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viernes, 25 de marzo de 2011

¿Alguno sabe que estamos haciendo en Libia?

Por primera vez en la la lista interminable de conflictos recientes, me encuentro delante de uno en el que mi infalible fórmula para un “posicionamiento decente” no funciona. Desde que la democracia adquirió su moderna definición en el siglo XVIII, ninguna nación que hubiese adoptado ese sistema de estado se ha enfrentado a otra democracia en un conflicto armado. En el “normal” enfrentamiento que oponía a una democracia contra otro estado no democrático, la opción era sencilla. Digo sencilla aunque, a veces, no era facilmente entendible por parte de los espíritus “inclinados” ideológicamente. Aún recuerdo mis dificultades para explicar porqué en la guerra de las Malvinas me situé del lado de la Gran Bretaña. Por no hablar de la actual situación bélica entre Israel y las milicias terroristas de Gaza.

Es verdad que dentro de las combinaciones de posibles conflictos entre estados regidos por esos dos sistemas, también cabe el enfrentamiento entre dos de ellos no democráticos. Pero acostumbrados fatalmente a escenarios dependientes de dos bloques, de pronto uno se sorprende ante una situación, como la que se está desarrollando en Libia, en la que tiene que escoger, al parecer, entre lo malo y lo peor.

Porque, vamos a ver. Una vacilante y agotadoramente indecisa coalición de naciones consiguió, vaya usted a saber después de qué sucias transaciones y de qué miserables concesiones, que ese club que reune a la mayor cantidad de regímenes corruptos y dictatoriales de la historia, la ONU, les autorizase a intervenir para, supuestamente, evitar que uno más de los múltiples dictadores con los que se codean en esos organismos internacionales, dejase de machacar al pueblo indefenso de su país.

Hasta aquí, la teoría. Digo teoría porque ni yo, ni nadie que yo conozca, hemos podido evaluar las pruebas de que esos hechos tengan lugar, ni las circunstancias concretas en las que se supone que están sucediendo, por la simple razón de esas pruebas no existen más allá de lo que existieron aquellas otras que demostraban que Sadam Husein estaba en posesión de armas de destrucción masiva, exceptuando la del petroleo. Así es que, si queremos aproximarnos un poco más al problema, antes de arriesgar una toma de partido o compromiso moral con la situación, debemos tener en cuenta una serie de hechos y circunstancias que inexcusablemente deben formar parte de esa reflexión.

La primera cuestión que conviene tener en cuenta es que ese país tiene únicamente dos cosas en común con el resto de sus agitados vecinos del norte de África: la lengua árabe y la religión musulmana. Por lo demás ni su extensión geográfica; ni su historia; ni su densidad de población; ni sus recursos naturales; ni, sobre todo, su estructura social, que determina los aspectos esenciales de su realidad actual, tienen nada que ver con ellos. Conocemos la historia de Libia. Y conocemos, porque lo vivimos en su día, que Muammar al-Ghaddafi, un beduíno nacionalista(?), miembro de una tribu nómada y jóven oficial admirador de Nasser, derrocó mediante una insurrección militar iniciada en Sebba el 1 de Septiembre de 1969, a la Dinastía sanusí, viejos resistentes frente a la Italia fascista y que había sido puesta al frente del nuevo estado independiente de Libia por una resolución de la ONU en Noviembre de 1949,

Quién fue el dictador iluminado al-Ghaddafi a lo largo de estos 42 años es bien conocido. Creador de una original teoría política contenida en su famoso Libro Verde que, en el contexto delirante del tercermundismo de la época, trataba de amalgamar una pizca de socialismo populista con una ración de nacionalismo panarabista(?), un aderezo de democracia directa y una lectura singular del Corán. Todo ello financiado por la nacionalizada industría del petroleo, que en un país con una densidad de población de 1 habitante escaso por Km. cuadrado, permitió en un tiempo record, pasar de ser uno de los países más pobres del continente, a detentar la mayor tasa de renta por cabeza del mismo.

Claro que todo eso no parece que fuera muy dificil de hacer en aquellas circunstancias, dentro del país, para este joven del desierto. Otra cosa era enfrentarse a la tarea de ocupar un puesto en el concierto político mundial. Su arrogante talante de originalidad mesiánica no vió ningún inconveniente en enfrentarse simultaneamente a la URSS y a los USA, y enemistarse de paso con toda la comunidad árabe de Medio Oriente. Así, como te lo cuento. Semejante hazaña tuvo la consecuencia de no dejarle otra opción a su ambición de notoriedad internacional que la de arrimarse a los pobres de África y de Latinoamérica. Y quien dice arrimarse dice apoyar y financiar aventuras revolucionarias de diverso pelaje, en sus diversos niveles. Incluida muy especialmente la lucha terrorista.

En esa carrera hacia ninguna parte, fue recorriendo de fracaso en fracaso todo el viacrucis, sembrando de muertos esa senda, hasta el bombardeo de sus própia residencia, sin aviso ni resolución previa de la ONU, en la que una pobre niña pagó la irresposabilidad de su padre adoptivo con su vida. A partir de ahí las cosas no podían mejorar, a pesar de que algo debió haber aprendido, cuando consiguió evitar, con una discreción impropia del personaje, el verse implicado en los diversos conflictos que avecinaron su país estos últimos años. Aunque veremos más tarde que también esto hay que considerarlo en términos relativos.

