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domingo, 26 de febrero de 2012

¡Sigue el bochinche cumpay…!

Pues sí. Ahí los tenemos de nuevo. Tras ocho años de matrimonios extravagantes; igualdades y simetrías verticales; memorias y olvidos seleccionados y otro sinfín de variados entretenimientos que no les permitieron encontrar tiempo para gobernar el país real.

Ya están donde solían estar cuando las cosas iban bien en España, y antes de que un fatídico día un gobierno, aturdido por la tragedia, preguntase por lo que estaba pasando a las personas equivocadas.

Es decir, a aquellas que estaban esperando que se les preguntase para dar la respuesta falsa, y permitir que los miembros de ese gobierno quedasen como unos mentirosos obtusos y obcecados y que el coro de cojos manteca preparado al efecto montase un estruendoso concierto para que, al día siguiente, perdieran las elecciones. Como así fue.

Ya están de nuevo en su terreno natal. En la calle. Y montando la tabarra.

Es como una película mil veces vista y mil veces reestrenada. Ya tenemos a ese líder de las primeras cuarenta y ocho horas. Una cara nueva y joven que ya ha tenido su cuarto de hora de fama. Una especie de tenista serbio visto por la lente invertida de unos prismáticos, con la canónica PIP (prenda de identificación política) palestina enrollada en el pescuezo.

A esta perla, que se declara castrista, facción llamazarista y, a sus 20/23 años según las fuentes, parece que le cuesta acabar los altos estudios especializados de FP, ya que sus ocupaciones de pirómano urbano: “¡Hay que quemar la calle a sangre y fuego![sic]” no le dejan tiempo para nada.

Eso sí, a veces se superan a sí mismos. El numerito de recibirlo como invitado especial en el parlamento autonómico, con atronador aplauso incluido por parte de la caverna izquierdista, es difícil de superar. Nunca dejará de sorprendernos la capacidad creativa que manifiestan en cuanto pierden unas elecciones. ¡Que despilfarro de talento para la comunicación!

Pero la verdad es que, para los que ya afeitamos canas, todo esto ya son más o menos previsible.

Históricamente hablando, el PSOE, convencido de su exclusiva e intransferible condición de depositario único de las esencias democráticas, ha desarrollado un potente instinto de cruzada contra cualquiera que les usurpe las elecciones, naturalmente sin legitimidad moral para ello. Los efectos de ese reflejo han tenido unas consecuencias variopintas a lo largo del pasado siglo, y, según parece, aún lo conservan en su patética agonía actual.

La proclamación de la II Republica, regalo envenenado que dejó el abuelo de nuestro actual monarca con su precipitada salida de España, no fue percibido por aquellos marxistas del PSOE como la llegada de un sistema más democrático y “moderno” de gobierno, como sería sensato pensar. No señor. En el fervoroso afán revolucionario de aquellos tigres de papel, no cabía otra interpretación que la de verse a sí mismos como unos abnegados héroes, cuya esforzada lucha había aplastado por fin a la odiada tiranía de los Borbones.

Su recompensa duro dos años. Entre 1931 y 1933.

¿Qué decir de la inesperada, injusta e intolerable derrota en las elecciones de Noviembre de 1933?

A pesar de haber aguantado en un gobierno con los republicanos de Azaña durante dos años, la votación femenina, derecho conseguido por primera vez en la historia del país a pesar de la feroz oposición por parte de los “progresistas”, y la participación de una España agraria que se había mantenido políticamente bastante al margen hasta entonces, estuvieron entre las razones principales de la debacle socialista: 250 diputados de derechas; 119 de centro y 95 de izquierdas.

¿Cuál fue la reacción instintiva inmediata de esos depositarios de la buena nueva democrática? Organizar una huelga general revolucionaria. O sea un golpe de estado contra el orden republicano.

Resultado: más de mil muertos y, solo en Asturias y entre otros “heroicos objetivos” revolucionarios, destrucción de la biblioteca de la universidad con pérdida de 10.000 volúmenes, entre los que se encontraban varios incunables formando parte de los fondos acumulados desde su fundación en 1605.

Ya se sabe. La izquierda es “la cultura”.

