Bonita semana. No podemos quejarnos.
En el horizonte internacional, ese trastero caótico en que
se ha convertido en los últimos veinticinco años el continente africano, sobre
todo en su subcontinente norte, ha proporcionado de nuevo la noticia caliente
de la semana, con los acontecimientos de ese estado cuasi inexistente llamado
Malí.
Hace unos meses, en medio del conflicto “primaveral” de
Libia, ya se advertían las desastrosas consecuencias que la ocurrencia francesa
iba a acarrear, sobre todo en la zona sur de ese país, el Sahel, y en las
borrosas fronteras de este, entre Argelia, Niger y Malí.
La retirada de los mercenarios con los que Gadhafi había
reforzado su ejercito desde hacía años, de origen sahariano o tuareg, junto con
el saqueo de sus arsenales ocultos en el desierto, hacía previsible la
confluencia y potenciación de grupos armados de muy diversa procedencia, pero
que, disponiendo de bases logísticas en un territorio cuya hostilidad natural pueden
explotar tácticamente, coinciden en el propósito de crear un fantasmagórico
estado jihadista, el “Sahelistan”, a imagen de los talibanes afganos.
La “liberación” de Libia fue una jugada petrolífera muy
arriesgada del gobierno de Sarkozy, en la que no había contado con la
intervención de un personaje decisivo como es el maquiavélico emir de Katar,
Hamad Khalifa Al Tani.
La pretensión de este último de penetrar en la explotación
del petróleo libio, cuyo práctico monopolio creía garantizado el gobierno
francés tras negociar su apoyo militar al “gobierno rebelde”, trastocó todas las
piezas de aquel confuso tablero.
Ciertos observadores occidentales consideran que, tras la
audaz contribución militar del emir katarí en el conflicto, cambiando
súbitamente su papel de mediador por el de beligerante con el envío de sus
aviones Mirage para combatir la fuerzas
de Gadhafi, se escondía una estrategia de extensión de la influencia
wahabita, de la que es uno de los principales promotores junto con Arabia
Saudita, en el área y su consecuente desestabilización.
Ahora mismo, podríamos concluir que un carajal como el
provocado por la torpe diplomacia del voluntarista Sarkozy en Libia, y sobre
todo en el Sahel, podría proporcionarle a un político gris y de aspecto diletante,
tan parecido en muchos aspectos a nuestro inolvidable Zapatero, como es François Hollande, la oportunidad de
aparecer como un líder capaz de llevar a cabo una gesta pacificadora en la
región, con la derrota de los narcoterroristas saharianos, la liberación del
norte del país y la reconstrucción del estado malí.
A pesar de la opinión de muchos catastrofistas, el conflicto
desatado en el Sahel de hoy en día no se parece demasiado, en sus condiciones
estratégicas, tácticas y logísticas, al que se libra en Afghanistán. En opinión
de los expertos, este duraría varios meses y se iniciaría primero con la
derrota de la ofensiva jihadista en el sur, hasta conseguir finalmente su
neutralización definitiva en su bases de partida en el Norte, aunque podría
asimismo provocar algún desastre parcial.
Pero las fuerzas francesas, aun con un timorato apoyo de sus
aliados en los aspectos no combatientes del conflicto, tienen una abrumadora
ventaja en todos los aspectos, frente a unas bandas heterogéneas que adolecen
de una escasa cohesión militar y que parecen haber empezado su empeño por un
error monumental.
Este consistiría en haber planteado una ofensiva abierta sin
la menor oportunidad, en lugar de emprender una acción de guerrillas que
hubiese sido mucho más adecuada a la naturaleza de sus fuerzas, frente a un
ejército perfectamente adaptado al terreno y con varios años de experiencia y
endurecimiento en el conflicto afgano, como es el ejército francés,
Ese ejército ya es experto en operaciones africanas en
medios desérticos o semi-desérticos, estando constituido por hombres y material
perfectamente adaptados a esa clase de teatros. Además, posee bases militares y
logísticas en África occidental ( Tchad, Burkina Faso, Costa de Marfil etc), y
la metrópoli, a efectos de operaciones aéreas o reavituallamiento, se encuentra
a una distancia razonable.
Además, cara a los aspectos mediáticos de este conflicto y
teniendo en cuanta el carácter desértico del escenario, es previsible que se
produzcan unos daños en la población civil muy escasos en comparación con otros
conflictos recientes.
Y todo eso sin contar con la colaboración de los estados
limítrofes que, con la excepción de Argelia, no poseen unas fuerza armadas preparadas para un conflicto internacional, pero que aborrecen en general lo
que representan los narcoterroristas, impidiendo en consecuencia la creación de
esos santuarios que suelen ser indispensables para este tipo de campaña.
