.

.

domingo, 26 de febrero de 2012

¡Sigue el bochinche cumpay…!

Pues sí. Ahí los tenemos de nuevo. Tras ocho años de matrimonios extravagantes; igualdades y simetrías verticales; memorias y olvidos seleccionados y otro sinfín de variados entretenimientos que no les permitieron encontrar tiempo para gobernar el país real.

Ya están donde solían estar cuando las cosas iban bien en España, y antes de que un fatídico día un gobierno, aturdido por la tragedia, preguntase por lo que estaba pasando a las personas equivocadas.

Es decir, a aquellas que estaban esperando que se les preguntase para dar la respuesta falsa, y permitir que los miembros de ese gobierno quedasen como unos mentirosos obtusos y obcecados y que el coro de cojos manteca preparado al efecto montase un estruendoso concierto para que, al día siguiente, perdieran las elecciones. Como así fue.

Ya están de nuevo en su terreno natal. En la calle. Y montando la tabarra.

Es como una película mil veces vista y mil veces reestrenada. Ya tenemos a ese líder de las primeras cuarenta y ocho horas. Una cara nueva y joven que ya ha tenido su cuarto de hora de fama. Una especie de tenista serbio visto por la lente invertida de unos prismáticos, con la canónica PIP (prenda de identificación política) palestina enrollada en el pescuezo.

A esta perla, que se declara castrista, facción llamazarista y, a sus 20/23 años según las fuentes, parece que le cuesta acabar los altos estudios especializados de FP, ya que sus ocupaciones de pirómano urbano: “¡Hay que quemar la calle a sangre y fuego![sic]” no le dejan tiempo para nada.

Eso sí, a veces se superan a sí mismos. El numerito de recibirlo como invitado especial en el parlamento autonómico, con atronador aplauso incluido por parte de la caverna izquierdista, es difícil de superar. Nunca dejará de sorprendernos la capacidad creativa que manifiestan en cuanto pierden unas elecciones. ¡Que despilfarro de talento para la comunicación!

Pero la verdad es que, para los que ya afeitamos canas, todo esto ya son más o menos previsible.

Históricamente hablando, el PSOE, convencido de su exclusiva e intransferible condición de depositario único de las esencias democráticas, ha desarrollado un potente instinto de cruzada contra cualquiera que les usurpe las elecciones, naturalmente sin legitimidad moral para ello. Los efectos de ese reflejo han tenido unas consecuencias variopintas a lo largo del pasado siglo, y, según parece, aún lo conservan en su patética agonía actual.

La proclamación de la II Republica, regalo envenenado que dejó el abuelo de nuestro actual monarca con su precipitada salida de España, no fue percibido por aquellos marxistas del PSOE como la llegada de un sistema más democrático y “moderno” de gobierno, como sería sensato pensar. No señor. En el fervoroso afán revolucionario de aquellos tigres de papel, no cabía otra interpretación que la de verse a sí mismos como unos abnegados héroes, cuya esforzada lucha había aplastado por fin a la odiada tiranía de los Borbones.

Su recompensa duro dos años. Entre 1931 y 1933.

¿Qué decir de la inesperada, injusta e intolerable derrota en las elecciones de Noviembre de 1933?

A pesar de haber aguantado en un gobierno con los republicanos de Azaña durante dos años, la votación femenina, derecho conseguido por primera vez en la historia del país a pesar de la feroz oposición por parte de los “progresistas”, y la participación de una España agraria que se había mantenido políticamente bastante al margen hasta entonces, estuvieron entre las razones principales de la debacle socialista: 250 diputados de derechas; 119 de centro y 95 de izquierdas.

¿Cuál fue la reacción instintiva inmediata de esos depositarios de la buena nueva democrática? Organizar una huelga general revolucionaria. O sea un golpe de estado contra el orden republicano.

Resultado: más de mil muertos y, solo en Asturias y entre otros “heroicos objetivos” revolucionarios, destrucción de la biblioteca de la universidad con pérdida de 10.000 volúmenes, entre los que se encontraban varios incunables formando parte de los fondos acumulados desde su fundación en 1605.

Ya se sabe. La izquierda es “la cultura”.

En fin, aquello acabó como acabó. Y el PSOE no le quedo más remedio que recoger parte de desastre que había provocado. No consiguieron recuperar su “legítimo” poder, hasta 1936, en el Frente Popular, pero ahí ¡ay amigo! ya les habían surgido competidores en la sagrada tarea de crear un mundo nuevo y luminoso.

