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sábado, 19 de marzo de 2011

Con los terremotos resucitan los trogloditas

Os advierto con tiempo que algún día trataré de acercarme a un misterio que me intriga desde hace mucho tiempo: ¿Es el instinto de supervivencia un deseo? ¿Tienen, en caso de que así sea, deseos los animales? ¿Y las plantas? Por el momento, y aprovechando que estamos pasando actualmente muy cerca de ese famoso instinto, y de una prueba más que evidente de su existencia en Japón ¿qué os parece si nos acercamos un poco más eh? Por ejemplo: ¿os habeis preguntado alguna vez qué significa en efecto la expresión: “instinto de supervivencia”?

La cuestión ya sería importante aunque solo fuera porque afecta a todo lo que vive. Casi nada. Y vaya usted a saber si también a “lo que no vive”. O sea al mundo mineral. Porque, a lo mejor, lo que le pasa simplemente es que sí vive, pero a una velocidad mucho más lenta.

El asunto es inquietante, ya que implica varios interrogantes sin respuesta aparente. Para empezar, ¿cómo pueden compartir un mismo instinto seres vivos que saben que van a morir, como los humanos, con otros que lo ignoran, como el resto? Desde mariposas que duran venticuatro horas, hasta escarabajos con trescientos años de existencia, por no salir de la entomología. Además, cuando mediante ese instinto uno desarrolla una serie de estrategias que le permiten “sobrevivir”, debe ser sin duda porque su vida se encuentra en peligro ¿o no? Y si además es únicamente de ese “instinto” del que proceden esas estrategias, o sea de una pulsión involuntaria y e innata, entonces ya podemos concluir que ese peligro es ¡permanente! ¡Lo que faltaba!

Siguiendo esa intuición, si desde el día que nacemos nuestra vida es una extenuante carrera de obstaculos, en la que solo se salvan los más fuertes, los más hábiles, los más astutos, y a veces los más hijoputas, en una palabra darwiniana : “los más aptos”, ¿quién demonios está permanentemente detrás de ese complot criminal?

Veamos, ¿qué ocurriría si abandonásemos un bebé en cualquier lugar? En cualquier lugar civilizado o salvaje. Evidentemente, que se moriría casi de inmediato. ¿Se moriría? ¡Na! ¡Le mataría nuestra madre Naturaleza! Que no permite vivir, aunque la maten, más que a los que se lo curran. ¿Una madre dionisíaca que devora a sus hijos? Pues sí. Tal como suena. Ella lo ha dispuesto todo así. Y en la diversidad de las múltiples manifestaciones de vida; en ese conjunto tan caótico de todo lo que palpita, respira y se multiplica, los códigos que regulan esas vibraciones son distintos, variados, autónomos, pero sobre todo conflictivos entre sí. Para que sea más divertido…

¿Armónica Naturaleza? ¡Mon cul!

Los seres vivos compiten todos contra todos. O se alían en UTES, uniones temporales de empresa, que cuando todavía se estudiaba en castellano se llamaban asociaciones simbióticas. La lucha es la regla. ¡Que astutamente lo ha montado esa maliciosa madrasta, que es peor que la de Blancanieves! Ni siquiera se molesta en matarnos con sus medios. No. Es mucho más malvada. Pone a todo lo que vive en medio de la escasez para que nos despedacemos entre nosotros. Los animales que sobreviven a las dificultades de su entorno, lo hacen a costa de otros seres vivos menos adaptados, animales o plantas, y así hasta las bacterias. O más allá.

Y mira tú por donde, tal vez el menos preparado. Una especie de errata. Una pieza defectuosa. El patito feo condenado a su rápida desaparición, a la vista de sus escasos méritos físicos y fisiológicos. Esa lamentable “cosa”, al que hoy conocemos por hombre, a todo esto va, y se pone a pensar.

Y es que resulta que aquella famosa caja de herramientas y soluciones, el mencionado “instinto de supervivencia”, tan pronto miró al hombre de arriba a abajo, se declaró impotente ante la hercúlea tarea de salvar lo insalvable. Y aquel sujeto malparido, abandonado a su triste suerte, cuando ya estaba al borde de la desesperación, se le ocurrió gritar mirando fijamente a los ojos aterrorizados de su colega: “¡ Joderrrrr… !” Su compadre, asombrado ante semejante hallazgo, levantó su cabeza, y extendiendo el brazo con su dedo índice señalando al inmenso horizonte, remachó con aire de triunfo :”¡Exacto!”

Acababan de inventar el lenguaje. Y, con él, el pensamiento abtracto. Este artefacto es una especie de flotador con el que hemos conseguido mantener la cabeza fuera del caos circundante. Aunque, claro, nunca podamos garantizar que un tiburón absurdamente bizco no tome nuestras nerviosas pantorrillas por las rabas de un calamar y nos degluta, justo antes de que con el primer eructo se dé cuenta de su error. Es lo malo que tiene el instinto. El del tiburón.

Cuando le aclaras a algún capullo que el hombre es hombre porque camina con la cabeza, se queda de piedra. Más todavía, aunque parezca dificil. Pues hombre ¡aviados estaríamos si tuvieramos que caminar con esa especie piesecitos de bailarina que nos gastamos! Sé que esto me lo discutiría mi amigo Victor que quería ir a FITUR descalzo, como cuando está por los acantilados de Fuerteventura, porque le molestaban los calzos. Se lo perdono porque sé que ciertos apegos no se pueden evitar cuando eres medio rodaballo o medio barracuda. Pero.. ¡qué va…! La cabeza colega, la cabeza. Con ella inventamos unos pies de piel, de cuero o de goma o hasta con forma de pie de hotentote o de palmípedo, o algo así. Sin olvidar los calcetines, los picantes de mi primo Miguel, que son asímismo muy prácticos.