¿Quiénes son sus adversarios en el conflicto actual? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que no es un pueblo indefenso a merced del dictador. Son hombres armados. Poco o nada organizados, es cierto; pero que, constituídos en grupos más o menos homogéneos, han hecho recular durante días a las llamadas tropas del Gobierno, cuya organización no parece superar en gran medida a la de sus oponentes, aunque su material bélico sea bastante más intimidatorio. ¿Dónde están los civiles, a todo esto? ¿Son civiles las víctimas, o son combatientes?¿Son todos ellos “rebeldes”, o depende de dónde te pille el baile? ¿Qué pintan entre esos “rebeldes” un par de generales del Ejército como son Omar Hariri o Abdul Fatah Younis, compañeros de Muammar en el golpe que le llevó al poder en 1969? Hay quien dice, entre los adversarios de Ghaddafi, que pueden estar jugando a un doble juego.

Ahora bien, la izquierda (y Zapatero) y la extrema izquierda europeas están, por primera vez en la historia reciente de este tipo de conflictos, al lado de los oponentes a uno de los líderes antioccidentales históricos. Sorpresa. Pero esos oponentes son opacos. Muy opacos. Podrían ser simpatizantes, sino miembros de al-Qaeda, según un dossier llamado “Sinjar Documents”, capturados por los servicios secretos americanos en 2007, en Irak (1), o ciertos testimonios “in situ”(2).

Esos combatientes, que nos piden angustiados ayuda (por cierto, a esa ayuda, en términos militares, se la conoce como “apoyo al suelo”, o sea ataques aereos tácticos sobre posiciones terrestres enemigas, apoyando los asaltos de las tropas propias de infantería), nos previenen acerca de una posible tentación de poner nuestros pies “infieles” sobre su territorio sagrado. Según la resolución de la ONU solo podemos “mancillar” su aire. No su suelo.

Entre esos desconocidos grupos de resistencia a Ghaddafi figura, sin embargo, uno del que sí se tienen noticias. Es más, figura por méritos propios en la lista de organizaciones terroristas internacionales, en los archivos de varios servicios de inteligencia occidentales. Es el autodenominado Grupo Armado Islámico Libio. Etos combatientes proceden del Este de Libia. Se sabe que durante la guerra de Irak, era del Este de Libia de donde procedían muchos de los guerrilleros integrados en los grupos controlados por al-Qaeda. Una quinta parte de los combatientes extranjeros antioccidentales de esa guerra, venían de ciudades orientales libias como Darnah. Del Este del país. De la Cirenaica, la parte del país que se considera más puramente árabe, y no berebere. De ahí proceden los sanusíes, secta puritana que se estableció a mediados del siglo XIX; que encabezó la resistencia frente a los colonos italianos hasta 1931, y a la que pertenecía el rey Muhammad Idris al-Sanusi primer y único rey de la Libia independendiente hasta su derrocamiento por el sátrapa actual.

No sé como lo veis vosotros, pero yo no tengo nada claro en este asunto. Tras una actuación de las fuerzas terrestres de la OTAN que cualquiera que sepa un mínimo de estos asuntos dará por descontada, diga lo que diga la ONU, aparte de las de inteligencia que están sobre el terreno desde antes de empezar este lío, y después de la fuga o ejecución del coronel drag-queen de la foto de ahí arriba, lo que sería el colmo es que tuvieramos que volver las armas 180 grados para defender a la población civil de nuestros recientes aliados “los rebeldes”, que pueden empezar, a su vez, a hacer “limpieza”. Acordaros de cómo acabó la historia de la ayuda a los mujaidines afganos (más tarde talibanes) contra los rusos invasores...

Podríamos acabar este culebrón, teniendo una segunda Somalia, y a los señores piratas sentados en las mesas des los consejos de administración de las empresas de exportación de crudo libio.

¡No sé si una vez llegados al borde del abismo, habremos dado un enorme paso hacia delante!

(Continuará)

(1) http://www.ctc.usma.edu/harmony/FF-Bios-Trans.pdf
(2) http://www.huffingtonpost.com/2011/03/19/extremists-among-libya-rebels_n_837894.html

1 comentario:

  1. La verdadera desgracia de la guerra de Irak consistió en las mentiras que nos contaron desde la desastrosa administración de Jorge II Bush. Mentiras que circularon como verdades por la ONU, la OTAN, las embajadas, etc. y que yo me tragué, como todos.
    Desde entonces, al dilema entre dictadura y democracia se suma el dilema entre verdad y mentira. Ya no nos creemos nada. Y eso es malo.
    Gadafi ¿acasao no colaboró con todos los terroristas de la tierra? ¿Quién preparó la matanza del restaurante El Descanso que nadie recuerda? ¿Quién aceptó su responsabilidad en la matanza de Lockerbie (no recuerdo si se escribe así), apoyó al emperador Bokassa, y sembró de cadáveres el Chad? En consecuencia, que vuelen en pedacitos pequeños a Gadafi, me parece una buena idea, a priori, una satisfactoria medida higiénica en el concierto mundial, siempre y cuando sus sustitutos posibles no sean sus complices de toda la vida. Coincido sin embargo contigo en que ya por desgracia ninguna información "oficial" es creíble y espero que, por una vez, no sea una nueva mentira.

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