Con una brillante y permanente actuación en la calle, ilustrada con la jubilosa quema de iglesias y conventos, prepararon las condiciones para una pira monumental. Y los militares africanos, que se aburrían mucho sin moros que liquidar y ascensos que conseguir, lo intentaron una vez más.

A los socialistas el intento les vino muy bien. Había que armarla de nuevo.

Y así fue; entre todos los pirómanos de todos los colores, trabajando codo con codo, “iluminaron” el país durante tres años. A unos 400.000 se les fundieron los plomos definitivamente. Al resto les salió un molesto grano en el trasero. Es decir Franco.

Cuando se produjo la llamada Transición, con las elecciones posteriores a la instauración constitucional en 1978, el PSOE no la reconoció como tal. Para ellos la “verdadera” transición, es decir el final de la dictadura franquista, no se produciría hasta la ocupación del poder por las fuerzas del “progreso”. O sea por ellos mismos. Y eso ocurrió en 1982, tras haberse dedicado con entusiasmo, en esos años previos, a desestabilizar al partido de Adolfo Suarez haciéndole el juego sin pudor a los extremistas de derechas y militares franquistas que trataban de obtener la cabeza del presidente. Hasta que, claro, después de conseguir convertir al pais en un manicomio en régimen de autogestión –frase inconmesurable de Blas Piñar– los militares golpistas, que habían vivido muy tranquilos hasta la fecha, lo intentaron, una vez más.

Y a los socialistas ese intento les vino muy bien. Había que armarla otra vez.

Y esta vez lo consiguieron. Pero desde 1982 hasta 1996, acumularon tanto poder que se produjo lo inevitable en un partido de esas características; el efecto “plétora”. La Plétora es un síndrome producido por un exceso de glóbulos… ¿de qué color? ¡rojos… a ver! ¿de qué color van a ser sino?

En 1996 la derrota no provocó ese instinto asesino de otras veces. Estaban haciendo una digestión tan pesada con todo lo que se habían zampado en aquellos catorce años, que parecían eternos, que esa digestión acabó degenerando en indigestión y esta en peritonitis. Es decir en Zapatero.

El partido no había evolucionado mucho. Hay que comprender que cuando ya se posee un análisis “científico” de la realidad es muy difícil mejorar el invento. Con el clan de los sevillanos lo que sí mejoró mucho fue el nivel socio-profesional de su entorno inmediato ¡ese sí que cambió con relación al principio!

Se multiplicó exponencialmente. Yo diría que casi alcanzó el prodigio sociológico de crear una clase social nueva, con signos externos de identidad muy específicos y nunca vistos hasta aquel momento. Los posmodernos. Todavía hoy se pueden encontrar rastros remotos de aquellos singulares seres en esos homínidos que se empeñan en ilustrarte sobre el fondo de frambuesa en el retrogusto de algo que para ti era un buen vino, y te hunden tu degustación.

Pero en las peleas de callejón oscuro donde los rufianes manejan las navajas con una rara habilidad para poner en evidencia casi forense las asaduras del angelito que tienen delante, siempre hay un listillo que se agazapa escondido detrás de una tapa de cubo de la basura, pensando que si espera con paciencia a que todos estén despanzurrados, puede tener una oportunidad que ni en sueños podría haber imaginado.

Y así ocurrió. Y cuando los que le rodeaban se preguntaban unos a otros quién coño era aquel tipo con cara de yo-no-fui, va el menda y les cuenta una historia de un abuelo, que no era más que la historia de siempre, pero que dentro de los coches blindados con chofer-guardachepas, habían sido olvidada totalmente.

Y con ese truco fue tirando. Poco a poco, porque los que ocupaban los sillones del poder lo estaban haciendo bien y no tenían la más mínima pinta de dejarlos en un plazo prudencial. Pero… cuando eres un alumno aplicado en el estudio de aquel pasado polvoriento, acabas encontrando el olvidado manual de prácticas-para-la-toma-del-poder. Entonces Él sufrió una especie de éxtasis y se dijo entusiasmado ¡Coño! ¿pero cómo no se me había ocurrido antes?

¡La calle! Así. Como suena. L-A C-A-L-L-E.

