Había pensado usurpar por un instante al crítico de teatro, para hacer la crónica de esa nuevo avatar de la inacansablemente versionada “Comedia de un Rechazo de la Violencia”, y cuyo estreno acaba de tener lugar en las Vascongadas, cuando ha llegado a mis manos la notícia de la venta, en la sala Chistie’s, de un retrato de la actual Primera Dama de Francia, Carla Bruni, por un cerro de pasta. Cuando he echado un vistazo sobre la “obra maestra”, no he podido resistirme a comentarla.
Mi nunca suficientemente glosado maestro de la vida, Georges Brassens, ya nos había dejado hace muchos años una declaración de principios respecto de sus preferencias, en torno a los pesos y medidas en lo que a una mujer se refiere.
“Remball’ tes os, ma mie, et garde tes appas,
Tu es bien trop maigrelette,
Je suis un bon vivant, ça n’me concerne pas
D’étendre des squelettes”
Que sería algo así:
“Empaqueta tus huesos, cariño, y esconde tu cebo,
Estás demasiado delgadita,
Yo soy un vividor, no me interesa
Tirarme esqueletos”.
Todos vosotros , mis queridos amigos, habreis entendido sin duda que GB no es un misógino (a pesar de una determinada canción), ya que de lo que él habla es de la “cantidad” y no de la “calidad”. Él y yo hemos sido, y yo aún lo soy, unos grandes amantes de las mujeres, y en cualquier cielo en el que se encuentre cuidará su reputación de “courreur de jupes”. Dicho sea con toda mi indiferencia hacia las walkyrias de la igualdad, y otras similitudes de género y número, los equeletos tampoco forman parte de mís fantasmas sexuales. Por ahora.
Pero la foto de marras me sugiere algo más que una simple estafa más, urdida astutamente por los que conocen muy bien otro tipo de fantasmas y adicciones. Existen personas que, al margen de que sean conscientes o no del hecho, encarnan simbólicamente, en el corto plazo, la evolución de los tiempos que les han tocado vivir. Carla Bruni se ha encargado de mostrar públicamente, a lo largo de su todavía corta existencia, toda una serie de tendencias efímeras, pero asumidas por el inconsciente de millones de seres, que van desde la aspiración a figura mediática de segunda fila, como acompañante de ídolos populares, pasando por la imagen ideal de la joven canta-autora, o por la obsesionante ocupación de la pasarela que padecen miles de jovencitas, hasta alcanzar su indispensable papel emblemático en la ambición política de la toma de poder, al que su “posesión” añade la joya de la corona.
Y, claro, en una fulgurante carrera como la suya no podía faltar el período anoréxico, que ha constituído toda una época reciente de la adolescencia femenina. Pero su poco frecuente capacidad de adaptación, fruto seguramente de un instinto infalible de conservación de la trayectoria, y unas circunstancias favorables de origen y eficaz administración de los éxitos adquiridos, le han permitido salir de ese tenebroso tunel de la desnutrición, en el que tantas jovenes, menos afortunadas o más inconscientes, han perecido o se ven condenadas ha arrastrar el resto de su lamentable existencia.
Contemplar una imagen actual de la Bruni, en su explendorosa plenitud de mujer, y compararla con esa otra, en la que más bien se aproxima a la de un ser rescatado de un campo de concentración, no sé si me inspira un sentimiento de optimismo o todo lo contrario. Lo digo porque el mismo hecho de que parezca un conmovedor espectro, que me retrotrae a mis más amargas reflexiones sobre la maldad humana, cuando en realidad el “campo” del que ha escapado es, únicamente,el resultado de una alienante obsesión fruto de los modelos que se imponen irresponsablemente, no descarta la existencia de graves síntomas sobre el estado actual de la mente de muchos colectivos.
Por otra parte, y aún a riesgo de parecer demagógico, hay otras semejanzas de imagen muy turbadoras, como son las de muchos seres pertenecientes a esa vergonzosa realidad que es el hambre en muchos lugares del mundo.
Si no fuera porque el spot, el atrezzo y el estilismo del retrato lo distinguen suficientemente de la foto-reportaje de un envíado a Somalia, la escasa densidad de grasa corporal en ambas imágenes constituíria la irrefutable prueba de lo similares que somos todos los seres humanos, cuando padecemos un deficit de proteínas.
Tal vez la evolución de la imagen de la Sra. Sarkozy, salvando las distancias, podría aportarnos la prueba ilusionante de que mientras hay vida hay esperanza.
Aunque sea muy remota.
Saco amigo, lo esmirriado es la antítesis de la lujuria. La sabia naturaleza vuelve estériles a los famélicos/as. Se olvida de la reproducción para dedicarse a la supervivencia.
ResponderEliminarDios confunde a los que quiere perder y nos impuso la moda famélica que es castigo divino para dejarnos sin libido ante tanta foto pseudo-erótica. Es una venganza contra los fans de Onan. ¡¡Pobre Sarkozi!! ¡¡pobre madre de Carla!!. Lo que cuesta sacar adelante un bebé, para de mayor se te haga famélico y medio cadáver por propia voluntad.
Es difícil resistirse, queridos tocayo y J.L. a le necesidad de proclamar la Revolución de las Curvas. Hay artistas con cierto grado de perversión que necesitan extraer lo feo de lo bello y lo malo de lo bueno. Julio Romero de Torres, por ejemplo, no pintó a la mujer morena sino a las putas tristes. Y el artista que ha perpetrado la imagen de arriba necesitaba de alguna forma humillar la belleza y la dulzura de Carla Bruni... Si no me dicen que es ella, no la reconozco...
ResponderEliminar