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viernes, 10 de febrero de 2012

MarineSS

El NewYorkPost publica hoy en su portada la noticia de un hecho intolerable relativo al Cuerpo de Marines de los USA. (foto) Se trata de los miembros de una unidad de batidores francotiradores, en Afghanistan, que han adoptado, al parecer, la insignia que identificaba a las tristemente famosas SS nazis como logotipo de su unidad.

Es una más. Después de los vergonzosos episodios de los que tuvimos noticias durante la intervención en Irak (Abu-Graib), no hace mucho hemos vuelto a tener ocasión de ver a un grupo de miembros de ese cuerpo militar americano profanando los cadáveres de unos terroristas talibanes; hecho incalificable si lo cometiese cualquier adulto, pero inadmisible en unos profesionales que tienen encomendada la defensa de unos principios de civilización, frente a la barbarie.

La Military Religious Freedom Foundation de Washington, institución que vela por el respeto a la libertad de creencias religiosas en las instituciones militares, se ha declarado ultrajada y ofendida por la mencionada imagen y exige una total investigación del hecho.

Mike Weinstein, de la Fundación, ha declarado que se ha visto bloqueado por las llamadas de antiguos marines ofendidos por esa foto, incluido un antiguo superviviente de Auschwitz. Weinstein ha pedido el seguimiento de este hecho y su total investigación, ya que lo considera un absoluto ultraje. La Fundación enviará inmediatamente una carta a la cúpula del Cuerpo de Marines y al Secretario de Defensa, Leon Panetta.

El portavoz del acantonamiento de Camp Pendleton en California, Sgt. Mark Oliva declaró que esa foto se había hecho llegar hasta el inspector del 1ª Fuerza Expedicionaria, en Noviembre y que este oficial no encontró en el hecho ninguna intención de identificarse con una organización racista por parte de los marines. Oliva dijo que la investigación había concluido que las runas SS trataban de identificar como acrónimo a los Scouts Snipers pero no como nazis, aunque no obstante calificaba el hecho como inaceptable.

¿Qué está ocurriendo con ciertos militares estos últimos tiempos?¿Están fallado los métodos de entrenamiento y formación de los aspirantes o reclutas?¿Se descuida la formación moral en la que están basados todos los actuales manuales y protocolos de actuación en combate?¿Es la consecuencia de la profesionalización de los cuerpos militares?

Creo que como siempre las respuesta a esas preguntas son varias y diversas.Me detendré en un par aspectos que me parecen más relevantes

En primer lugar, cuando se está interesado por la historia y el desarrollo de los conflictos armados del siglo XX, y se penetra en la pequeña historia que discurre debajo de las grandes descripciones y análisis de los hechos más notables, uno descubre el verdadero horror y los incesantes padecimientos que sufren los participantes directos de la masacre, civiles y militares.

En cualquier unidad militar participa un espectro sociológico idéntico al que compone la sociedad civil de la que procede. En él, los porcentajes habituales de individuos inmaduros se encuentran en una situación de stress tal, que ya sería crítica para cualquier persona más o menos construida. En esas condiciones participan muy a menudo en episodios de una sordidez y una barbarie, que únicamente se revelará mucho más tarde, indirectamente, a través de esos comportamientos patológicos que se registran frecuentemente tras la finalización del conflicto, y en los que se ven envueltos veteranos del mismo.

El segundo conflicto mundial adquirió tales proporciones de catástrofe telúrica, que ha dado lugar a la mayor cantidad de estudios, ensayos e investigaciones sobre el comportamiento en una situación de guerra, que ningún otro con anterioridad. De esas reflexiones se han extraído infinidad de conclusiones, tanto en el terreno de la técnica militar como en el terreno de la psicología y la sociología del combatiente

A partir de esa atroz experiencia los estados civilizados se han dotado de recursos, en los aspectos más delicados de la moralidad de la acción armada, que les han permitido plantear los conflictos que han ido surgiendo con unas normas que, al menos sobre el papel, asombrarían a los profesionales de la milicia de hace apenas setenta años.

Si a esto añadimos el hecho, que no por habitual es menos asombroso, de que los conflictos se presencian en la retaguardia en tiempo real, con las consecuencias de todo orden que provoca ese hecho, las condiciones para la reducción de los excesos de violencia están planteadas. No obstante, los incidentes siguen ocurriendo, como vemos.