Dicho y hecho. Claro, en 2002 no se puede montar una como la de Octubre del 34. Pero en un mundo virtual como el actual, a lo mejor, con “incendiar las calles a sangre y fuego[sic]” te lo puedes montar. Pues a ello. Sitúate en el fondo de la pista y a repartir raquetazos a cualquier bola que ande volando por ahí. Si no es un Prestige, es el lino. Y si no la guerra de Irak. Todo. La caja acústica creada es capaz de amplificar un timo de la estampita hasta la sonoridad de la quiebra de Wall Street. Para eso están el país y El País.

Luego… luego ocurrió que doscientos inocentes atrapados dentro de la ratonera explosiva de unos trenes les pusieron en la bandeja, esa bandeja siempre exenta de escrúpulos morales del Partido Socialista, la suculenta oportunidad de asestar una cobarde puñalada de puntillero, cuando el contrincante, y toda la gente decente de este país, tenían la cabeza baja por la tragedia.

Y a los socialistas, una vez más, esa tragedia les vino muy bien.

¿A que habéis pillado el truco de la continuidad en el método, verdad? Esta chupado.

De los siguientes ochos años nos queda todavía suficiente tiña de la que ese raposo nos ha infectado como para comentarlo. Ahora, esa sombra silenciosa, de cuya improbable existencia nunca se está seguro del todo, se desliza sigilosa por el pasillo de algún instituto de enseñanza media, mientras sueña con que alguien le sopla cómo dar conferencias a 40.000 € la pieza, cuando se es analfabeto.

En el destartalado autobús socialista ha ocupado el puesto del conductor un aprendiz de mecánico, que se fijaba mucho en como lo hacían antes aquellos listos andaluces mientras él barría la trastienda. Pero él tiene una gran pericia adquirida en esa penumbra del cuarto de las escobas. Él está diplomado en difíciles disciplinas de orden pragmático.

Él es perito en calles.

Y así estamos queridos cofrades. Casi donde estábamos hace años. Este país es eterno. ¡Con la de veces que estuvimos seguros de que podríamos contribuir a que fuera… solo como los otros…! Como diría mi amigo Alfredo “Chocolate” Armenteros “ ¡Sigue el bochinche cumpay…!

Nos vamos a divertir. Seguro.

domingo, 12 de febrero de 2012

Necrológica

PREMISA.

El fallecido artista, llorado y enaltecido hasta la nausea, Antonio Tapies, no poseía más mérito que el de ser uno de lo mayores fraudes del arte actual.
(Declaración de Saco. Ciudadano no entendido en arte moderno que no se calla ni muerto)



PRIMERO.

-Cuando oye decir que sus obras son un timo o una estafa, ¿qué piensa?
-Eso lo dice gente no entendida en arte moderno. No les doy importancia. El que no entienda de arte que calle.
(Declaraciones de Antonio Tapies al Diario “La Vanguardia” 3 de Marzo de 1998)


DESPUÉS.

Arte Moderno.

- Tras haber abandonado: la perspectiva (Cézanne), el espacio euclidiano (Cubismo), la figura (Abstracción) e incluso la pintura (Duchamp), no quedaba sino abandonar la modernidad. Toda la historia del arte moderno podría ser leída bajo este ángulo; una serie continuada de abandonos, como si todas las reglas reconocidas con anterioridad no hubiesen sido más que adornos, elementos superpuestos a la “pura” pintura autónoma de la que se hacía indispensable, por fin, encontrar la esencia.

- “Pureza significaría “autodefinición”, y la empresa autocrítica en arte se convierte en una empresa de autodefinición apasionada. “(C. Greenberg). Este autor, que se pretendía kantiano, establece una lógica cuyo argumento cardinal y suicida conduce directamente a esa parodia–refugio de la nulidad artística que conocemos hoy por performance o instalación y, en definitiva, al certificado de defunción del arte. Por otra parte, “la muerte del arte” es una de las diversas definiciones de la posmodernidad.

- Ya había habido otros abandonos; la retorica pictórica (Lessing) o el claro-oscuro (Manet); los temas mitológicos; históricos o religiosas; el dibujo clásico a partir de los años ochenta del siglo XIX. Todo parece obligarnos a pensar que también en la pintura existe una especie de entropía. La información parece cada vez más descartable en el arte. La posmodernidad ejerce la pasión del olvido. Sin embargo la cultura es un imperativo informativo: la memoria registra lo abandonado. Aunque solo sea porque es más económico en términos de energía que reconstruirlo de nuevo.