En fin, aquello acabó como acabó. Y el PSOE no le quedo más remedio que recoger parte de desastre que había provocado. No consiguieron recuperar su “legítimo” poder, hasta 1936, en el Frente Popular, pero ahí ¡ay amigo! ya les habían surgido competidores en la sagrada tarea de crear un mundo nuevo y luminoso.

Con una brillante y permanente actuación en la calle, ilustrada con la jubilosa quema de iglesias y conventos, prepararon las condiciones para una pira monumental. Y los militares africanos, que se aburrían mucho sin moros que liquidar y ascensos que conseguir, lo intentaron una vez más.

A los socialistas el intento les vino muy bien. Había que armarla de nuevo.

Y así fue; entre todos los pirómanos de todos los colores, trabajando codo con codo, “iluminaron” el país durante tres años. A unos 400.000 se les fundieron los plomos definitivamente. Al resto les salió un molesto grano en el trasero. Es decir Franco.

Cuando se produjo la llamada Transición, con las elecciones posteriores a la instauración constitucional en 1978, el PSOE no la reconoció como tal. Para ellos la “verdadera” transición, es decir el final de la dictadura franquista, no se produciría hasta la ocupación del poder por las fuerzas del “progreso”. O sea por ellos mismos. Y eso ocurrió en 1982, tras haberse dedicado con entusiasmo, en esos años previos, a desestabilizar al partido de Adolfo Suarez haciéndole el juego sin pudor a los extremistas de derechas y militares franquistas que trataban de obtener la cabeza del presidente. Hasta que, claro, después de conseguir convertir al pais en un manicomio en régimen de autogestión –frase inconmesurable de Blas Piñar– los militares golpistas, que habían vivido muy tranquilos hasta la fecha, lo intentaron, una vez más.

Y a los socialistas ese intento les vino muy bien. Había que armarla otra vez.

Y esta vez lo consiguieron. Pero desde 1982 hasta 1996, acumularon tanto poder que se produjo lo inevitable en un partido de esas características; el efecto “plétora”. La Plétora es un síndrome producido por un exceso de glóbulos… ¿de qué color? ¡rojos… a ver! ¿de qué color van a ser sino?

En 1996 la derrota no provocó ese instinto asesino de otras veces. Estaban haciendo una digestión tan pesada con todo lo que se habían zampado en aquellos catorce años, que parecían eternos, que esa digestión acabó degenerando en indigestión y esta en peritonitis. Es decir en Zapatero.

El partido no había evolucionado mucho. Hay que comprender que cuando ya se posee un análisis “científico” de la realidad es muy difícil mejorar el invento. Con el clan de los sevillanos lo que sí mejoró mucho fue el nivel socio-profesional de su entorno inmediato ¡ese sí que cambió con relación al principio!

Se multiplicó exponencialmente. Yo diría que casi alcanzó el prodigio sociológico de crear una clase social nueva, con signos externos de identidad muy específicos y nunca vistos hasta aquel momento. Los posmodernos. Todavía hoy se pueden encontrar rastros remotos de aquellos singulares seres en esos homínidos que se empeñan en ilustrarte sobre el fondo de frambuesa en el retrogusto de algo que para ti era un buen vino, y te hunden tu degustación.

Pero en las peleas de callejón oscuro donde los rufianes manejan las navajas con una rara habilidad para poner en evidencia casi forense las asaduras del angelito que tienen delante, siempre hay un listillo que se agazapa escondido detrás de una tapa de cubo de la basura, pensando que si espera con paciencia a que todos estén despanzurrados, puede tener una oportunidad que ni en sueños podría haber imaginado.

Y así ocurrió. Y cuando los que le rodeaban se preguntaban unos a otros quién coño era aquel tipo con cara de yo-no-fui, va el menda y les cuenta una historia de un abuelo, que no era más que la historia de siempre, pero que dentro de los coches blindados con chofer-guardachepas, habían sido olvidada totalmente.

Y con ese truco fue tirando. Poco a poco, porque los que ocupaban los sillones del poder lo estaban haciendo bien y no tenían la más mínima pinta de dejarlos en un plazo prudencial. Pero… cuando eres un alumno aplicado en el estudio de aquel pasado polvoriento, acabas encontrando el olvidado manual de prácticas-para-la-toma-del-poder. Entonces Él sufrió una especie de éxtasis y se dijo entusiasmado ¡Coño! ¿pero cómo no se me había ocurrido antes?

