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domingo, 13 de marzo de 2011

El Correcional.

“¡Como sigas portándote mal te voy a meter interno!”
Como entre vosotros hay gente de diverso pelaje (como es de rigor en todo grupo de amigos con un mínimo de clase), no sé cuantos habreis escuchado este ultimatum alguna vez durante vuestra niñez. Yo sí lo oí. Y varias veces. Claro que yo detento el dudoso honor de haber sido, cuando era un angelito de catorce años, el primer alumno expulsado del Instituto Nacional de Enseñanza Media Alfonso II el Casto de Oviedo, desde que babía terminado la Guerra Civil.O sea, una auténtica perla.

Se trataba de una advertencia propia de unos padres que se encontraban en el penúltimo peldaño, antes de la declaración de quiebra de su autoridad. Se producía ante una flagrante “falta”, en el código de conducta. El siguiente escalón del conflicto correspondía al “delito”, dentro de ese mismo código.

Eso eran ya palabras mayores. Una vez asumida la bancarrota de la disciplina, aparecía la palabra clave. El término que suponía la entrada en escena de instancias ajenas al espacio doméstico. Era el Reformatorio. Donde se reforma. El CORRECCIONAL. Donde se corrige. Donde se transforma en CORRECTO al que es INCORRECTO.

Pues bien, he ahí que después de establecer como “norma de obligatoria obediencia”, la desobediencia de toda norma, durante los felices años del triunfo de la transgresión como valor absoluto, hemos terminado por estructurar todos esos principios un poco abtractos y vaporosos en eficaces COMISARIAS de la CORRECCIÓN POLÍTICA bien reales y concretas, en cuyas oficinas de reclutamiento hace cola permanente la gran mayoría de nuestros actuales conciudadanos.

Y así asistimos extasiados al milagro de escuchar en boca de un sujeto, que representa la expresión más terminada de la insignificancia intelectual, un discurso redondo y niquelado en el que, sin que se le despeine un rizo de su engominada cresta, nos admoniza sin compasión, en su papel de kapo (cabo de vara, en castellano) del CORRECIONAL.

Me pregunto a menudo cuando aparecerá la antología de esta época, en la que podamos partirnos la panza de risa escuchando los eruptos de Ramoncín (el Rey del Pollo Frito), desmontando de cuatro certeros hachazos y con la naturalidad propia de un profesor universitario, el discurso liberal de cualquier Hermann Tersch, precipitándolo en el más terrorífico averno ideológico, y asentando su infumable cacareo en esas cuatro verdades cuadradas que constituyen el alfa y el omega de lo POLÍTICAMENTE CORRECTO.

Los principios activos del “igualitarismo endocrino” que padece esa correcta tropa, se sintetizan en uno : “la única manera de establecer una sociedad igualitaria y justa, es la de la nivelación de todos los miembros (y miembras) de ella, a la altura mínima que pueda alcanzar el menos dotado de esos miembros, a fin de que nadie quede excluído”. ¡Así de sencillo!

La autocensura, que es de los productos de más fácil metabolización, ha situado ya sus groseras balizas sobre vastos territorios colectivos creados al efecto, como son el Colectivo Gay, considerado como un movimiento revindicativo de no se sabe muy bien qué cosa; el feminismo, con la reclamación asombrosa de la ¡¡ defensa de la salud sexual infantil !!; la militancia a favor de movimientos totalitarios, como el castrismo, el chavismo, Hamas o Hezbolláh, etc. etc. Esa parcelación del debate provoca que, en el mejor de los casos, cuando uno saca a relucir alguno de estos temas, se encuentra con un silencio embarazoso, cuando no con un cambio brusco de tema de conversación.

Y eso en el terreno colectivo, porque si hablamos del individual, ya hemos llegado al extremo de tener que esforzarnos para encontrar el límite donde empieza el de cada cual. Todo aquello que pueda admitir el adjetivo de íntimo, privado, personal o individual, está bajo sospecha. Sospecha de insolidario, egoista, clasista, elitista, explotador en potencia o en esencia, liberal y cosmopolita. ¡La de dios!

Al final, la única vaga satisfacción que nos proporciona esta situación es la de la ensoñación melancólicamente nostálgica de otros tiempos, cuando la sombra del correccional, como mito disuasorio, se cernía amenazadora sobre los débiles andamios de nuestra existencia en construcción.

Hoy en día, esa amenaza me resulta tan grotesca que he decidido ingresar voluntariamente en el CORRECCIONAL e instalar un taller de provocación en plena sede central del mismo. Y para que quede constancia y no subsista el más mínimo rastro de duda, en el día de hoy me declaro públicamante:

HOMÓFOBO. ANTIFEMINISTA. ISLAMÓFOBO. ANARQUISTA INDIVIDUALISTA VÍABLE (O SEA, LIBERAL). TABAQUISTA Y OTRAS HIERBAS. EPICÚREO. CRISTIANO AGNÓSTICO. ESPAÑOL. SIONISTA. FILOYANQUI Y ADICTO AL LLOCÁNTARO CON BERCES DE CASA MÁXIMO, EN BAÑUGUES.

¿Pasa algo?

3 comentarios:

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  2. No creo que seas homófobo ni antifeminista ni islamófobo sino más bien antihomoplasta, antifeminoconiazo y antiradicalislamista porque lo poco que sé de ti es que tu lema podría ser "vive y deja vivir" y que lo que te molesta no son las opciones personales de la gente sino que te las quieran meter con embudo como a las ocas, y ni así convertiremos tu digno hígado en foie gras (una pena).
    Muchos estamos como tú, jartitos de tanta tontería... y de esa desmantelación en nombre de la nueva construcción de no se sabe qué. Al final, ya verás que lo que conseguirán los neochiflados es lo contrario, una sociedad reaccionaria. Me veo de amish, en breve...

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  3. Ninguna opción personal es de mi incumbencia, si no es la mía propia, más allá de puntuales y episódicas coincidencias.
    El terreno de lo colectivo no es mi terreno. Ahora bien, lo colectivo, por su propia vocación, es invasivo, intolerante, excluyente y paranoico.
    Como todo proyecto de poder, lo colectivo construye lenguaje y trata de imponerlo. "Homófobo" es uno de los inventos semánticos del "Colectivo Gay". Este mismo, primer hallazgo léxico y logotipo verbal de la secta. Nada que ver con la opción homosexual personal y responsable, y cuyo derecho a existir contará siempre con mí total apoyo.
    "Feminismo" es otro invento que pretende encerrar en una jaula bien estructurada y burocratizada, cualquier anhelo de justicia para la mujer que surja expontaneamente de un simple ser humano digno de ese nombre. Este mismo somero análisis es aplicable literalmente a los "ecologistas".
    El Islam es una teocracia totalitaria y, en consecuencia, me da mucho miedo. Que es en el fondo lo que significa "fobia" en la jerga psicoanalítica.
    En consecuencia, me niego a matizar el lenguaje de mi postura militante y combativa con eufemismos que, a la larga, no dejarán de sonarme un poco a claudicación y cesión de la iniciativa ante los que no tengo ningún reparo en calificar de enemigos de mi civilizacion.

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