Ese incorregible enfermo intelectual que es Günter Grass, perseguido patológicamente por una especie la paranoia incurable en la que se combina la vergüenza y los remordimientos nunca asumidos del todo, derivados de su nacionalidad alemana y de su pasado juvenil en el seno de las Waffen SS, acaba de ofrecernos una nueva dosis de antisemitismo perfectamente coherente con su condición de izquierdista de manual.
Esta vez, el motivo es el debate suscitado estos últimos meses sobre el derecho reclamado por Israel de atacar preventivamente a cualquier estado en el supuesto de poseer la certeza y las pruebas de que representa una amenaza letal. Como sería el caso de la eventual posesión de armas atómicas por parte de un país como Irán, que declara abierta y obsesivamente hace años su objetivo de borrar del mapa al estado judío.
Como ya es habitual en este furibundo denunciante de biografías sospechosas en su país, tan exageradamente escandalosas por cierto que más parecen una huida hacia adelante de alguien con una conciencia poco tranquila, tras un par de años en los que no provocaba su aparición estelar en las portadas de la prensa, ha eructado un miserable panfleto judeófobo en forma de poema, rebosante de su habitual arrogancia inquisidora (nunca mejor dicho) marca de la casa.
He traducido solo un fragmento significativo de la versión francesa del escrito, publicado en el prestigioso Süddeutche Zeitung de Munich, porque el referido ”poema” es un insufrible coñazo de una redundancia soporífera.
Se titula “Lo que debe decirse”, y dice así:
¿Porqué me he callado durante tanto tiempo?
Por que creía que mis orígenes,
manchados por crímenes por siempre imperdonables,
me prohibía expresar esta verdad;
osar reprochar este acto a Israel,
un país del que soy y quiero seguir siendo amigo.
Por que es necesario decir ahora
aquello que mañana sería demasiado tarde
y por que nosotros los alemanes, con el peso de nuestro pasado,
podríamos convertirnos en cómplices de un crimen
previsible, y en consecuencia imposible
de justificar con las excusas habituales.
Debo admitir también que no volveré a callarme
porque ya estoy harto de la hipocresía de Occidente
y espero que muchos más estén dispuestos
a liberarse de las cadenas del silencio,
para pedir al autor de una amenaza evidente
que renuncie a la violencia, exigiendo
un control permanente y sin trabas
del potencial atómico israelita
y de las instalaciones nucleares iraníes
por una instancia internacional
aceptada por los dos gobiernos.
Ya no se trata únicamente de preguntarse a quién coño le importa lo que piense este octogenario que se ha pasado la vida practicando una indignación sinfónica de ecos wagnerianos, aunque para nuestra desgracia tenga su público. Se trata más bien, en mí opinión, de reflexionar sobre el argumento central de su siniestro estertor. Este constituye todo un enunciado canónico del discurso "antisionista-antisemita-judeófobo" de una buena parte de la opinión pública de izquierda, en la Europa actual.
La propuesta de Grass, supuestamente emanada de un pacifismo bon enfant y lleno de justas intenciones, nos ofrece una solución moral para la resolver el chantaje iraní, consistente en colocar en ambos platillos de la balanza de la Justicia Universal, y en un plano de igualdad, a unos adversarios que al parecer representan, en el caso del estado de Israel, una amenaza real para la paz mundial, en su condición de potencia nuclear, y en el de Irán, un pueblo que estaría sometido por un “fanfarrón”, ante el cual fingiría entusiasmo, y al que se “supondría dispuesto” a construir una bomba nuclear.
En fin; que a un sicópata que dirige una teocracia nazi-islamista proponiendo todos los días la aniquilación del pueblo de Israel y la desaparición del único estado del mundo creado por voluntad mayoritaria de la ONU; que estimula y financia a una buena parte del terrorismo mundial; que interviene de forma abierta en los conflictos de Oriente Medio, como el actual de Siria; que sostiene económica y militarmente a grupos declaradamente pro-nazis, como Hamás y Hezbolah; que ese sujeto digo, sea equiparado a la única democracia del área que puede exhibir la presencia de adversarios radicales, es decir islámicos, dentro de su propio parlamento; que ha sido agredido bélicamente en cinco ocasiones desde su constitución como estado por todas y cada una de sus vecinas dictaduras, tiranías medievales y teocracias totalitarias; y que debe su precaria pero real existencia precisamente al haberse dotado de una fuerza de disuasión creíble y suficiente, seria grotesco si no constituyese un síntoma sumamente alarmante en boca de sujetos con notable capacidad de influencia masiva, como es el caso de nuestro insigne Premio Nobel.
Tal vez sería pertinente preguntarle a este prodigio de ecuanimidad, si no le parecería igualmente conveniente y justo que esa “instancia internacional” visitara también a Rusia, China, EEUU, Gran Bretaña, Francia, India, Pakistán y Corea del Norte, en vista de que todos ellos poseen el arma definitiva. A no ser que el pecado no consista en poseer el arma nuclear, sino la condición de judíos de sus poseedores.
El tipo es una lumbrera como veis. Convendréis conmigo que con viejos sulfurosos como Hessel y Grass, ya no necesitamos para nada la tradicional sangre joven llena de enfervorecido entusiasmo transgresor. Y digo yo… ¿tendrá algo que ver la decrepitud agónica de la izquierda con este vertiginoso incremento de la edad de la “subversión”?¿será el termómetro de una especie de estado febril terminal? Ojalá.