¡La calle! Así. Como suena. L-A C-A-L-L-E.

Dicho y hecho. Claro, en 2002 no se puede montar una como la de Octubre del 34. Pero en un mundo virtual como el actual, a lo mejor, con “incendiar las calles a sangre y fuego[sic]” te lo puedes montar. Pues a ello. Sitúate en el fondo de la pista y a repartir raquetazos a cualquier bola que ande volando por ahí. Si no es un Prestige, es el lino. Y si no la guerra de Irak. Todo. La caja acústica creada es capaz de amplificar un timo de la estampita hasta la sonoridad de la quiebra de Wall Street. Para eso están el país y El País.

Luego… luego ocurrió que doscientos inocentes atrapados dentro de la ratonera explosiva de unos trenes les pusieron en la bandeja, esa bandeja siempre exenta de escrúpulos morales del Partido Socialista, la suculenta oportunidad de asestar una cobarde puñalada de puntillero, cuando el contrincante, y toda la gente decente de este país, tenían la cabeza baja por la tragedia.

Y a los socialistas, una vez más, esa tragedia les vino muy bien.

¿A que habéis pillado el truco de la continuidad en el método, verdad? Esta chupado.

De los siguientes ochos años nos queda todavía suficiente tiña de la que ese raposo nos ha infectado como para comentarlo. Ahora, esa sombra silenciosa, de cuya improbable existencia nunca se está seguro del todo, se desliza sigilosa por el pasillo de algún instituto de enseñanza media, mientras sueña con que alguien le sopla cómo dar conferencias a 40.000 € la pieza, cuando se es analfabeto.

En el destartalado autobús socialista ha ocupado el puesto del conductor un aprendiz de mecánico, que se fijaba mucho en como lo hacían antes aquellos listos andaluces mientras él barría la trastienda. Pero él tiene una gran pericia adquirida en esa penumbra del cuarto de las escobas. Él está diplomado en difíciles disciplinas de orden pragmático.

Él es perito en calles.

Y así estamos queridos cofrades. Casi donde estábamos hace años. Este país es eterno. ¡Con la de veces que estuvimos seguros de que podríamos contribuir a que fuera… solo como los otros…! Como diría mi amigo Alfredo “Chocolate” Armenteros “ ¡Sigue el bochinche cumpay…!

Nos vamos a divertir. Seguro.

2 comentarios:

  1. Yo, querido Saco, coincido al ciento por ciento en tu análisis con una seguridad absoluta, sin embargo, en el fracaso de la estrategia callejera. Lo que puede funcionar es lo mediática -funcionó en 2004- pero ¿la calle? La calle no fue de izquierdas entre 2005 y 2008 -recuerda aquellas inmensas manifestaciones por las víctimas de ETA o contra el aborto. Sin embargo, la calle perdió y el PSOE ganó. En democracia, no es seguro que gane la calle, son más poderosos los mecanismos mediáticos, creo yo. Lo que pasa es que tenemos mitificados a los sans-culotte o a Gavroche, le nez dans le Ruisseau, c'est la faute à Rousseau. En realidad, te confesaré que uno de mis grandes temores viene del hecho de que todo lo que antes funcionaba ahora no sé si funciona, en la galaxia virtual. Resulta aterrador.

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    1. Verás estimado tocayo, en realidad cuando hablo de "la calle", hago tal vez un uso abusivo del término general y debería acotar qué clase de "calle" es la que menciono.

      La "calle" a la que me refiero es el escenario de una táctica, no por repetida menos eficaz; la de la provocación de la espiral acción-represesión-acción. Un viejo truco revolucionario, usado por los adolescentes semi-analfabetos, depuis alors, y potenciado exponencialmente hoy en dia por los medios tecnológicos, como bien apuntas.

      La calle, como espacio legítimo de cuelquier llamada de atención a un poder siempre ajeno a nuestros verdaderos intereses, no está en discusión. Es el escaño del parlamento ocupado por los comunes; y por ser colectivo tiene su lugar al aire LIBRE.

      Los intentos de promover inquietud social mediante la ocupación de los espacios públicos se conocen desde los tiempos de La Commune. No sienpre les sale bien, como yo mismo indico ahí arriba, pero a veces suena la flauta y ellos no disponen, afortunadamente, de muchos más recursos. Así es que siempre lo intentan.

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