- Nuestro héroe protagonizó y personificó en nuestro país, pero también fuera de él, una de las etapas más significativas, tal vez la penúltima, de ese descenso al abismo de la nada con gaseosa al que parece ser que la supuesta entropía del arte lo esta conduciendo.



CONCLUSIÓN.

Bueno, pues así están las cosas en el asunto este del arte. Menos mal que siempre nos quedarán pobres pintores que pintan; como L.Freud, Antonio López, Eduardo Arroyo, etc, por citar algunos de los que me nutren el espíritu, además de los museos. Que mira tú por dónde no creo que fueran creados como remedio terapéutico para esta patología nuestra, que en la época en que eso se puso de moda (crear museos de pintura) no podían imaginarse ni por asomo. El odio al arte, dentro del odio general a todo lo que somos.

Fernando Botero, que es un pintor y escultor que concita odios sarracenos en ciertas capillas que se creen élites de la cultura porque se tutean con banqueros, ministros, marquesas y sarasas de diverso pelaje, declaró en una entrevista publicada por el País Semanal que Tapies era un deleznable dibujante que un día se despertó siendo Tapies. El rey de la arpillera.

Al parecer hemos entrado en un período en el que están desapareciendo en trágica sucesión aquellos personajes que fueron objeto de atención en los dichosos años del desperece nacional.
Ya he contado aquí como me encontré casualmente en medio de ese colectivo por razones profesionales.

Antonio Tapies era uno de ellos. Estuve en su estudio de Barcelona en el año 1982. No me causó muy buena impresión. Bien es verdad que nunca me había interesado su pintura, o lo que sea eso que él hacía. Pero humanamente me pareció una persona muy pretenciosa. Y bastante maledicente, además. Y claro la imagen que se había construido de sí mismo, mezcla de progre/taoísta/místico, para engañar a los que estaban pidiendo a gritos que los engañara, me sonó como el estruendo que una caja de galletas de hojalata produce cayendo por una escalera. Poco fino, hasta como farsante.

La verdad es que me apena mucho que uno de los artistas españoles que sí pasará a la historia, como es el mencionado Antonio López, se haya sentido obligado a declarar al difunto uno de los puntales de la pintura actual. Anécdota que me reafirma en que ciertas cosas nunca las entenderé y que además maldita la gana que tengo de hacerlo.

Así que ya está. Esta era la necrológica del día. Había que hacerlo y yo ya he cumplido.

Aunque…la verdad sea dicha, como pintamonas jubilado conozco pasatiempos más divertidos.

viernes, 10 de febrero de 2012

MarineSS

El NewYorkPost publica hoy en su portada la noticia de un hecho intolerable relativo al Cuerpo de Marines de los USA. (foto) Se trata de los miembros de una unidad de batidores francotiradores, en Afghanistan, que han adoptado, al parecer, la insignia que identificaba a las tristemente famosas SS nazis como logotipo de su unidad.

Es una más. Después de los vergonzosos episodios de los que tuvimos noticias durante la intervención en Irak (Abu-Graib), no hace mucho hemos vuelto a tener ocasión de ver a un grupo de miembros de ese cuerpo militar americano profanando los cadáveres de unos terroristas talibanes; hecho incalificable si lo cometiese cualquier adulto, pero inadmisible en unos profesionales que tienen encomendada la defensa de unos principios de civilización, frente a la barbarie.

La Military Religious Freedom Foundation de Washington, institución que vela por el respeto a la libertad de creencias religiosas en las instituciones militares, se ha declarado ultrajada y ofendida por la mencionada imagen y exige una total investigación del hecho.

Mike Weinstein, de la Fundación, ha declarado que se ha visto bloqueado por las llamadas de antiguos marines ofendidos por esa foto, incluido un antiguo superviviente de Auschwitz. Weinstein ha pedido el seguimiento de este hecho y su total investigación, ya que lo considera un absoluto ultraje. La Fundación enviará inmediatamente una carta a la cúpula del Cuerpo de Marines y al Secretario de Defensa, Leon Panetta.

