Cuando alguien retó a los entusiastas miembros de la secta
pitagórica, poniendo ante sus narices la relación entre dos lados de un
cuadrado y su diagonal o, lo que es lo mismo, una raíz cuadrada de dos y el
primer número irracional, estos quedaron estupefactos.
A su excelso truco de ilusionistas matemáticos, basado en la
perfección esencial de lo par y lo impar, le acababan de descorrer el velo
de la racionalidad con el que mantenían embelesado a su público, y les habían
arruinado el numerito, nunca mejor dicho.
En su cosmología, el Límite,
severo vigilante que imponía la cordura a la universal propensión al caos, disciplinaba
de forma inflexible tanto a la Unidad
como a la Diversidad, mediante
determinadas y precisas medidas numéricas de proporción.
Los números, principio y fin de su cosmología, se organizaban en torno al símbolo de la Tetraktys. Una especie de triángulo constituído por La Unidad (1),origen del todo; la Díada (2) origen de lo dual, maculino/femenino, etc; la Tríada (3) lo triples niveles, celeste, terrestre, infernal, etc; el Cuarternario (4) los elementos tierra, aire, fuego y agua.
Todo ello era la Década (10); resultado de sumar 1+2+3+4 = 10= 1+0= 1, es decir el universo completo.
Los números, principio y fin de su cosmología, se organizaban en torno al símbolo de la Tetraktys. Una especie de triángulo constituído por La Unidad (1),origen del todo; la Díada (2) origen de lo dual, maculino/femenino, etc; la Tríada (3) lo triples niveles, celeste, terrestre, infernal, etc; el Cuarternario (4) los elementos tierra, aire, fuego y agua.
Todo ello era la Década (10); resultado de sumar 1+2+3+4 = 10= 1+0= 1, es decir el universo completo.
La progresión de los números se determinaba a partir del Uno o La Unidad,
que no era un número cuantitativo sino una esencia superior definida. De ella surgía La Díada, es decir, Dos Unos que representaban lo indefinido.(Olvidaos de la Diada Catalana por un momento)
De ambos se derivaban los números Uno y Dos. Y de la unión
de ese Uno definido o limitado, y del Dos indefinido o ilimitado, aparecían
el resto de los números.
Dicho así no parece gran cosa, pero aquellos
prestidigitadores construyeron a partir de esos aparentemente humildes
materiales nada menos que el concepto de lo
idéntico como la propiedad que poseen las cosas de ser ellas mismas, simbolizado
por número Uno, o la idea de lo diferente, simbolizado por el Dos.
Ese conjunto de lo idéntico
y lo diferente, al mismo tiempo,
constituía la totalidad de lo verdadero.
El mundo era limitado/idéntico
y el universo ilimitado/diferente. El mundo
ocupaba el centro del universo y este le rodeaba. Relacionándose ambos en
virtud de parámetros numéricos que determinaban la armonía del conjunto.
En definitiva, lo verdadero, todo lo que existía universalmente, eran números, cuya relación era
racional para aquella animada banda
de optimistas que observaban a sus congéneres con una escéptica mirada de
suficiencia.
La aventura pitagórica está envuelta en su misticismo y su
inmoderada tendencia al secretismo, ascetismo y vegetarianismo radical. Todo lo
cual hace de esta secta una especie de precursores del esoterismo y tal vez,
que me perdonen los aludidos, de la masonería. Su pasión por símbolos
geométricos no puede ser más análoga, así como sus referencias a la ciencia
matemática como religión.
Pero, como he dicho, la aparición de la irracionalidad, como cualidad de algunos
números desconocida para nuestros héroes, fue descubierta para colmo en el
propio territorio de la geometría, tan querido y frecuentado por los alumnos
del gran sabio de Samos.
Y toda aquella fabulosa peripecia acabó con estos sumidos en
una profunda perplejidad, de la que ya no levantarían cabeza.
Con historias apasionantes como esta, uno no puede por menos
que establecer ciertas curiosas analogías (probables síntomas del desconcierto
que le produce la época presente) y reflexionar sobre la deriva numérica que se ha producido en el rumbo de la historia
reciente, cuya derrota nos lleva directamente al reino absolutista del Dios Dígito.
Sustituyamos al los sagrados Uno y Dos pitagóricos,
por los Uno y Cero de los algoritmos binarios,
y nos hallaremos en pleno territorio digital.
¿Significa esto una especie de retorno al universo
pitagórico? La pregunta sería una estupidez retórica si la planteásemos en
términos científicos.
Pero, lo que es indiscutible es que la pretensión de
aquellos sofistas de encuadrar el universo en un espacio eminentemente
numérico, por oposición a cosmologías coetáneas ajenas al mismo, tiene una relación
directa con esta otra oposición establecida actualmente entre un sistema de
razonamiento llamado analógico, con sus premisas y conclusiones, y otro
denominado digital, de naturaleza eminentemente tecnológica.
Oposición que parece abocada irremediablemente a la derrota
aplastante del primero a manos del segundo.
¿Habrá retornado Pitágoras, como lo han hecho otros brujos a
lo largo de la historia? ¿Estaremos sufriendo las consecuencias de su
matemático cabreo?
En cualquier caso echadle un vistazo al número 2013 de ahí
arriba y a su versión inversa. Por lo menos esos números, vistos así, parecen
bastante estimulantes. ¿O no?
Qué queréis que os diga, tal como están las cosas… algo es
algo.
Por cierto, ¡feliz eros!
Por cierto, ¡feliz eros!
Mi amigo filósofo Mark Moorman, ha comentado:
ResponderEliminarAs a fellow dilettante with an interest in philosophy it was a pleasure to read your accurate account of Pythagorean numerology, its possible foreshadowing of our 0/1 digital age, and to learn that 2013 mirrors into Eros. I hope, for Spain's sake, that Eros' father Poros trumps his mother Penia in 2013.
Querido Saco: Consta que Pitágoras se formó en Egipto, donde le envió un viejísimo Tales. Allí bien pudiera ser que aprendiera el teorema de su nombre.
ResponderEliminarNo sería de extrañar, que los actuales masones siguieran con los números, y la escuadra de lados desiguales que utilizan de símbolo sea aquella que cumple la regla de 3 unidades, 4 unidades en ángulo recto que dan exactamente 5 unidades de medida al unirlos, en Egipto lo llamaban Codo de Hours o algo así.
Buenísimo artículo, que refleja el problema que supuso los números irracionales y que costó una carnecería a los pitagóricos de Sicilia