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viernes, 23 de diciembre de 2011

¡Cuerpo a tierra! ¡Viene la derecha!

Siempre supe que nunca formaría parte de ningún colectivo, más allá del de los mamíferos omnívoros, con capacidad de pensar. O sea, lo que conocemos como la especie humana.
Y con los años no he hecho más que reafirmarme en esa convicción.

Cuando constato la disciplina inconsciente (que es la buena) de quienes en los guateques rechazan pertenecer a ninguna opción política “pero…”, reconozco la esencia misma de lo que para mí es la verdadera militancia. Bastante días antes de la toma de posesión del nuevo gobierno, de hecho desde que perdieron las elecciones, las fuerzas del progreso ya se saludaban con una frase más o menos común : “prepararos con lo que se nos viene encima”.

Toda una prodigiosa síntesis de lo que hoy y aquí constituye al actitud de quienes representan a la izquierda estética. Es decir, a la única izquierda sobreviviente de la ruina de 1989.

Para empezar, la expresión de su victimismo esencial. No hay una actitud mínimamente crítica hacia las causa de la derrota. Se espera el desastre con un espíritu fatalista, propio de los mártires vocacionales. Estos virtuosos de la derrota, encuentran en ella el alfa y el omega de su existencia social. Como todos los colectivos minoritarios, nacionalistas, gays, leninistas del último día, artistas en paro, etc. suelen tener en común muchas cosas, pero la que no falta nunca es una celebración que recuerda “la derrota fundacional”. Ya sea la del 1 de Abril de 1939 para los republicanos, la del 11 de septiembre de 1714 en Cataluña, la permanente persecución homófoba que resumen en el día de su orgullo los sarasas, el aplastamiento de los proletarios en el 1 de Mayo, el día de llanto palestino, y así hasta la extenuación.

¿Cómo diablos va a haber un colectivo de agredidos históricos que se precie, sin un día que señale el principio del sufrimiento sin fin que los certifica como víctimas?

Luego, ese alimento imprescindible de la paranoia que representa “la amenaza”. ¿La amenaza de qué?¿pues de qué va a ser? De la derecha, naturalmente. La gran confabulación de los poderosos que van a acabar con las míseras ventajas que los trabajadores habían conseguido arañar con su heroica lucha. La tal confabulación no debe ser tan poderosa cuando no ha sido capaz de acabar con los pobres proletarios en el curso de la historia, a pesar de que estos no han cesado un instante de advertirnos sobre la inminencia de la catástrofe.

También hay en la frase/consigna/eslogan, una conminación a extraer de nuevo de los zulos de la honestidad sin fallos de la izquierda, las armas habituales de la resistencia a la opresión. Pancartas con nuevos e ingeniosos eslóganes como lo fue en su día el “Nunca Mais”.

También alianzas estratégicas con aquellos indignados contra el anterior gobierno, a los que se les mostrará su error, proporcionándoles masa crítica y los recursos políticos necesarios para sacarlos de su amateurismo pueril. Luego vendrán las protestas contra los recortes de esos “derechos naturales” de los que ya he hablado otras veces suficientemente.

Y por último, las resistencias numantinas que plantearán los restos del naufragio de las infinitas “agencias nacionales de perjudicados” creadas por el camarada Z para pescar votos entre artistas en paro, malcasados y maltratados, sujetos de sexualidad exótica, nietos de represaliados, y otros simpáticos pícaros, cuyo desmantelamiento espero que constituirá uno de los primeros objetivos de ajuste económico del nuevo gobierno.

He encontrado en un link de uno de mis amigos progres esta perla, que no me resisto a pegar aquí, como ilustración a lo que viene más abajo. (Podéis pincharlo) se titula : Carta de una madre a Soraya Sáenz de Santamaría, y uno de sus impagables párrafos dice así, (ojo al estilo)

(…)“Te voy a explicar lo que significa que tú estés currando a una semana de dar a luz. Voy a explicarte muy clarito las implicaciones que tiene tu sentido absurdo de la responsabilidad y tus ganas de pegar el careto.
1.- Conseguir que las mujeres tuvieran derecho a un permiso de 16 semanas para cuidar de sus hijos, ha costado mucho trabajo y esfuerzo. Ha exigido concienciar a los empresarios y empleadores de lo necesario que era ese periodo de tiempo para cuidar al bebe. Son 16 semanas, sé que se pueden hacer largas por propia experiencia, pero tampoco son un periodo tan largo como para que no hubieran podido pasar sin ti en tu supercurro. Que tu aparezcas a la semana de dar a luz en el curro…lo que dice es “las 16 semanas son superfluas…se puede volver a currar en cualquier momento”. (…)

Y así todo. Forma y fondo.