Como no podía ser de otra manera ha habido reacciones variadas en el mundo de la política. El número dos de la embajada israelí en Berlín, Emmanuel Nahshon, ha destacado cómo “el único estado del mundo cuyo derecho a existir es puesto en cuestión incesante y públicamente es el de Israel”. Esto, cuando como exponía más arriba este es paradójicamente “el único estado del mundo cuya legitimidad ha sido avalada por la ONU”. A lo mejor es precisamente por eso.
Henryk Broder, editorialista conservador muy prestigioso en Alemania ha escrito en Die Welt que “Grass siempre había tenido problemas con los judíos, pero nunca lo había declarado de forma tan clara”. Para Broder, “Grass es el arquetipo del erudito antisemita”.
“Nunca en la historia de la República Federal, un intelectual de prestigio había atacado a Israel con tal cantidad de clichés”, ha resaltado el semanario Der Spiegel en su edición en línea. De igual manera, aunque sin nombrarlo expresamente, el ministro alemán de exteriores, Guido Westerwelle, ha publicado un comunicado en el que declara que “menospreciar los peligros del programa nuclear iraní, significa negar la gravedad de la situación” O sea, privar a Israel de las razones de su temor.
Internet también se ha incendiado en torno al dichoso “poema” entre defensores y detractores de Günter GraSS. En ese foro tiene lugar el combate de los términos. Israelofobia. Judeofobia. Antisionismo. Antisemitismo. Un catálogo semántico demasiado extenso para designar una sola cosa. El odio al judío.
Si son necesarias tantas palabras para explicar no sé cuantos matices que distinguen a su vez a unos términos de otros por sus pretendidas especificidades, y bla, bla, bla… eso es porque, en el fondo, de algo ha servido por fin la conciencia de la catástrofe humana que representó la Shoah.
Tras la hecatombe, el judío ha alterado, sin pedir autorización, el papel de su personaje en la gran tragedia de la historia. Ha tomado una decisión insólita. Inaudita. Ha decidido abandonar definitivamente su secular rol de víctima errante. Y, claro, los odiadores actuales necesitan un nuevo vocabulario adaptado al renovado guión de esa tragedia.
De alguna forma, el estado judío fue la consecuencia de que la barbarie nazi pusiera al judío ante la situación límite con la que culminaba una historia de veinte siglos de fobia incansable. Y con su creación todo cambió. Por eso el odiador de judíos de hoy en día lucha esforzadamente por ocultarse a sí mismo ese odio que esconde en el fondo de su espíritu, el odio secular, el de siempre; e igualmente por eso ninguno de ellos quiere que le identifiquen con esa barbarie que asumió su odio abiertamente y sin sentimiento de culpabilidad. Que lo legalizó. Que lo banalizó. Y que hizo todo eso con un lenguaje claro. Directo y sin matices.
Sin disfraz alguno. No sé si me explico.
La obsesión del lider de Irán contra Israel resulta inquietante. En principio, dado que Jerusalén es la tercera ciudad sagrada del Islam y que también considera esa religión como sagrados Hebrón, Belén o el monte Sinaí, no me imagino a los iraníes soltando una atómica sobre Israel. Me preocupa más que para "castigar el sionismo, etc." pongan una en Nueva York -donde hay más judíos que en Jerusalén- o en Madrid. El problema de las atómicas lo puso de relieve F. Forsyth con El Cuarto Protocolo, novela inquietante. Si mañana nos vuelan en Madrid, vete tú a saber cómo demuestras quién ha sido... No creo que nadie vaya a la zona cero a analizar los restos.
ResponderEliminarLa teoría del ataque preventivo se basa en la veracidad. El problema de verdad es la crisis de la veracidad, crisis que no ha creado Israel, ni Obama, ni el monstruo que dirige Irán sino ese tarado llamado Bush hijo que al imponer su mentira justificó la desconfianza sistemática y nos dejó a todos los filoyanquis y occidentales con las nalgas al aire. EE.UU., antes, no mentía, y por eso tenía un prestigio colosal fuera de los círculos fachosos e izquierdosos. La doctrina del "ataque preventivo" se basa en que la amenaza sea real. Pero ya nadie se cree nada... Obviamente, si las autoridades israelíes -no me refiero a los chiflados sino a la gente seria- tuvieran la menor duda de que van a atacarles con atómicas, no van a esperar con los brazos cruzados. De todos modos, hagan lo que hagan, en un mundo árabe que vive sumergido en la mentira y donde se leen los Protocolos de Sión en los colegios, lo que menos preocupa es la verdad.
G. Grass es un gusano que insultaba a Vargas Llosa y ocultaba su pasado de un modo absurdo. Millones de alemanes estuvieron en las Juventudes Hitlerianas entre otras cosas porque el reclutamiento era obligatorio. Lo absurdo es negarlo. Benito 16 nunca lo ha ocultado. Grass es un enfermo. No ser sionista no debiera significar ser antijudío pero últimamente es cierto que hay una nueva fobia antijudía que no meramente antisionista. Prueba de ello, la matanza de niños judíos en Toulouse. No me parece que su poema sea antijudío y me parece que lleva una buena dosis de meaculpa. Quizás ingenuo, eso sí. Poner al mismo nivel Israel y las satrapías que lo rodean, es no sólo estúpido sino peligroso.