterminando a un pueblo.

leopold69

Pues si, a pesar del esfuerzo sionista de los Murdoch y compañía, somos siempre más los que pensamos que el pensamiento político paranoico de lideres como Sharon, Netanyahu o Barak no es bueno para nadie, y menos para los Israelis. Israel es como este perro que ladra y mostra los dientes a cualquiera que pasa, sea quien sea. Palabras electoralistas necias de Ahmadineyad son bienvenidas en el sector extremista judío porque justifican una reacción igual de necia. En el fondo Ahmadineyad y Netanyahu son políticos muy parecidos y nefastos para el mundo.

tasi
Yo no he leido el poema de este. sr. que ha cometido un error politico, pero el no es politico, la gran mayoria de los alemanes, no conocieron el holocausto, no se porque tienen que seguir pagando algo que no hicieron, estoy de acuerdo en que no debe repetirse, pero de ahi a estar bajo el yugo judio, de eso nada, además los judios cada vez tienen menos que reprochar a Alemania, en breve los alcanzaran a los Alemanes con los Libaneses, los palestino, los Ejipcios, los Sirios, y despues de que holocausto vamos a hablar

salcedo

Ese Nazi es tan peligroso como muchos que me anteceden.

barorojisimo
No Günter, está perfecto, es lo que todos sentimos. Gracias.

GeorgeOrwell

"Anti-semitic, its a trick we always use it” (Anti-semitismo es un truco que usamos siempre)

hispano1903

Pues sí que hay nazis, sí.

godmundo
Paso de volver con lo de siempre (judios, yankis, iran), sólo una cosa, este tío que escribe poemas en aleman no sé si será bueno, pero su asesor es la caña!! ha conseguido que se hable de él más que nunca, que crak!

Archimedes

Estaba claro en su anterior exposición que se refería al gobierno de Israel. Esta gente (los del gobierno israelí y todos los q lo apoyan) cuando se sienten atacados dicen que el ataque es contra la religión o contra el pueblo de Israel. Es como si por criticar a Rajoy se esté criticando a España entera.

Eladius

Guter Grass fue nazi, es normal que prefiera atacar a israel que a cualquier dictadura islamofascista de la region, de hecho los musulmens fueron aliados de los nazis. Lo curioso es que la izquierda haya adoptado esa idea de la extrema derecha, y se haya echado en la cama del islamismo abierta de piernas, penoso. Los que matan, asesinan, ponen bombas en trenes en Madrid, lapidan mujeres, homosexuales, dejan morir de hambre regiones enteras no son ISRALIES...son los mismos perros que defendeis muchos aqui.

Eladius
Hipano no es que haya nazis, es que muchos son de izquierda, pero no debe extrañar siempre la izquierda siempre ha coincidido con la ultraderecha en muchas cosas tanto ifeologicamente como en las formas agresivas callejeras y demagogia, y por supuesto en el antisemitismo. NO es de extrañar que el partido nazi tuviera a muchos socilaistas como miembros al principio, o que mussolini fuera socialsita antes de fundar el partido fascista.

Froy
Otro que sucumbe a la presión tras atreverse a criticar a Israel. No es cuestión del partido o el político que gobierne. Los gobiernos laboristas han sido tan belicosos o más que los derechistas.

Ebusus
Algún lejano día se podrá decir algo negativo sobre el estado de Israel, alguna política suya o sobre su religión sin ser llamado automaticamente nazi, anti-semita o querer prepretar otros holocausto. Ya es un poco cansina esta misma cantinela.

viernes, 6 de abril de 2012

Un caso clínico.Günter Grass

Ese incorregible enfermo intelectual que es Günter Grass, perseguido patológicamente por una especie la paranoia incurable en la que se combina la vergüenza y los remordimientos nunca asumidos del todo, derivados de su nacionalidad alemana y de su pasado juvenil en el seno de las Waffen SS, acaba de ofrecernos una nueva dosis de antisemitismo perfectamente coherente con su condición de izquierdista de manual.