Naturalmente de los individuos de los que yo hablo aquí, son gente de órbitas cercanas a mí, desde los tiempos en los que creía que los pájaros mamaban. Cultivo la ambigüedad de mí relación con ellos, sin molestarme lo más mínimo en deshacer un malentendido perfectamente entendible, cuya desactivación representaría un esfuerzo intolerable para mí incurable pereza. Es verdad que debería reflexionar un poco sobre la curiosidad antropológica, y sin duda un poco morbosa, que me suelen provocar sus solemnes declaraciones y lamentos, aunque reconozco que suelo dosificarlas convenientemente. No vaya a ser…

Pero todos son gente inteligente; creativa y capaz… También pertenecen a estratos sociales y culturales diversos, tanto de origen como de desarrollo personal. Constituirían un panel muy variado, si no fuera por la homogeneidad de su respuesta política. Tan extrañamente homogénea que me cuesta trabajo aventurar una hipótesis respecto de la naturaleza del nexo que la hace posible.

Debo reconocer que la conclusión a la que he llegado me resulta especialmente repugnante. Creo que el sentimiento que planea inexorablemente en la mente de estas personas y que condiciona y matiza las evidentes contradicciones que les debería enfrentar en teoría, es el odio.

El origen de esa pasión desmedida que es el odio, siempre es muy confuso. Seguramente obedecerá más a una desafortunada combinación de experiencias vitales adversas, que a una desgraciada única causa.

Pero en el contexto en el que estoy planteando hoy la cuestión, interviene otro factor aparentemente absurdo pero que no lo es tanto si pensamos en la escasa carga cultural que soportan habitualmente las generaciones educadas en el franquismo. Ese factor es el frecuente e insospechado carácter hereditario del odio político, o bien su vertiente histórica antagónica, la venganza del Edipo progre contra el Layo falangista.

Esa emoción ciega que es el odio, descoyunta de tal manera la estructura mental del sujeto afectado, que el debate con él queda invalidado ante la incapacidad de acordar unas premisas mínimas para la discusión. La capacidad discursiva de la que esas personas han hecho gala en la multitud de ocasiones en las que uno a debatido con ellas de temas diversos, se esfuma súbitamente en el momento de abrir el debate político.

Cuando se manifiesta esa fobia suele estar dirigida contra alguien concreto. El odio indeterminado es siempre la base, pero para experimentar sus efectos benéficos el odiador necesita una bronca más personal, más próxima; al fin y al cabo no se puede apuñalar a una idea.

Lo malo de todo esto no son, aunque lo sean, las pequeñas quiebras en el afecto que el tiempo no solo no cicatriza sino que agrava, sino más bien la sensación de estar en presencia real de una de las causas más frecuentemente aventuradas para explicar el histórico fracaso de la convivencia entre los españoles.

El odio es uno de los sentimientos más contumaces que afectan al ser humano. Parece un estado de espíritu irreversible. O no tiene marcha atrás o, en el caso hipotético de que se produjera una curación, el sujeto queda en una especie de estado catatónico, como si con el odio se hubiese desvanecido todo signo de vitalidad. El odio ocupa el centro de la vida, una vez que se instala. Se constituye en el objeto de vivir.

Así mismo, cuando esa manía patológica es comunitaria (¡el odio une mucho!) suele crear unas condiciones de realimentación muy eficaces, como sucede por otra parte con toda secta. A los rituales tradicionales, reuniones, tertulias, manis, guateques y otras complicidades, se han añadido ahora los trasmallos virtuales en los que la estimulación mutua y colectiva, mantiene con pleno vigor esa “saludable” fobia compartida.

Lo grande del caso es que ese deprimente colectivo está constituido por personas con una realidad socio-económica desahogada, muchas veces con origen en oportunidades y subvenciones proporcionadas a lo largo de su vida profesional por gobiernos situados en el “lado oscuro” del espectro, o sea “la derechona”, y para cuya obtención estos seres suelen disponer de una rara habilidad.

En fin, lo cierto es que no creo que a pesar de la frase que ha justificado toda esta tabarra, estos chicos vayan a sufrir tampoco esta vez grandes percances en su condición de burgueses acomodados.

Y eso si no ascienden; que esa es otra.

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