Bueno mis queridos amigos, debo declararos que presenciar en
directo un acontecimiento político de primer orden en un país distinto al
propio, como son las presentes elecciones francesas, y además en primera fila,
permite al espectador experimentar perspectivas insólitas y diferentes puntos
de vista que contribuyen a completar y enriquecer los diferentes frentes de
reflexión que uno tiene planteados en permanencia.
Y uno de esos de primera urgencia es, en mí caso como sabéis,
The Turkish Affair (o PIE). O sea la
observación y análisis del desarrollo del Proyecto para la Islamización
Europea.
Los medios de comunicación no adscritos a la marea del
multiculturalismo embriagado de mala conciencia post–colonialista, es decir una
mínima parte del espectro editorial, se hace eco estos días de iniciativas al
respecto, cuanto menos extravagantes para una mente civilizada.
Por ejemplo el newsletter “Europa Israel”, cuyo título de cabecera no deja lugar a ninguna duda (ni falta que hace) sobre su tendencia,
hablaba un día antes de la votación de la primera vuelta de dichas elecciones
de las iniciativas respectivas, por una parte, de la autoridad religiosa
islámica, es decir de la única autoridad que se reconoce entre los musulmanes, y
por otra de la autoridad social–demócrata, o sea del Partido Socialista
Francés, a propósito del voto de los ciudadanos musulmanes instalados en el
Exágono.
“Los musulmanes de Francia no deben quedarse con los brazos
cruzados. No deben contentarse con ser simples espectadores de estas elecciones.
Deben ejercer de actores de su propio cambio. Y, para ser oídos, deben hacerse
cargo de su propio destino ejerciendo su derecho al voto en conciencia”,
declamaban en sus sermones, Kamel Kabtane rector de la Gran Mezquita de Lyon,
Azzedine Gaci, de la mezquita de Villeurbanne, Laid Bendidi, de Saint–Fons o
Fawzi Hamdi, rector de Vaulx–en–Velin.
El voto es el mejor medio “…de defender nuestra dignidad
contra la islamofóbia y la estigmatización de los miembros de nuestra
comunidad”. “La abstención o el voto en blanco están haram (prohibidos)”. Declaraba a los cuatro vientos Mohamed Salah
Hamza, rector de la mezquita del 18º distrito de Paris, que acoge a sus
acólitos en el patio del Parque de Bomberos de dicho distrito ante la falta de
espacio (ver correspondencia con situaciones similares en las provincias
catalanas).
Hasta aquí nada que objetar con respecto a los derechos de
unos ciudadanos que no suelen estafar al fisco mucho más de lo que lo hacen los franceses de
pura cepa. ¡Faltaría más! como repiten incesantemente esos demócratas españoles que se
sientes obligados a recordar con esa jaculatoria quasi–religiosa su al parecer
no muy asumida condición.
Sin embargo, cuando la película empieza a ponerse
emocionante es cuando los encartados dan un pasito más hacia adelante en su
entusiasmo democrático sobrevenido.
En el down–town financiero de la Défense y en la sala de
oración de la mezquita provisional de Puteaux, acurrucada al pie del
rascacielos de la Société Général, el mensaje era mucho más explícito. Ante un
millar de fieles, se lanza abiertamente una llamada al voto a François Hollande
por parte de los militantes del Front des Banlieues Indépendants, algo así como
“frente de los arrabales independientes”(ríete tú de los delirios
independentistas de nuestros grupos “folk”). Organización que teme una
abstención masiva en los barrios populares.
Enardecían a sus entusiasmados auditorios estimulándoles a “votar contra los que no han cesado de criminalizar a la comunidad musulmana durante meses(…) y a ejercer el voto útil (ojo a la expresión en este caso), es decir a François Hollande”.
El target, como dicen los new–pedantes, era el de movilizar a un conjunto de más de
700 mezquitas a favor del candidato socialista; objetivo que, vistos los
resultados, han debido de alcanzar sobradamente.
Donde encontramos la verdadera ironía de la historia es en
que el organizador de toda esta movida fue Abderrahmane Dahmane, anterior
consejero de Nicolás Sarkozy en el departamento ministerial denominado (ojo al
dato) “Diversité”. Antiguo consejero en la Mezquita de París, se había
despedido del Elíseo en Marzo de 2011, justo cuando el partido del presidente,
la UMP, acababa de convocar una convención sobre el Islam.
“La UMP es una peste para los musulmanes” sentenció antes de
llamar a los musulmanes a rechazar la renovación de su adhesión al partido del
gobierno.
Como cereza del pastel reseñemos el lanzamiento,
interesadamente agradecido, de un homenaje a los islamistas por parte del candidato socialista en forma de video, y
titulado Hollande Inch’Allah, que sella
esta, no sé si decir sorprendente, alianza.
Lo que ya no ofrece ninguna duda es que el debate de la
inmigración y sus límites está servido en el centro de la mesa. Con tanta o
mayor relevancia que los de las prestaciones sociales o el déficit económico. Y
sino, id y consultad los resultados de BleuMarine, delicioso acrónimo que ha
escogido ese mazacote político que es la hija de LePen.
Si a esto añadimos las “tranquilizadoras” noticias
procedentes de Bélgica –otro país europeo del núcleo de los precursores de la
civilización occidental– respecto de la realidad actual de una minoría en vías
de convertirse en mayoría en el plazo corto, pues tendremos más razones para
seguir insistiendo en la proximidad de un peligro real y actual, lejos de cualquier rastro de paranoia o hipérbole
alarmista.
Lo verdaderamente preocupante no son las cifras absolutas
con ser desmesuradas, no. Lo que pone los pelos como escarpias son los incesantes y vertiginosos incrementos.
La Universidad de Lovaina, una de las históricas sedes del
conocimiento europeo y la más importante en lengua francesa del estado belga,
acaba de publicar un libro en el que, en cifras reales, asegura que el número de musulmanes
residentes en Bruselas constituye ya una
cuarta parte de población, con una cifra que llega a los 300.000, y que
corresponden a la mitad de los residentes en todo el país. Esto hace de esa
capital la ciudad más islamizada del continente.
Pero creo que hay un dato aún más significativo que las propias
cifras: el nombre más frecuente entre los niños varones en Bélgica es el de
Mohamed. Así mismo, ese nombre es el más utilizado en Amberes, segunda ciudad
del país, en la que el 40% de los alumnos de las escuelas primarias son
musulmanes.
Para no deprimirnos mucho, un solo dato más para terminar.
Un sulfuroso grupo islamista belga llamado “Sharia4Belgium” (la cifra “4” es
una aliteración de la preposición inglesa “FOR” = “para”) ha incrementado sus
ladridos amenazadores en una nueva campaña de intimidación, en pos de la
transformación del país en un estado islámico.
El pasado septiembre este mismo grupo anunció el establecimiento de un “Tribunal de
la Charia” en Amberes. El propósito declarado por este gang es el de establecer
un sistema jurídico musulmán, paralelo y
en competencia con la autoridad del estado, en su papel de garante del derecho
civil y la constitución.
La verdad es que si os soy sincero, tengo la sensación de
predicar en el desierto.
¡Huy! ¿he dicho el desierto?
¡Hay que ver qué cosas se me ocurren…!
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