Esta vez, el motivo es el debate suscitado estos últimos meses sobre el derecho reclamado por Israel de atacar preventivamente a cualquier estado en el supuesto de poseer la certeza y las pruebas de que representa una amenaza letal. Como sería el caso de la eventual posesión de armas atómicas por parte de un país como Irán, que declara abierta y obsesivamente hace años su objetivo de borrar del mapa al estado judío.

Como ya es habitual en este furibundo denunciante de biografías sospechosas en su país, tan exageradamente escandalosas por cierto que más parecen una huida hacia adelante de alguien con una conciencia poco tranquila, tras un par de años en los que no provocaba su aparición estelar en las portadas de la prensa, ha eructado un miserable panfleto judeófobo en forma de poema, rebosante de su habitual arrogancia inquisidora (nunca mejor dicho) marca de la casa.

He traducido solo un fragmento significativo de la versión francesa del escrito, publicado en el prestigioso Süddeutche Zeitung de Munich, porque el referido ”poema” es un insufrible coñazo de una redundancia soporífera.

Se titula “Lo que debe decirse”, y dice así:

¿Porqué me he callado durante tanto tiempo?
Por que creía que mis orígenes,
manchados por crímenes por siempre imperdonables,
me prohibía expresar esta verdad;
osar reprochar este acto a Israel,
un país del que soy y quiero seguir siendo amigo.

Por que es necesario decir ahora
aquello que mañana sería demasiado tarde
y por que nosotros los alemanes, con el peso de nuestro pasado,
podríamos convertirnos en cómplices de un crimen
previsible, y en consecuencia imposible
de justificar con las excusas habituales.

Debo admitir también que no volveré a callarme
porque ya estoy harto de la hipocresía de Occidente
y espero que muchos más estén dispuestos
a liberarse de las cadenas del silencio,
para pedir al autor de una amenaza evidente
que renuncie a la violencia, exigiendo
un control permanente y sin trabas
del potencial atómico israelita
y de las instalaciones nucleares iraníes
por una instancia internacional
aceptada por los dos gobiernos.

Ya no se trata únicamente de preguntarse a quién coño le importa lo que piense este octogenario que se ha pasado la vida practicando una indignación sinfónica de ecos wagnerianos, aunque para nuestra desgracia tenga su público. Se trata más bien, en mí opinión, de reflexionar sobre el argumento central de su siniestro estertor. Este constituye todo un enunciado canónico del discurso "antisionista-antisemita-judeófobo" de una buena parte de la opinión pública de izquierda, en la Europa actual.

La propuesta de Grass, supuestamente emanada de un pacifismo bon enfant y lleno de justas intenciones, nos ofrece una solución moral para la resolver el chantaje iraní, consistente en colocar en ambos platillos de la balanza de la Justicia Universal, y en un plano de igualdad, a unos adversarios que al parecer representan, en el caso del estado de Israel, una amenaza real para la paz mundial, en su condición de potencia nuclear, y en el de Irán, un pueblo que estaría sometido por un “fanfarrón”, ante el cual fingiría entusiasmo, y al que se “supondría dispuesto” a construir una bomba nuclear.

En fin; que a un sicópata que dirige una teocracia nazi-islamista proponiendo todos los días la aniquilación del pueblo de Israel y la desaparición del único estado del mundo creado por voluntad mayoritaria de la ONU; que estimula y financia a una buena parte del terrorismo mundial; que interviene de forma abierta en los conflictos de Oriente Medio, como el actual de Siria; que sostiene económica y militarmente a grupos declaradamente pro-nazis, como Hamás y Hezbolah; que ese sujeto digo, sea equiparado a la única democracia del área que puede exhibir la presencia de adversarios radicales, es decir islámicos, dentro de su propio parlamento; que ha sido agredido bélicamente en cinco ocasiones desde su constitución como estado por todas y cada una de sus vecinas dictaduras, tiranías medievales y teocracias totalitarias; y que debe su precaria pero real existencia precisamente al haberse dotado de una fuerza de disuasión creíble y suficiente, seria grotesco si no constituyese un síntoma sumamente alarmante en boca de sujetos con notable capacidad de influencia masiva, como es el caso de nuestro insigne Premio Nobel.

