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miércoles, 20 de febrero de 2013

El circo de las pulgas

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Hace muchos años, el Profesor Max tenía en Mijas un carromato en el que exhibía su Gran Circo de las Pulgas. En carpas, lo que se dice carpas, gastaba muy poco el bueno del Profesor. La pista central ocupaba el espacio de un plato de postre. Sólo las grandes lupas parecían dar un cierto empaque técnico a aquel último sueño romántico, que la vida me ha permitido conocer.

El Gran Circo de la Pulgas del Profesor Max era pequeño. Pero no raquítico.

¿Qué extraño repliegue de mi inconsciente, un día como hoy, consigue que evoque este recuerdo, y que en su conmovedora estela me surja una reflexión sobre ese eructo regurgitado por lo que ya no son más que los residuos nauseabundos del cadáver de la izquierda, al que denomina "Los Premios Goya"?

Creo que conozco la razón pero, a pesar de lo fundado de mis sospechas, me niego a exponer aquí mí hipotética respuesta, sin la presencia de mi psicoanalista.

Esos personajes patéticos, que se autoproclaman representantes del llamado “mundo del cine”, sin que ninguno de sus colegas levante una mano para protestar ante semejante usurpación, han conseguido instaurar sus festividad victimista, como es preceptivo en cualquier minoría con ínfulas que se precie. Es su fiesta nacional. 

 Los Premios Goya. Torpe caricatura de los premios de la Academia Americana del Cine (lo que aquí sería un colegio profesional), cuyo raquitismo acomplejado corresponde con exactitud milimétrica a la talla de su cine, que no es el mío, de su “industria”, que yo financio, y de su analfabetismo, que pretenden hacerme sufrir. Cosa que consiguen a veces. Como hoy.

Por su parte, el suplemento dominical del diario ABC ha dedicado la entrevista de su último número a Almodovar. Ese narrador cinematográfico que ha logrado el prodigio de que unos chismes casposos, que las comadres del pueblo solían compartir en una cocina manchega, apasionen a un camionero de Nebraska. Y que, encima, le den un Oscar.

Y ¿qué nueva gracieta ha llevado a cabo nuestro perla preferido? Ninguna. Ya. No es por casualidad. Uno sabe algo sobre las dificultades de vender una revista, y de las exigencias que los encargados de marketing ponen sobre la mesa de redacción, antes elegir una portada. ¿Semana de los Premios? Pues está claro, en portada, Almodovar.

La bazofia contenida en las respuestas de este esbelto sujeto, solo se pueden leer en diagonal. Otra lectura sería causa garantizada de alguna grave dolencia intestinal.

La insignificancia de la colección de tópicos encadenados, con el peculiar lenguaje de erudito del Rastro que usa este nota, no merece ni un solo comentario más, si no es el de que resultan bastante ajustados, por otro lado, al nivel de un cuestionario que tampoco ganaría el Pulitzer.

Pero, hablando del acto…, el ingenio del presentador de un acontecimiento como la entrega de premios de los Oscars, es algo a lo que los autores americanos del invento le dan una importancia fundamental. Los americanos se toman muy en serio eso del humor.

Aquí, como siempre, no imitamos a nadie. Eso sería tanto como aprender. Y hasta ahí podíamos llegar. ¡Que alguien nos enseñe nada a nosotros! ¡Y más, unos ignorantes y patanes como los yanquis! ¡Aquí somos todos muy graciosos, hombre! Genéticamente.

Las crónicas del acto de entrega de premios, empiezan por dar cuenta de la actuación estelar de una payasa de la tele que se hace llamar Hache, quien tuvo a su cargo el mencionado papel de presentadora del mismo.

Esta pelagatos con traje de cola, a la que solo vi en una ocasión en la que me dejé deslizar por el vacío del zapping, es una versión muy terminada del contador de chistes de barra de bar, a la cual ella ha enriquecido con una clave innovadora, infalible entre el macherío. Consiste simplemente en salpimentar sus “ocurrencias” con algún ¡A tomar por saco!