Pero,…¡ah! ¿cómo no iba a haber un pero, eh? Como en toda comunidad, y más en una en la que se supone que se piensa, entre estos artistas de los hombres que son capaces de caminar con la cabeza y hasta de hacer cosas más dificiles, aparecieron unos tipos de esos que necesitan ir a todos lados en grupo. Hasta cuando van al “baño”(¡que ganas tengo de escribir algo referente a este extraordinario eufemismo…!¿se “bañará” la gente realmente en el “baño” de una estación de servicio?). Bueno, el caso es que esos notas se autoproclamaron guardias jurados del bosque universal y, desde entonces, con su bonito traje de pana, han coseguido ganar todos los años el OMPTM. (Oscar al Mayor Pelmazo Tocapelotas del Mapamundi).

¿De quién estoy hablando…? ¡Muy bien chaval, de los ecologistas! De ese superviviente fósil del sector crítico del hombre del Cromagnon (al que criticaban por pintarrajear las paredes de las cuevas y por su despilfarro de leña para calentarse) auténtico vestigio vivo de nuestros más ancestrales parientes, y prueba fehaciente que nos permite apreciar empíricamente el asombroso proceso de desarrollo de la mente humana, desde el protocerebro de los postreros homínidos, del que ellos constituyen el último ejemplar vivo, hasta la cabeza superdotada de quien hizo posible el prodigioso invento de la cremallera. O del descalzador, que tampoco es manco.

Lo malo, o lo peor, es que esta secta no ha hecho otra cosa que inventarse y desarrollar una serie de fobias, que yo calificaría sin temor de criminales, ya que han provocado la muerte, la pobreza y las enfermedades en numerosos lugares del mundo. El abandono irresponsablemente acientífico del DDT en lugares como el África subsahariana o Asia, ha provocado la persistencia y extensión de la malaria. A esa banda de obsesos se debe asimismo el boicot y las presiones políticas que han determinado el abandono de muchos proyectos de biotecnología agrícola en países subdesarrollados, con el consiguiente aumento del hambre y las enfermedades, y la frustración de una esperanza de progreso para millones de seres humanos.

Gracias a su actuación en otros escenarios de miseria parecidos, algunos proyectos de producción de energía eléctrica fueron asimismo descartados por “agredir” al paisaje, e introducir modelos de desarrollo poco “adaptados” al ecosistema. Se anularon de esta forma no solo ese desarrollo económico, condenando a esos pueblos a seguir viviendo en las mismas condiciones que sus tatarabuelos, sino que, de paso, les privaron de cosas más elementales y urgentes como de la posibilidad de una correcta conservación de los alimentos o del saneamiento del agua.

En estos dramáticos días estamos asitiendo a una especie de epifanía de este malvado clan, que con el abyecto oportunismo al que nos tiene acostumbrados, y pasando por encima de cualquier atisbo de compasión por el sufrimiento y la heroicidad de quienes están sufriendo una de las mayores catástrofes conocidas, ha sacado de sus baules de charlatán de feria, todo su apolillado repertorio pseudocientífico para deficientes mentales, que deja patente su ausencia absoluta de preocupación por el ser humano. Bueno, en realidad, en su delirante idolatría por lo que llaman naturaleza solo hay un lugar para él: el que tiene reservado en el banquillo de los acusados por “delito ecológico”. Son como los kapos de esa Naturaleza asesina. Unos lameculos que deben esperar algún trato de favor, llegada la hora.

Como sostiene el viejo adagio:” los valientes nunca dejan de ver una oportunidad en cada calamidad, mientras, los cobardes, solo ven una calamidad en cada oportunidad” y así, una vez más, el agotador discurso de esta mortífera plaga no habla de la extraordinaria lección de humanidad, imaginación y voluntad de vivir del pueblo japonés. No. Lo suyo es la sempiterna tabarra heideggeriana del rechazo de la técnica, la fobia del desarrollo económico y la superstición obsesiva de un mundo “puro”. Que es semejante a la de “una raza pura”, una “religión pura” o una “revolución pura…” etc, etc. ¿Qué…os suena?

Sinceramente, para mí, (como para Sir Winston y para mi abuelo Anselmo) puro lo que se dice puro, hoy como siempre: “Romeo y Julieta Nº 1”.

1 comentario:

  1. Te escribo en un internet italiano sin acentos en el teclado: efectivamente, Mamà Naturaleza puede ser una madrastra espantosa. Y el respeto al Sino Natural implicaria que si viene un meteorito enorme a cascar el planeta debieramos quedarnos de brazos cruzados? Lamento lo de japon, que ademas de la desgracia personal de tantas personas va a ayudar a los anti-progreso de siempre, pagados, eso si, con petroeuros o petrodolares. Porque no nos enganiemos, en su dia mucho antinuclear recibia sin saberlo dinero de arcas moscovitas; ahora los financian los del oro negro, cada vez mas ricos, tu. La verdad, no me importaria ser presidente del Foro AntiNuclear de Madrid si la Exxon acepta pagar la renta de mi piso.

    Uno que Ya No Se Cree Nada

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