Como era de esperar, la red se ha atiborrado de interpretaciones, imprecaciones, indignaciones, y estupideces a montones, con el titular común de BIN LADEN. Dejando a un lado el ochenta por ciento de las manifestaciones, por no poseer el mínimo nivel de dignidad cultural exigible, queda un veinte por ciento que se debate entre la perplejidad y la desconfianza ante los datos publicados por los medios. Me he estado preguntando por los procesos mentales de estas personas de buena fé y las causas de su aparente desamparo, ante un hecho que, como poco, debería hacerles propender al optimismo. Creo yo…
La mala noticia es que una porción de estos buenos ciudadanos andan a la búsqueda de algo que, si siempre parece quimérico, en ocasiónes como la presente redobla la dificultad de ser hallada: la verdad. De entre los artículos que he encontrado referidos a este tema ha habido un par de ellos que me han inspirado un posible análisis de la naturaleza de la verdad en un caso como este, y es el siguiente:
Aviso: si hay en la sala algún ingenuo (o algo peor) que espere enterarse de la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad en el asunto de la muerte de Oussama Bin Laden, que vaya encargando una butaca y un cucurucho de copos de maíz para entretenerse, porque tiene para rato.
« in wartime, truth is so precious that she should always be attended by a bodyguard of lies”“En tiempos de guerra, la verdad es tan preciosa que es preciso rodearla siempre de una escolta (bodyguard) de mentiras”. Lo dijo alguien que tuvo que convencer con mucho esfuerzo a todos sus amigos de que acabar con los nazis era la prioridad absoluta de aquel momento: Churchill. Y a la colosal mentira que urdió para ocultar hasta el último día el mayor secreto de la Segunda Guerra Mundial, la Invasión de Normandía, le puso precisamente el nombre de “Operación Bodyguard”.
Reconozcámoslo o no, todos (o al menos yo) nos aproximamos a asuntos de esta índole en base a la incorrecta y simplificadora retórica de buenos y malos. Sólo para entendernos, claro. Y, en esa retórica, es evidente que los malos siempre mienten. Porque, como es bien sabido, los malos detestan la verdad. Ahora bien, algo viene sin embargo a complicar las cosas, y es que los buenos mienten también. Para despistar a los malos, como es natural. Je, je…
Alguien bienintencionado se preguntarà ¿pero bueno, qué broma es esta?
Nada de bromas socio. Desde que nuestro primer autor de novelas de Salgari, o sea el tío Homero, nos explicó como los astutos Aqueos se hacieron recibir por unos Troyanos dentro de un caballo de madera, y estos encantados con su juguete, los homenajearon con con una suntuosa verbena (la última), quedó establecido que cualquier engaño, falacia o emboscada constituyen un medio tan honorable como cualquier otro de joder al malo (con perdón).
Y si nó que se lo pregunten al bosquimano de la peli (El mundo está loco) cuando descubrió que el chimpacé metía la mano en el hueco del arbol donde nuestro amigo le había dejado “generosamente” un montón de sal, y trataba inultilmente de sacarla con un puñado, sin fijarse que con la mano llena no llegaría nunca a extraerla por la estrecha rendija del tronco. Bueno, en realidad lo que había descubierto el simpático bosquimano era que el chimpacé era un chimpacé precisamente porque no había conseguido llegar a ser humano, e inventar la rueda de radios para la bicicleta.
Ante Ciliga, un troskista croata (y gran descubrimiento tardío de Jorge Semprún), que fué uno de los primeros comunistas que denunciaron las dudosas ventajas de su rojo paraíso, proponía un aforismo muy esclarecedor respecto del tema de las mentiras tácticas. Y mira tú si no lo sabría él, antiguo y entusiasta propagandista del leninismo que fué durante años. Decía así: “ …en el reino de la falacia desconcertante, todos caminamos desorientados. Lo cual no es en sí mismo un gran problema, siempre que estemos al tanto de ello, claro está”.
Anton tenía razón. Y yo añadiría que, acuciados por nuestro miedo a la muerte, al pecado, al fracaso o al error (que es todo lo mismo), cada catecúmeno arrimará su perplejidad al ascua ideológica o religiosa que más caliente, en busca de argumentaciones homologadas. De todos es conocido el prestigio del que gozan las ideologías y otras religiones como refugios. Refugios perfectos en estos casos, ya que la Fé no entiende de verdades ni mentiras. Ella es la Verdad. Y punto.
Yo, a lo único a lo que puedo arrimarme es a los hechos esenciales ya que, desafortunadamente para mí, no gozo de ese privilegio que es la credulidad y me conformo con un mísero (pero confortable) escepticismo. En este caso preciso los hechos conocidos, en mí opinión, son los siguientes:
–Una peligrosa alimaña conocida por Oussama Bin Laden recorre ansioso los cuatro rincones de su Paraíso a la busca de una recompensa sangrientamente conseguida (o sea como su dios manda), y consistente en 72 niñas de edad tierna, vígenes, por supuesto, ahora y para siempre.
–Una unidad especial del Ejército de los USA, ha contribuido decisivamente en poner al mencionado sujeto en la senda de su búsqueda.
–El presidente de los USA, Mr. Obama, ha dirigido personalmente la operación, asumiendo esa responsabilidad públicamente ante el mundo entero.
–El rufián musulmán había sido localizado en pleno Pakistán, en una localidad de guarnición militar, y a escasos 300 mtrs. de una Academia Militar
–Los especialistas del Ejército de los USA han llevado a cabo la operación mediante los medios y protocolos própios de una intervención en territorio hostil.
–Los devotos del Consejo de Seguridad de la ONU, han podido escuchar la inmediata legitimación de la operación por parte de este organismo, así como la expresión de su satisfacción por la desaparición definitiva de la perla yemení.
–Los militares yankees se desembarazaron, a continuación, de los despojos del interfecto, en alta mar.
Pues bien amiguitos, estos son para mí los hechos desnudos. Todo lo demás es pura especulación o pura intoxicación. Dependerá del lado en el que se encuentre la antena emisora. Y ambas purezas se sostendrán en pié mientras esperamos el estreno de la superproducción de Hollywood en la que se aclararán definitivamente los detalles verídicos, de lo que en realidad sucedió una noche de Mayo de 2011. En una remota ciudad de Pakistán.
Hasta entonces, como diría el malogrado Gral. Custer: “…no hay más terrorista bueno que el terrorista muerto”.
Amén.
Querido amigo, me hace mucha gracia tu genial comparación entre el caballo de Troya y las lógicas mentiras churchillianas. Goza como yo de la verdad oficial. La verdad oficial permite dormir por las noches, sin pensar en lo que dirá uiquilics dentro de treinta años. Hace años se publicó este artículo sobre las verdades oficiales. A lo mejor te divierte...
ResponderEliminar"este artículo" es una magnífica y extremadamente pertinente reflexión.
ResponderEliminarPero ¡maldita sea! te juro que no lo había leído, antes de escribir estas dos columnas. Aunque parezca mentira.
Palabra.