El portavoz del acantonamiento de Camp Pendleton en California, Sgt. Mark Oliva declaró que esa foto se había hecho llegar hasta el inspector del 1ª Fuerza Expedicionaria, en Noviembre y que este oficial no encontró en el hecho ninguna intención de identificarse con una organización racista por parte de los marines. Oliva dijo que la investigación había concluido que las runas SS trataban de identificar como acrónimo a los Scouts Snipers pero no como nazis, aunque no obstante calificaba el hecho como inaceptable.

¿Qué está ocurriendo con ciertos militares estos últimos tiempos?¿Están fallado los métodos de entrenamiento y formación de los aspirantes o reclutas?¿Se descuida la formación moral en la que están basados todos los actuales manuales y protocolos de actuación en combate?¿Es la consecuencia de la profesionalización de los cuerpos militares?

Creo que como siempre las respuesta a esas preguntas son varias y diversas.Me detendré en un par aspectos que me parecen más relevantes

En primer lugar, cuando se está interesado por la historia y el desarrollo de los conflictos armados del siglo XX, y se penetra en la pequeña historia que discurre debajo de las grandes descripciones y análisis de los hechos más notables, uno descubre el verdadero horror y los incesantes padecimientos que sufren los participantes directos de la masacre, civiles y militares.

En cualquier unidad militar participa un espectro sociológico idéntico al que compone la sociedad civil de la que procede. En él, los porcentajes habituales de individuos inmaduros se encuentran en una situación de stress tal, que ya sería crítica para cualquier persona más o menos construida. En esas condiciones participan muy a menudo en episodios de una sordidez y una barbarie, que únicamente se revelará mucho más tarde, indirectamente, a través de esos comportamientos patológicos que se registran frecuentemente tras la finalización del conflicto, y en los que se ven envueltos veteranos del mismo.

El segundo conflicto mundial adquirió tales proporciones de catástrofe telúrica, que ha dado lugar a la mayor cantidad de estudios, ensayos e investigaciones sobre el comportamiento en una situación de guerra, que ningún otro con anterioridad. De esas reflexiones se han extraído infinidad de conclusiones, tanto en el terreno de la técnica militar como en el terreno de la psicología y la sociología del combatiente

A partir de esa atroz experiencia los estados civilizados se han dotado de recursos, en los aspectos más delicados de la moralidad de la acción armada, que les han permitido plantear los conflictos que han ido surgiendo con unas normas que, al menos sobre el papel, asombrarían a los profesionales de la milicia de hace apenas setenta años.

Si a esto añadimos el hecho, que no por habitual es menos asombroso, de que los conflictos se presencian en la retaguardia en tiempo real, con las consecuencias de todo orden que provoca ese hecho, las condiciones para la reducción de los excesos de violencia están planteadas. No obstante, los incidentes siguen ocurriendo, como vemos.

Tal vez se debería analizar la cuestión desde el ángulo siempre problemático de las comparaciones históricas. Si pensamos que el Tte. Carey, jefe de la compañía del Cuerpo de Caballería que llevó a cabo el asalto de la aldea de Mi Lay, en el Viet-Nam en marzo de 1968, produciendo una matanza de civiles en torno a las 400 víctimas, fue, junto con sus suboficiales subordinados, posteriormente juzgado, degradado, expulsado y encarcelado, y lo comparamos con la “caza y aniquilación” a la que se dedicó con entusiasmo la Whermatch durante los cinco años de conflicto, sin distinción de civiles, prisioneros, partisanos y rehenes, por no hablar de la Shoah, la cuestión no soporta una mínima aproximación.

Naturalmente los números, incluso las proporciones, no pueden servir de coartada para cualquier actitud de degradación humana. Pero tampoco debemos encerrarnos en una actitud de auto-flagelación que distorsione la realidad. El hecho incontrovertible es que se ha avanzado de manera innegable en ese propósito que constituye un trágico oxímoron y que es la humanización de la violencia.

En la anécdota de la foto que motiva esta reflexión hay, sin embargo, aspectos más inquietantes. En el momento actual, los que llevamos años sumidos en una misión utópica como es la de pretender entender como la Shoah fue posible, nos rozamos dentro de nuestra indagación con multitud de colectivos diversos que, por una u otra razón, investigan, estudian o se interesan por territorios históricos vecinos del nuestro.

Y en esa vecindad he observado, a veces, que personas de escasa preparación e información, más allá de aspectos anecdóticos o folclóricos y que manosean datos moralmente delicados, suelen ser seducidos por aquellos rasgos aparentes, por aquel lenguaje que fue en su día diseñado con ese preciso fin de seducción por la “forma”.