Tampoco cuentan estas bandas de forajidos con una población
afín entre la que camuflarse, como es el caso en Afghanistán, ya que los
habitantes de las aldeas saharianas aborrecen frecuentemente del
fundamentalismo islámico.
Si a ello añadimos la colaboración activa de Argelia, no
solo con la cesión de su espacio aéreo al paso de la aviación francesa, sino
con la participación de unas fuerzas armadas como las suyas, veteranas de
veinte años de lucha contra los islamistas, y que actúa habitualmente sin
muchas contemplaciones, la esperanza de victoria de los talibanes sharianos
parece muy escasa.
Veremos.
Y mientras tanto aquí, el culebrón catalán sigue
proporcionándonos su ración diaria de ocurrencias. Ahora resulta que el catalán
no solo es una lengua homologable a los grandes idiomas universales, sino que
entra de pleno derecho en la hasta ahora desconocida categoría de singularidad lingüística silente. Sí
señor. Como suena. O mejor dicho, como no suena.
La película muda
“Blancanieves” es la favorita en los V Premios Gaudí de la Academia del Cine
Catalán, a la mejor película en lengua
catalana. En fin, no es por joder, pero teniendo en cuenta que, según las
crónicas catalanas, su lengua fue prohibida durante treinta y cinco años por el
franquismo, esta manifestación insonora en ese idioma demuestra sin asomo de
duda que ese relato histórico es una falacia.
A una lengua que es capaz de manifestarse en silencio, es metafísicamente imposible aplicarle
cualquier decreto de prohibición.
Y es que, a fuerza de enredarse en su enmarañada crónica
victimista mezclada con una pretenciosa arrogancia cultural, estos amantes de
la sardana acaban siempre haciéndose un lío, y luego pasa lo que pasa…
Pero, ojo, tal vez cabría pensar que el mencionado silogismo
pudiera no resultar cierto, a pesar de todo. En esa nación ocurren cosas fantásticas
como la que sigue.
Una autorizada fuente en materia de fenómenos singulares de
la realidad catalana, como parece ser el Consejero de la Presidencia y portavoz
(sonoro) del Govern, Francesc Homs, acaba de dejar sin aliento, nunca mejor
dicho, a la comunidad científica internacional, al apuntar la posibilidad de que
el gobierno centralista-colonialista de Madrid pudiera estar planeando
declarar inconstitucional ese prodigio consistente en la aspiración de oxígeno
de origen inequívocamente catalán, y su correspondiente exhalación transformado
en dióxido de carbono, no menos genuinamente ampurdanés.
A los conocidos
sistemas de hematosis, o respiración, adaptados sus diversos hábitats por
los seres vivos, ya sean animales o plantas, hay que agregar, a partir de
ahora, uno descubierto por ese ilustre sujeto: consiste nada menos que en la respiración catalana.
Fenómeno genuino e inconfundible que distingue, al parecer sin error posible, a
los hombres y mujeres nacidos en esa nación.
Se trata sin duda, de otra impagable aportación a la ciencia
y el saber universales, llevada a cabo en el seno de esa admirable cultura, y solo
comparable en transcendencia al prodigioso invento de la patata, allá por los años
treinta, inestimable aportación llevada a cabo por el ilustre científico Popov,
miembro emérito de la Academia de la Ciencia Soviética.
Estas son las cosas por las que merece la pena vivir en estos
tiempos.
Si no te mueres de risa, claro.
Por delegación, y en vista de que el "gigante" Google parece tenerlos pies de arcilla de poca calidad, me permito publicar un comentario de querido amigo y cómplice Luis Español, que a él mismo le ha quedado "colgado" y sin colgar.
ResponderEliminar"El problema de todo ese lío es que Francia debe enfrentarse a dos dilmenas. El primero es si quiere seguir teniendo influencia en el África francófona y conservar algún negocio que no se hayan quedado los chinos. El segundo dilema, más humano, es del saber si una política exterior debe tener en cuenta a los malos o a sus víctimas, si la diplomacia debe como siempre cubrir con su generosa capa los crímenes de los chiflados sanguinarios o si se interviene en países sin ley para salvar inocentes aún sabiendo que los demás sátratas africanos gritarán: "¡colonialistas!". No me gustaría tener que tomar las decisiones... Observarás que Hollande hace finalmente lo mismo que hacía Sarkozy, porque al final la realidad tiene su propia lógica demencial que nada tiene que ver con oportunismos políticos."
Comme toujours, muy interesante, tocayo.
L.