Aunque parezca mentira, a estas alturas de la historia, un exquisito e ingenioso exabrupto de ese calibre enardece sin excepción al público masculino español, el cual celebra la gracia con grandes carcajadas y codazos cómplices, mientras se dicen unos a otros mirándose a los ojos ¡Esta tía es la hostia!

Feminismo de delicado pelaje, como se ve.

Pues bien, al parecer, esta representante genuina de los “acampados”, “indignados”, y otras especies asilvestradas, utilizó su sutil capacidad irónica para convencer a los ya convencidos, enumerando los horribles crímenes que están siendo cometidos por el gobierno y el partido fascista que lo sostiene.

Empezando por la cultura – por cierto, de crímenes contra la cultura debe saber un rato largo esta Carlota Corday de la sintaxis–. Y siguiendo con la salud pública, los hipotecados, los parados, los estudiantes, los trabajadores de Iberia y los oricios de Bañugues. Todos ellos temas estrechamente relacionado con el cine, como habréis comprobado. 

Naturalmente este comentario es cualquier cosa menos imparcial o ecuánime, como veis. Ni falta que le hace. ¿Que estoy generalizando de nuevo? Lo sé. Pero prometo solemnemente que en cuanto vea a alguno de los que no son estos, tener el coraje de enfrentarse a esa banda de tarados que les representan, empezaré a matizar.

¡Ah! Y tampoco he visto el bodrio. Que conste. Hablo temerariamente de memoria, tras leer cuatro titulares del acto en un periódico tendencioso de derechas. Pero…¿sinceramente creéis que hace falta algo más?¿tuvo lugar, acaso, alguna novedad en el guateque ese?

¡Nah! Todo lo que allí ocurrió se hizo siguiendo un guión escrito hace muchos años. Uno de esos guiones con los que rellena su papel de oposición la izquierda, mientras va pensando en un nuevo complot para hacerse con el poder que ha perdido democráticamente. Alguna Revolución en Asturias, o el aprovechamiento de algún acontecimiento siempre oportuno. Como algún 23 de Febrero. Como algún Prestige. Como algún 11 de Marzo.

Como decía el Zeja, aquel llorado portento político, “vamos a tener que tensionar la calle…”

Con relación al estilo del acto, estos prodigios tratan simplemente de calcar, a base de resentimiento o envidia, y sin haber entendido una sola palabra, al modelo odiado. Odiado por inalcanzable, al no estar en posesión del talento preciso ni de la capacidad de esfuerzo que requiere.

Después, viendo el resultado, y aunque se repiten cien mil veces “¡Somos los mejores!”, la frustración los hace verse como son en realidad, o sea, feos y no guapos; horteras y no elegantes; maleducados y no corteses; ignorantes y no cultos y grotescos y no ingeniosos.

Pero, como he dicho, ellos no imitan. Lo que hacen en realidad son fotocopias borrosas en blanco y negro. Aunque, eso sí, lo que han hecho muy bien estos saltimbanquis progres, desde su infancia, es conseguir vender en el exterior la imagen de una España, de vivienda protegida, asistenta chillona, y sarasa postmoderno, que todavía está bajo las garras del franquismo.

Franquismo construido y conservado durante cuarenta años, por cierto, por los abuelos de la mayor parte de esta peña, cuyas camisas azules reposan en el fondo del baúl, entre bolas de alcanfor. Por si acaso.

Y, por otro lado, ese público exterior, que tampoco se ha tomado aún el trabajo de enterarse que España es algo más que unas corridas de toros, unas semanas santas y unas playas atiborradas de horteras con abalorios y de espetos de sardinas, no contribuye mucho a que las cosas emprendan un itinerario simplemente normal.

En fin, pensándolo bien, tal vez sea mejor que estos macacos de feria sigan encerrados en su jaula de hojalata. Aunque sea solamente para recordarnos de forma evidente, el día de los Goyas, de qué se trata en realidad cuando hablamos de la izquierda, y a pesar tambien de lo caros que nos salen.

¡Cómo te echamos de menos, añorado Profesor Max…!

  



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