Y, ahí reside el problema. ¿Qué pueden saber esos jóvenes especialista en la aniquilación selectiva que posan en la dichosa foto con ese aire entre “foto del curso del 81/82” o “safari en el Serengueti, 2012”, sobre el origen, la evolución y los consecutivos propósitos de algo que empezó siendo un puñado de rufianes guardaespaldas del Führer y acabó constituyendo un estado dentro del estado con su economía propia y su propio ejercito?

¿Sabrán estos muchachos que sus homónimos del Orden Negro, ante cuya bandera recoloreada posan con aire heroico, liquidaron fríamente a unos prisioneros yanquis en el cruce de Malmedy(Bélgica) en diciembre de 1944, y que tal vez podrían ser sus abuelos? ¿O será que simplemente se han atiborrado de leyendas sobre las hazañas militares de las WaffenSS, entre las que naturalmente nunca mencionan las hogueras que encendieron en Ouradour sur Glane, o Lídice, con sus habitantes dentro?

Es mucho más grave de lo que parece la ignorancia, o lo que es peor la mistificación, que se percibe por todos lados, sobre la realidad histórica de mitos como el de las SS. La capacidad de seducción que tienen esas mistificaciones, unida a la ligereza moral sembrada por los aprendices de brujo que son los relativistas morales, están dejando bolsas inmensas de analfabetismo político e incuria moral, en los que cualquier aventurero antisemita puede hacer su agosto.

Nadie menos sospechoso de antiamericanismo que el que esto escribe. He sido y sigo siendo crucificado con rara saña por mis queridos adversarios políticos, en base a mi admiración indeclinable por la realidad que construyeron Franklin, Jefferson, Adams, Madison y compañía. Nadie admira y respeta más que yo a los miles de jovenes americanos de veinte año que quedaron definitivamente en esos inmensos cementerios de Normandía que le rompen a uno el corazón. Nadie valorarará más que yo la generosidad y le entrga del Cuerpo de Marines, cerrando el último capítulo de la segunda guerra mundial en el Pacífico, para defender la vigorosa realidad de su país y a todos nosotros. Pero precisamente porque esa realidad encierra una cualidad admirable e indispensable en cualquier proyecto humano, como es la capacidad de autocrítica, por eso, digo, esta clase de sucesos deben ser aireados y sometidos al escrutinio de las personas decentes.

De eso depende seguramente que podamos seguir haciéndolo en un futuro.

De eso y de estar atentos a los tontos útiles y a sus protectores.

martes, 7 de febrero de 2012

Carta abierta a un joven amigo

Advertencia.

Esta carta, a pesar de su título, no va dirigida a ningún joven. Va dirigida a un amigo, que es joven, sí; pero que es joven del mismo modo que tiene el pelo castaño o usa unos jeans un poco largos. El desarrollo de esta advertencia la encontrareis en el texto.



Mi querido joven amigo;

Empezaré aclarándote que más vale que no te hagas ilusiones. El hecho de que te escriba esta carta no supone ni por asomo que me sienta obligado a darte ningún tipo de explicaciones por el “mero hecho” de que seas joven.

Estoy dispuesto a entender que puedas creer todavía que el mundo empezó justo el día que tú naciste. No lo digo porque yo sea especialmente generoso y compresivo, no. Lo digo simplemente porque también yo, aunque parezca mentira, tuve tu edad y un nivel de estúpida credulidad semejante de la que tú gozas por el momento.

Tardé bastante tiempo en identificar una irritante sensación que sentía a menudo, cuando tenía tu edad. Era la causada por el insufrible paternalismo de los “mayores”. Nunca creí que les cayera realmente simpático ni me considerasen realmente inteligente ni brillante, siempre que a alguno de ellos se le ocurría decirlo, con ese aire inconfundible de haber encontrado una perla en un lugar donde normalmente solo hay almejas.

Pero también tardé lo mío en llegar a la conclusión que hoy te voy a exponer. Es decir, aquella que declara “abolida” la clásica y sempiterna clasificación de los humanos por edades. Te voy a hacer una revelación. ¡Un auténtico scoop! Solo hay dos clase de personas: “los niños y los demás”.

Y la diferencia que justifica esta radical discriminación es la siguiente.

