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domingo, 12 de diciembre de 2010

Los bordes de l@s bordes.

Aunque parezca mentira, ciertas actitudes me irritan hasta tal extremo que me sorprende que esté perdiendo mi tiempo escribiendo sobre ellas. Es el caso de esas expresiones que perpetran tan a menudo algunos (o algunas) personajes públicos, y me pregunto porqué lo hago. Creo que el motivo es una mezcla de perplejidad ante el hecho y, al mismo tiempo, el reconocimiento amargo de su implacable lógica.

Ese prodigio de sutileza y matización que es nuestra actual Ministra de Sanidad, ilustre miembra de la estirpe de los Pajín, sin que se le desordenase ni un pelo de su lacia melena, ha declarado recientemente: “ ¡ Solo faltaría que una ministra no pudiese nombrar a quien le salga de los cojones…!”. Lo hizo en respuesta a la pregunta de un periodista sobre el nombramiento de una “colega” para el cargo de Directora General de no sé qué, careciendo, al parecer, del más mísero mérito académico o funcionarial.

Como digo, no sé qué me deja más perplejo; si la contundencia de ese tipo de ladrido, propio de un capataz de cargadores de muelle de los de antes, en boca de una señora, o la insospechada permanencia en el tiempo de un cierto estilo de radical–precursora–del–feminismo–militante, de los lejanos años setenta. Tengo grabado, en la carpeta de mis recuerdos más añejos de aquellos años, la imagen de ciertas chicas universitarias tratando porfiadamente de incrustarse en las bandas “progues” masculinas, exhibiendo a este fin un catálogo de ordinarieces léxicas, a cada cual más cruda e inoportuna. Por otra parte, solían impresionar escasamente a aquella tribu de machistas inveterados, si exceptuamos a aquellos que no ligaban mucho y cifraban sus esperanzas de comerse una rosca, mediante el conocido truco de mostrarse muy interesados por su santa ira reivindicativa.

A veces, trato de imaginar el origen de la caja de grillos en la que estamos viviendo y la única explicación, no muy convincente, es la siguiente. La gente de mi generación no nos damos cuenta de que los años sesenta, entre otras muchos desastres, instituyeron una especie de modelo mítico de “juventud rebelde” que cada generación reclama, no sé si como derecho o como obligación. Es algo así como lo que significaba el servicio militar. Una inevitable experiencia por la que hay que pasar por el simple hecho de tener diecinueve años.

Claro que a los protagonistas de aquellos acontecimientos hay que reconocerles dos cosas como mínimo; primero, el dudoso mérito de ser los genuinos autores de un “invento” sin precedentes, y luego, que los adversarios contra los que se rebelaban poseían una sólida autoridad intelectual, ante la que se hacía indispensable pertrecharse de unos buenos recursos y conocimientos culturales que permitiesen debatir con ellos con un mínimo rigor.

La ola generacional que sucedió a la de los sesenta carecía de todo ello. Y encima surgió, en España, en los jubilosos años de la transición, con lo que fué desarrollando su propia épica en una especie de verbena vital permanente, hueca y carente de cualquier mínima aportación apreciable, llamada “la movida”, refugio de toda la mediocridad existente. Añadamos al lote la impagable aportación, para la indispensable adquisición de un lenguaje propio, llevada a cabo por algunos oportunistas literarios, como el sobrevalorado Paco Umbral y su legión de lameculos, y estaremos muy cerca de la revelación.

Debo declarar, con bastante rubor, que la aparición en los años de la agonia de la dictadura de una revista como Hermano Lobo, que era una transcripción manchega de la francesa Charli Hebdo, me produjo el mismo entusiasmo que casi todo aquello que representaba una mínima novedad en nuestra desolación. Hoy, una vez más, me doy cuenta de que todas aquella mínimas satisfacciones encerraban una bomba de relojería cultural, cuyas consecuencias estamos sufriendo actualmente.

La carga transgresora que podía tener un lenguaje arrebatado a la subcultura semi–delincuente, bautizado con el nombre de “cheli” y semánticamente más “vil” que vulgar, estaba perfectamente identificada, dentro de la complicidad compartida por gente de un cierto nivel cultural, como un arma eficaz contra la cultura oficial. El problema apareció cuando más tarde esa misma carga, que no tenía ya nada que transgredir, enrraizó en unas generaciones cuyo andamiaje intelectual empezaba a sufrir las calamitosas consecuencias de los sistemas educativos llamados “liberales”.

Finalmente, la inadecuación de algo que no era, en origen, más que una seña de identidad de un colectivo concreto en un momento concreto, provocó un efecto inesperado y catastrófico, al convertirse en el único y mísero patrimonio de una generación que creció consentida y festejada hasta el absurdo, por sus “modernos”progenitores. Los resultados están a la vista.

Solo que ahora son ministros

2 comentarios:

  1. Una cosa sí debe ponerse en destacado: que la susodicha ministra, de quien no tengo el más remoto conocimiento, ha de tener semejantes cojones para atreverse a decir lo que dijo, ¡lo que ya es suficiente!
    Todo ello, sin considerar el lado hormonal del personaje...
    Salu2 a to2
    Joel

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  2. Te aclararé algunas cosas, mi admirado ex–diplomático.
    Leire Pajín, es un vàstago aventajado de una conocida saga familiar de políticos trileros y ventajistas, cuya distinguida mamá adquirió una especial notoriedad, siendo concejala del ayuntamiento de Benidorm, cuando apadrinó a un tránsfuga de la derecha para hacerse con el control de la Alcaldía, en una oscuro affaire de recalificación y especulación de terrenos.
    Desde su puesto de portavoz del Partido Socialista, ha hecho los méritos necesarios para su nombramiento como Ministra de Sanidad en el último ajuste de gobierno.
    Aparte de esto,ha sido, durante estos últimos años, la jefa de fila y animadora infatigable de la "revolución de género". Esta ha supuesto, en la práctica, la más radical renovación de lenguaje, al margen de la Real Academia, desde D. Miguel de Cervantes.
    Hallazgos como la creación de términos del calibre de MIEMBRA, suponen un alarde de imaginación lingüistica incomparable, sin contar el carácter reparador del honor femenino que ha supuesto para la dignidad de la mujer...
    O sea que, ya metidos en harina niveladora, lo de reivindicar el asunto de los atributos quizás entre también en el lote.
    Tú mismo...

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