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martes, 20 de marzo de 2012

Algunas preguntas sobre un matón

Fue en Toulouse. Iba en una scooter y empezó a disparar.

¿Pude uno imaginarse qué le pasa por el alma a quien empuña un arma y desde el asiento de un scooter apunta fríamente a un niño de tres años y aprieta el gatillo? ¿qué piensa mientras ve como ese pequeño cuerpo sale despedido por el impacto y sin apenas alterarse, como demuestra su mortífera puntería, repite su gesto sobre otras dos criaturas de seis y diez años, antes de abatir a su maestro?

No sé si es esto lo que están pensando los numerosos periodistas que estos días han emprendido una especie de concurso de hipótesis para ver quien acierta al final en su apuesta por dibujar con mayor precisión el perfil del asesino.

¿A quién pueden importarle ahora mismo los “rasgos” o “motivos” de una bestia con aspecto humano que anda suelta realizando, o sea haciendo real, un delirio inspirado sin duda por toda una cultura de la banalización de la violencia, en la que uno de cado dos adolescentes se acuesta a diario después de tirotear, aplastar, acuchillar, incendiar, atropellar, aplastar, disolver con acido o partir por la mitad con una motosierra, a unos cuantos cientos de seres virtuales de un realismo aterrador?

Epopeya esta que le proporciona no sé cuantos cientos de puntos en el videojuego en el que va construyendo, muerto a muerto, su autoestima. Que es de lo que se trata, según parece.

¿Cómo planificó el monstruo del scooter el desarrollo de su hazaña con el sorprendente éxito obtenido hasta el momento, y que le va a proporcionar, al parecer, la oportunidad de sumar unos cuantos puntos más en su siniestro y malvado juego, si alguien no lo evita inmediatamente?

¿Habrán tenido algo que ver las prolijas y detalladas exposiciones que nos proporciona esa llamada policía científica, que llena nuestras pantallas de televisión, sobre las sofisticadas estrategias criminales a las que combate con unas no menos complejas operaciones de averiguación y búsqueda de pruebas?

No se trata de promocionar una cultura buenista y acomplejada que aparte nuestra vista del lado más oscuro de nuestra naturaleza humana. No.

Más bien deberíamos reflexionar seriamente sobre las consecuencias de una especie de saturación de violencia que, una vez más, demuestra lo difícil que es, por lo que estamos viendo, el quitar el freno de una represión estúpida provocada por décadas de prejuicios bastardos y toda clase de tartufismos, sin que el vehículo de nuestra observación de la realidad no se despeñe por el obsceno barranco de la banalización de todo.

El asesino puede ser miembro de una secta. O estar poniendo en práctica un siniestro juego. Puede que sea el miembro más decidido de una banda de extremistas neo-lo-que-sea. Puede que le hayan excluido del ejército. Puede que su mamá no le haya querido. Qué más da.

Lo que a mí me parece más relevante es el simple hecho de que se haya decidido a hacerlo. Ese instante preciso en el que pasó del delirio ideal a la barbarie real. Cuando creyó simplemente que ERA POSIBLE.

Después de interesarme, como me sigo interesando, por el misterio del mal absoluto que fueron capaces de instalar los nazis en una de las sociedades consideradas más desarrolladas y cultas de la época, una de las conclusiones a la que he llegado es que aquellos rufianes, en su radical analfabetismo, llegaron a imaginarse un mundo en el que todo ERA POSIBLE, incluso sus más delirantes proyectos.

Y lo malo es que cuando te convences de que algo imposible es posible, a pesar de las barreras morales que podrían en principio hacerlo parecer así, solo tienes que ponerte en marcha y llevarlo a cabo, demostrando que sí lo era. Después de abolir aquellas barreras, naturalmente.

Si aquello fue posible en una sociedad de ochenta millones de seres instruidos, sanos, bien alimentados y ejemplares ciudadanos ¿cómo no lo va a ser para un mocoso inmaduro, cuya única pretensión pude ser la de que su cara llena de granos puede empezar a verse en la televisión y a llenar las primeras páginas de los diarios?

Ya se encargará alguien de aprovechar esta movida en plena campaña electoral. No tardarán en aparecer esos que no pierden nunca una oportunidad. Los que son tan miserables que se conforman con guardarse la moneda en el juego de cara o cruz cuando nadie se dé cuenta. Los de siempre.

También aparecerán los antirracistas. Son esos personajes que, tal vez porque no están muy seguros de sus convicciones, no paran de berrear demasiado alto y demasiadas veces que a ellos las raza no les importan nada. El asesino mató a unos militares. Magrebíes y antillanos. Y a tres niños y un enseñante judíos. Ni blancos ni cristianos. Para ellos la cuestión estará pues zanjada en un plis-plas. La extrema derecha y arreglado.

También lo arreglaron en su día con los nazis y sus atrocidades. Eran unos monstruos de extrema derecha y arreglado. Ya.

La mala noticia es que los numerosos atentados antijudíos de los últimos años en Francia no se pueden atribuir a la extrema derecha. Fuero en su inmensa mayoría llevados a cabo por un antisemitismo new-age relacionado con el islamismo o con el conflicto arabo-israelí.

Pero, así como en el caso de la barbarie nazi la “explicación” de los hechos encontró en un primer momento únicamente una especie de descripción mecánica, porque la reconstrucción del mundo y la necesidad de olvido eran indispensables entonces, y cuando las aguas volvieron a su cauce algunos empezaron a tratar de entender lo inexplicable, también ahora, ante este tipo de tragedias, es igualmente indispensable indagar sobre las condiciones en las que se producen.

Sobre todo porque, si no acabas por tener una idea más o menos clara sobre lo que pasó, cabe la posibilidad de que vuelvan a reproducirse las condiciones adecuadas para su repetición, y te vuelva a coger desprevenido.

La pregunta pues no es ¿quién está detrás de él? La verdadera pregunta es:

¿Cuántos hay como él?

1 comentario:

  1. Tienes mucha razón en tus consideraciones y además nos desahogamos los dos.
    Ya conoces mi opinión sobre los sicópatas que buscan castigar a sus imaginados enemigos y persiguen la publicidad. Lo comentamos con ocasión de la matanza de Oslo. Como todos los asesinos, son mediocres y desprovistos de cualquier interés humano. Los medios han conseguido su carnaza y él su objetivo, ¡hablamos de él! No puedo entender que existan todavía adversarios de la pena de muerte, Madame Guillotine tenía grandes cualidades y a los asesinos de niños se les debe solucionar la cefalea para siempre de un modo radical. Qué tontos los judíos que han salido con banderas de Israel y dicen que los niños serán enterrados en Israel, es una forma de decir que no se sienten ni se integran en Francia, una Francia que se moviliza por ellos. Pero bueno, la estupidez y la maldad siempre han ido cogidas de la mano. Espero que capturen a ese gusano, que lo juzguen a él y a sus complices si los hay y me encantaría saber que les aplican el tratamiento de la Veuve...

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