Tal vez sería pertinente preguntarle a este prodigio de ecuanimidad, si no le parecería igualmente conveniente y justo que esa “instancia internacional” visitara también a Rusia, China, EEUU, Gran Bretaña, Francia, India, Pakistán y Corea del Norte, en vista de que todos ellos poseen el arma definitiva. A no ser que el pecado no consista en poseer el arma nuclear, sino la condición de judíos de sus poseedores.

El tipo es una lumbrera como veis. Convendréis conmigo que con viejos sulfurosos como Hessel y Grass, ya no necesitamos para nada la tradicional sangre joven llena de enfervorecido entusiasmo transgresor. Y digo yo… ¿tendrá algo que ver la decrepitud agónica de la izquierda con este vertiginoso incremento de la edad de la “subversión”?¿será el termómetro de una especie de estado febril terminal? Ojalá.

Como no podía ser de otra manera ha habido reacciones variadas en el mundo de la política. El número dos de la embajada israelí en Berlín, Emmanuel Nahshon, ha destacado cómo “el único estado del mundo cuyo derecho a existir es puesto en cuestión incesante y públicamente es el de Israel”. Esto, cuando como exponía más arriba este es paradójicamente “el único estado del mundo cuya legitimidad ha sido avalada por la ONU”. A lo mejor es precisamente por eso.

Henryk Broder, editorialista conservador muy prestigioso en Alemania ha escrito en Die Welt que “Grass siempre había tenido problemas con los judíos, pero nunca lo había declarado de forma tan clara”. Para Broder, “Grass es el arquetipo del erudito antisemita”.

“Nunca en la historia de la República Federal, un intelectual de prestigio había atacado a Israel con tal cantidad de clichés”, ha resaltado el semanario Der Spiegel en su edición en línea. De igual manera, aunque sin nombrarlo expresamente, el ministro alemán de exteriores, Guido Westerwelle, ha publicado un comunicado en el que declara que “menospreciar los peligros del programa nuclear iraní, significa negar la gravedad de la situación” O sea, privar a Israel de las razones de su temor.

Internet también se ha incendiado en torno al dichoso “poema” entre defensores y detractores de Günter GraSS. En ese foro tiene lugar el combate de los términos. Israelofobia. Judeofobia. Antisionismo. Antisemitismo. Un catálogo semántico demasiado extenso para designar una sola cosa. El odio al judío.

Si son necesarias tantas palabras para explicar no sé cuantos matices que distinguen a su vez a unos términos de otros por sus pretendidas especificidades, y bla, bla, bla… eso es porque, en el fondo, de algo ha servido por fin la conciencia de la catástrofe humana que representó la Shoah.

Tras la hecatombe, el judío ha alterado, sin pedir autorización, el papel de su personaje en la gran tragedia de la historia. Ha tomado una decisión insólita. Inaudita. Ha decidido abandonar definitivamente su secular rol de víctima errante. Y, claro, los odiadores actuales necesitan un nuevo vocabulario adaptado al renovado guión de esa tragedia.

De alguna forma, el estado judío fue la consecuencia de que la barbarie nazi pusiera al judío ante la situación límite con la que culminaba una historia de veinte siglos de fobia incansable. Y con su creación todo cambió. Por eso el odiador de judíos de hoy en día lucha esforzadamente por ocultarse a sí mismo ese odio que esconde en el fondo de su espíritu, el odio secular, el de siempre; e igualmente por eso ninguno de ellos quiere que le identifiquen con esa barbarie que asumió su odio abiertamente y sin sentimiento de culpabilidad. Que lo legalizó. Que lo banalizó. Y que hizo todo eso con un lenguaje claro. Directo y sin matices.

Sin disfraz alguno. No sé si me explico.