Tal vez se debería analizar la cuestión desde el ángulo siempre problemático de las comparaciones históricas. Si pensamos que el Tte. Carey, jefe de la compañía del Cuerpo de Caballería que llevó a cabo el asalto de la aldea de Mi Lay, en el Viet-Nam en marzo de 1968, produciendo una matanza de civiles en torno a las 400 víctimas, fue, junto con sus suboficiales subordinados, posteriormente juzgado, degradado, expulsado y encarcelado, y lo comparamos con la “caza y aniquilación” a la que se dedicó con entusiasmo la Whermatch durante los cinco años de conflicto, sin distinción de civiles, prisioneros, partisanos y rehenes, por no hablar de la Shoah, la cuestión no soporta una mínima aproximación.

Naturalmente los números, incluso las proporciones, no pueden servir de coartada para cualquier actitud de degradación humana. Pero tampoco debemos encerrarnos en una actitud de auto-flagelación que distorsione la realidad. El hecho incontrovertible es que se ha avanzado de manera innegable en ese propósito que constituye un trágico oxímoron y que es la humanización de la violencia.

En la anécdota de la foto que motiva esta reflexión hay, sin embargo, aspectos más inquietantes. En el momento actual, los que llevamos años sumidos en una misión utópica como es la de pretender entender como la Shoah fue posible, nos rozamos dentro de nuestra indagación con multitud de colectivos diversos que, por una u otra razón, investigan, estudian o se interesan por territorios históricos vecinos del nuestro.

Y en esa vecindad he observado, a veces, que personas de escasa preparación e información, más allá de aspectos anecdóticos o folclóricos y que manosean datos moralmente delicados, suelen ser seducidos por aquellos rasgos aparentes, por aquel lenguaje que fue en su día diseñado con ese preciso fin de seducción por la “forma”.

Y, ahí reside el problema. ¿Qué pueden saber esos jóvenes especialista en la aniquilación selectiva que posan en la dichosa foto con ese aire entre “foto del curso del 81/82” o “safari en el Serengueti, 2012”, sobre el origen, la evolución y los consecutivos propósitos de algo que empezó siendo un puñado de rufianes guardaespaldas del Führer y acabó constituyendo un estado dentro del estado con su economía propia y su propio ejercito?

¿Sabrán estos muchachos que sus homónimos del Orden Negro, ante cuya bandera recoloreada posan con aire heroico, liquidaron fríamente a unos prisioneros yanquis en el cruce de Malmedy(Bélgica) en diciembre de 1944, y que tal vez podrían ser sus abuelos? ¿O será que simplemente se han atiborrado de leyendas sobre las hazañas militares de las WaffenSS, entre las que naturalmente nunca mencionan las hogueras que encendieron en Ouradour sur Glane, o Lídice, con sus habitantes dentro?

Es mucho más grave de lo que parece la ignorancia, o lo que es peor la mistificación, que se percibe por todos lados, sobre la realidad histórica de mitos como el de las SS. La capacidad de seducción que tienen esas mistificaciones, unida a la ligereza moral sembrada por los aprendices de brujo que son los relativistas morales, están dejando bolsas inmensas de analfabetismo político e incuria moral, en los que cualquier aventurero antisemita puede hacer su agosto.

Nadie menos sospechoso de antiamericanismo que el que esto escribe. He sido y sigo siendo crucificado con rara saña por mis queridos adversarios políticos, en base a mi admiración indeclinable por la realidad que construyeron Franklin, Jefferson, Adams, Madison y compañía. Nadie admira y respeta más que yo a los miles de jovenes americanos de veinte año que quedaron definitivamente en esos inmensos cementerios de Normandía que le rompen a uno el corazón. Nadie valorarará más que yo la generosidad y le entrga del Cuerpo de Marines, cerrando el último capítulo de la segunda guerra mundial en el Pacífico, para defender la vigorosa realidad de su país y a todos nosotros. Pero precisamente porque esa realidad encierra una cualidad admirable e indispensable en cualquier proyecto humano, como es la capacidad de autocrítica, por eso, digo, esta clase de sucesos deben ser aireados y sometidos al escrutinio de las personas decentes.

De eso depende seguramente que podamos seguir haciéndolo en un futuro.

De eso y de estar atentos a los tontos útiles y a sus protectores.

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