Los niños no paran de hacer preguntas. Esto me dio la pista. Hacen preguntas porque no temen a las respuestas. No creen que ninguna de ellas pueda perjudicarles. Pero, eso sí, los niños nunca hacen preguntas sobre ellos mismos. Siempre se interesan por lo “otro” o por los “otros”.

Y llegué a la conclusión de que ambas cosas debían estar relacionadas.

¿Cuándo se deja de ser niño? Cuando te empiezas a preguntar sobre tí mismo. Y, ahí empieza el problema. Tu identidad. Lo que tú eres. Un espacio peligroso. Un campo minado. Minado porque te han colgado de la chepa un catálogo de expectativas, que se repiten en una fatal tautología cada vez que ves una publicidad de un perfume en una parada de autobús, y que te parecen totalmente fuera de tu alcance desde el minuto uno del partido.

Crees que descubrir una triste “realidad”, al indagar sobre ti y tus capacidades, haría que desapareciesen de golpe todas tus pobres aspiraciones. Lo mejor entonces es refugiarse en el grupo y hacerse el menor número posible de preguntas. Y claro, como esto está previsto, siempre aparece alguien que te pasa la lista de aquellas que son “pertinentes”. Es lo que suele llamarse “educación”, y te la dan tus papás o bien estos encargan la tarea a un especialista. A un profesional. A un “educador”. Con el “folleto de instrucciones” de la vida en la mano, que vas constituyendo bajo su atenta mirada, ya nunca más sentirás la necesidad de indagar sobre nada incomodo.

Nada te inquieta mientras eres “joven”. ¡Nada menos que joven…! Una envidiable, y envidiada, situación que además tiene la enorme ventaja de que ¡no hay que currársela! ¡te la dan gratis!
Pero… ¿cuánto tiempo dura esa ilusión de haber llegado a algún sitio definitivo, por el mero hecho de “ser” joven? Algo que representa el valor supremo perseguido con angustia por todo cristo, y sobre todo por quienes ni lo son, ni nunca lo fueron.

Te confesaré que el día que decidí dar definiciones a esto y a otro montón de cosas, para ordenar un poco mi pensamiento y hacerlo mínimamente operativo, una de las que me pareció más urgente dejar lista para usar fue la de “viejo”. Y lo único que se me ocurrió, es que un viejo es solo alguien que “ya” no se hace preguntas. Aunque tenga veinte años. Y eso en el mejor de los casos. Es decir, suponiendo que alguna vez se hubiera hecho alguna, lo que a lo mejor es mucho suponer.

Cuando también se me pasó la angustia de clasificar las cosas definiéndolas, llegué a otra sabia conclusión, que no he sentido la necesidad de modificar hasta el momento. Se trata de que en esto de la edad, como en casi todo, se debe buscar la “esencialidad”. Es decir la parte menos divisible del “todo”. Y si es la indivisible ni te cuento.

“No existe la juventud”. Es simplemente una de esas convenciones que han sido útiles mientras los humanos necesitábamos clasificar las cosas por su envoltorio. Como en las grandes superficies.

En realidad, es mucho más practico, y por lo tanto más cierto (lo práctico ahorra tiempo y el tiempo es lo único que no se puede ni adquirir, ni reproducir) apreciar en los seres humanos aquello que los caracteriza “esencialmente” (vas a hartarte de leer este término en esta carta). O sea su capacidad de pensar.

Y, claro no se piensa con el acné, ni con los pantalones pitillo. Que son dos cosas que añoran los que creen que no fueron lo suficientemente jóvenes a su debido tiempo, y puede que tengan algo de razón, aunque no se lo digan ni a su psicoanalista. Se piensa con el cerebro que es una cosa que suele estar dentro de la cabeza, aunque se han registrado casos en los que se situaba por debajo del ombligo.

Y claro pensar es preguntarse. Y contestarse. Pero no “convencerse”. Porque cuando te convencen (que es cuando te dejas convencer), o la angustia no te deja otra opción que la de creer en algo, lo que haces en realidad es dejar de preguntar. Porque una vez “convencido”, the game is over.

La verdaderas respuestas no convencen; te inducen otra irresistible pregunta. Te estimulan a hacer lo único en lo que consiste vivir, que es preguntar. El “miedo” a una respuesta que pueda no gustarte te lleva de la mano a no pensar. O sea a no vivir. O sea a ser viejo. O sea a morir.

