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domingo, 3 de abril de 2011

Los Trasmallos virtuales.

Cuando yo era niño, y toda mi pasión pendía de una caña de pescar, oí hablar por primera vez del Trasmallo. Los marineros, nuestros maestros pescadores, echaban pestes del Trasmallo. Lo responsabilizaban de las malas pesquerías que hacían y pronosticaban una próxima e inexorable ruina para su oficio. ¿ Y en qué consistía el objeto de aquella especie de fobia que iba apoderándose de las conversaciones, a menudo picantes e ingeniosas, de los marineros para convertirse en un monotema casi obsesivo ?

El Trasmallo es un arte de pesca de gran efectividad, que seguramente se deriva de otros anteriores, pero que en el litoral donde yo me hacía adolescente apareció hacia mediados de los años ’50. Es un arte de red de enmalle constituído por tres mallas paralelas, de donde le vendrá seguramente el nombre. No voy a describirlo aquí, ni a explicar como funciona. Solo diré que, como predijeron auquellos sabios profesionales, la aparición del trasmallo cambió el panorama de la pesca de bajura. Para peor. Y de paso contribuyó a que yo, al mismo tiempo que me crecía el bigote, buscase otro tipo de caladero en el que las presas no tenían escamas.

O eso creía yo, pero esa es otra historia.

Dígamos que el verbo “enredar” deriva del sustantivo red, como arte de pesca, y por lo tanto tiene un origen marinero. Se refiere a la captura de un pez cuyas aletas espinosas o agallas se enmarañan en el tejido de una malla. Casi naturalmente, un resultado tan eficiente conseguido mediante un mecanismo tan astutamente ingenioso, como era una red o malla, inspiró de inmediato el desarrollo retórico del concepto. Y así inventamos la acción de enredarse.

Enredarse posee una connotación negativa. Quien se enreda, como el pez, está atrapado; inmovilizado. Pero ello no responde obligatoriamente a una acción transitiva. Te puede enredar un trilero con la malla de sus tres cartas, sus habilidosos dedos y tu ambición, pero también te puedes enredar tú solito, extraviándote en los meandros de tu discurso o acción, y quedando al devalo, al haber perdido de vista tu primer propósito.

Pero una red es, asi mismo, toda organización estructurada en torno a las interconexiones de sus elementos. Antes, las redes eran cosa de empresas o estados y cosas así. Como la red eléctrica o la telefónica. Nada nuestro. Hasta que que, de pronto, apareció LA RED. Así, con mayúscula. La red de redes. Más conocida por Internet. En aquella misma época de mi niñez, de la que os hablaba, mis colegas y yo no sabíamos ni una palabra de ingés. Miento. Sabíamos una porque jugábamos al pin-pon, y cuando la pelota de saque pasaba al campo del adversario, pero había tocado la red, había que repetir el saque porque había sido “net”. Net=Red.

La red Internet es un invento maravilloso como todos los que surgen de la mente humana. Otro cantar es lo que hacemos con ellos. De entrada, vivimos una época en la que para la adquisición de conocimientos, de conceptos, se ha ido rebajando el precio –el esfuerzo requerido para su comprensión– hasta hacerlo innecesario, o sea, hasta hacerlo gratuito. El término “social”, es aplicado a cualquier cosa a la que se le haya abolido su valor. Gratis para todo el mundo. De esta manera se nos nos iguala a todos al nivel del mayor capullo del coro. Igualados por “abajo”.

Lo “social” hacía referencia, en origen, a algo compartido colectivamente. Sin más. Como un adverbio de modo. Hasta que ese saco de malicia que fue Karl Marx le atribuyó la condición de protagonista histórico, al editar ese engendro conceptual que es el término “justicia social”. Éxito total. Ahora ya no hace falta ni siquiera conocer su origen ni su significado. “Social” es como “solidario”. Es como “guay”… Es lo que tiene que ser. Lo correcto. Pero, sobre todo, lo que es “social” es GRATIS.

Hoy en día, el concepto de “estado providencia” está tan sumamente metabolizado por el personal, que todo lo que NO es gratis –para todo ser nacido, y por el simple hecho de haber nacido– es una pura injusticia. Asi que la aparición de Internet, que es GRATIS –una vez que papá fetén o papá estado, han cumplido con su obligación de proveer de un ordenador y una conexión– ha venido a corroborar el sacrosanto principio de “igualdad”.

Y claro, como no podía ser de otra manera, aparecieron las “redes sociales”.

Cuando el trasmallo se convierte en una mala arte, es cuando deja de ser un “arte claro”, con luz o abertura de malla adecuada, para convertirse en “arte ciego”, o sea con una luz de malla mínima en el que quedan atrapados los alevines o inmaduros. Eso ocurre cuando se calcula esa abertura a partir de la talla del más canijo. De nuevo, igualando por “abajo”.

Las llamadas redes sociales son trasmallos. Algunos tienen escala pelágica. Redes de altura, como Internet. Otros son volantas de bajura, Facebook, Twiter, etc, “artes ciegos” en los que a veces los pescadores perdemos plomos y aparejos. Pero en ellos viven, encantadamente enredados en su sortilegio, los alevines que nunca crecerán. Unos inmaduros cuya escasa personalidad se ha evaporado definitivamente tras un seudónimo y que danzan sin cesar, seducidos por un eterno y estremecedor raquitismo.

Eso sí, muy “social”. Que conste.

1 comentario:

  1. Extraordinario tu artículo, tocayo, muy bien escrito. Muchos bancos de pececillos siguen enganchados -eso es real- a sus irreales seudónimos. En el fondo, no es distinto ese enganche a los de otras adicciones como las drogas que esquilmaron varias generaciones desde finales de los sesenta. El proceso es siempre el mismo: buscar fuera lo que tenemos dentro pero no nos atrevemos o no sabemos conseguir; e igual de destructivo. Hay quien para ligar necesita mamarse, y quien no se atreve a ligar si no es por interné. Igual de insano en los dos casos.
    Lo único bueno de la Red es que aparte de la miopía, artritis en los dedos o problemas de espalda y almorranas por pasarte el día sentado, no te produce las devastaciones físicas de las drogas químicas; y si un día se cuelga la Megared, los enganchados se pondrán muy tristes pero seguirán vivos, mientras que los que pillaron el sida con un pico se siguen muriendo aunque dejen de drogarse.
    Me gusta tu alusión a las chavalas que tienen escamas, sí, pero no de pez, sino de lagartonas... (que en francés sí que son genero marítimo, las morues).

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