Y ¡ojo! el día que te mueras conviene que estés vivo. Es decir, preguntando.

Pero, volviendo a lo nuestro. Como te decía, los jóvenes “no existen”. Pero consuélate, los viejos tampoco.

Ni se te ocurra creer que esto que te estoy diciendo es verdad porque lo dice un “viejo”. ¡Nah! Lo bueno, lo que mola de la vida, es que esto mismo también podría decírtelo un joven; o un maduro; o un adulto, que es algo que sigo sin saber muy bien lo que puede ser, pero que suena a algo así como aquello de lo que ya no se espera nada que merezca la pena.

Tal vez el problema consista en la permanencia de ciertas tradiciones que atribuían a los ancianos la autoridad de la experiencia. Y se lo atribuían con razón, ya que, si bien no puedes bañarte dos veces en el mismo río, alguna orientación si se puede sacar de la experiencia ajena. Lo malo es que hoy esas tradiciones ruedan con el depósito vacío. Vacío del prestigio de saber y de aprender, que era su esencia. Del gozo de la curiosidad.

Y quienes les vaciaron el depósito fueron aquellos impacientes que no eran viejos y querían mandar sin esperar a serlo, y para conseguirlo sacaron a la venta una gran promoción: “lo inmediato”. Y lo inmediato, lo es precisamente por que no dura. Pero, claro, si no dura no proporciona poder. De modo que para que fuera inmediato y “además” durase inventaron los “tópicos”.

Las verdades cuadradas. Pétreas. Infalibles. Garantizadas. Comprimidas. Liofilizadas y deshidratadas. Aquellas que no exigen ni un mínimo esfuerzo para ser digeridas, y las llevas para siempre grabadas en la chepa como un tatoo. Es el fast-food del pensamiento. Pero eso sí, oye, de marca ¿eh?

El éxito fue fulgurante en su día, hace de eso muchos años. Fíjate bien, todavía los partidos políticos (esas marcas multicolores) viven vendiendo esa mercancía averiada.

Y tú, que todavía no probaste esa droga maravillosa y barata que es preguntarte todo sin parar, alquilas tu azotea abierta, llena de luz y de horizonte, para que las marcas de colorines amontonen en ella sus míseros cachivaches obsoletos y peligrosos y, sobre todo, para que no dejen ni una migaja de sitio libre en el que pudiera colarse algo peligroso. Algo realmente tuyo…

Y la has alquilado ¿a cambio de qué? ¿A cambio de sentirte “alguien” gratis y enseguida?

¿Alguien? Sí claro…pero eso es porque no conoces aun el verdadero placer, que no consiste en “ser” alguien, sino en “hacerse” alguien. Que no consiste en “llegar”… sino en “ir”. Porque todavía no has echado a caminar por ti solo. Porque sigues caminos balizados.

Un camino siempre es la historia de otro. Créeme; ya va siendo hora de que muevas el culo y abras tu propia senda.

Te contaron que todo es fácil de entender, y tú te lo creíste. Te dijeron que se sabe muy bien quienes son los malos, y tú te lo creíste. Te dijeron que los buenos son buenos porque sufren, y tú te lo creíste. Te dijeron que los malos siempre fueron malos y siempre serán malos y tú te lo creíste.

Y ya está. Así de sencillo.

Y no te preguntaste porqué no se lo cree todo el mundo, si todo es tan sencillo y tan claro. Y no te preguntaste cómo pueden ser tan malos los malos, si cuando los conoces te parecen normales. Y no te preguntaste porqué los buenos no consiguen nunca dejar de sufrir. Ni si dejarían de ser buenos si los malos dejasen de hacerles daño.

Y no te lo preguntaste porque tú ya tienes una respuesta. Los malos son tan malos porque “engañan, disimulan y no pueden vivir sin hacer daño a los buenos”. Porque ellos “son” así.

Ten cuidado. Porque tú, que nunca te preguntas nada ya que todo es tan evidente, puede ser que llegue un día en que te preguntes por fin algo. Y te preguntes si no quedará más remedio que aniquilar definitivamente a los malos, como se aniquila a un virus, ya que siempre lo fueron y siempre lo serán.

Ya que tal vez eso se deba a que padecen un mal constitutivo; congénito y tal vez…

¿“genético”?

Tu amigo que te quiere.