.

.

martes, 5 de junio de 2012

Raza de racistas.


Hace tiempo que vengo preguntándome cual podrá ser la salida al presente laberinto de palabras en el que nos adentramos día a día. Casi sin darnos cuenta.

Los significados habituales hasta el presente están siendo abolidos sistemáticamente. Es como si las “nuevas ideas”, por llamarlas así, no encontrasen la manera de formularse más que usurpando términos asociados a otros conceptos, a menudo contradictorios con los recién aparecidos.

Las nuevas ocurrencias, huérfanas de un contenido que haga honor a ese término,  carecen en consecuencia de una palabra que las codifique y se introducen en palabras existentes pegando una patada a la puerta, con técnica típica de los okupas.

De esta forma esa especie de duplicidad de significados consigue dos finalidades paralelas. Una es la contaminación de la comunicación hasta reducirla a una práctica simplemente estéril. Y la otra es la ocupación de un espacio intelectual al cual su vacío argumental no tendría acceso en circunstancias normales.

Francia está viviendo en estos días una polémica en la cual esa densa confusión se pone de manifiesto en cada referencia a la misma, en los medios de comunicación.

Los mimbres del lío proceden de la celebración de un aniversario (ignoro cual) de la abolición de la esclavitud, por una parte, y la actuación estelar de tres mujeres y un hombre, respecto del mismo, por otra.

Una de esas mujeres es la ministra de justicia; otra alguien que se ha autodenominado nada menos que presidenta de los “Indígenas de la República”, la tercera una empresaria. El hombre es un periodista de la televisión que ya ha sido condenado por incitación al odio y a la discriminación racial.

Como no se escapará a vuestra bien demostrada perspicacia, la celebración de un hecho como el de la abolición de la esclavitud es la oportunidad de oro para atizar candela a occidente, sumiéndose de lleno en el masoquismo auto-inculpatorio, que toca en este caso de lleno a uno de los pecados ontológicos del homo occidentalis : el colonialismo.

Nuestra ministra de justicia, Christine Taubira, es el paradigma de la obsesión hollandista por las paridades. Estos socialistas no es que sean de izquierdas; como decía Borges de los peronistas, son incorregibles; y lejos de haber aprendido algo del zapaterismo, insisten aumentando la dosis; este personaje, la ministra, reúne dos condiciones para aspirar a la progresista discriminación positiva : el género y el color. Es mujer y mulata.

Pero su rasgo más destacado al parecer es su empeño por ser más hollandista que el propio Hollande, y se le ha ocurrido dar un cante antirracista que ha dejado perplejos hasta los más oscuros de los negros del hexágono.

Ante la evidencia de la inveterada costumbre histórica de la práctica de la “trata” por parte de los árabes, que aún persiste en algunos lugares del Sudán, ha declarado muy seria que ese aspecto del problema había que “ponerlo de lado”, para no cargar de resquemor y mal rollo a los jóvenes magrebíes de los barrios problemáticos.

¿Cómo se os ha quedado el cuerpo, eh?

Pues, para remachar el clavo, Houira Bouteldja, presidenta de una fantasmagórica asociación denominada “Indigénes de la République”, se ha permitido amenazar en estos términos a todos los franceses que no lo sean de origen árabe o africano: “Incluso aquel que no tenga nada que reprocharse, deberá asumir a pesar de ello, toda su historia desde 1830. Cualquier blanco, el más antirracista de todos los antirracistas, el menos paternalista de los paternalistas, el más simpático de entre los simpáticos, deberá sufrir las consecuencias como los demás. Porque cuando ya no hay política, ya no hay detalles; no hay más que odio. Y, ¿quién pagará por todos? pagará cualquiera, ellos y ellas; cualquiera de vosotros. Por eso esto es grave y peligroso; si queréis salvar el pellejo, el momento es ahora”.

Si cambiásemos cuatro detalles este discurso no se habría atrevido a sostenerlo más que un miembro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, en sus mejores años. Pero no se contentó con eso la criatura y en la televisión aportó a la lengua de Céline un neologismo: sou-chien. Lo aplicaba a los franceses europeos.

Este término hace referencia aparentemente a los franceses de souche, o sea de pura cepa; pero si ponemos el guión equivaldría a infra-perro, que teniendo en cuenta el valor moral que los árabes atribuyen al fiel amigo del hombre, pues eso.

Aparte de estos dos casos, acabo de oír en la tele a Anne Lauvergeon, fundadora y PDG del conglomerado nuclear francés, y líder mundial, AREVA, declarando que a la hora de contratar “…, para ser claros, a igualdad de méritos, lo siento pero se elegirá antes a la mujer y a cualquier persona distinta del macho blanco.”

Fascinante ella, tan rubia, tan Presidenta Directora General, tan amiga del Turco…

Claro que en el hollandato recién estrenado, quien verdaderamente ha hecho ruido, hasta el extremo de haber sido denunciado y condenado, ha sido el periodista Eric Zemmour. A este profesional se lo ocurrió recordar la constante histórica que constituye la siniestra práctica de la esclavitud, en la que no solo los negros fueron objeto de ella, ni los blancos los únicos que la practicaron, desde la edad de piedra.

Y, no contento con esa hazaña, se le ocurrió que tal vez sería saludable recordar que el hombre blanco occidental, que fue el último en incorporarse a esa modalidad económica, había sido el primero y único que decretó el fin de ese nauseabundo mercado. Todas los demás culturas que ejercieron y ejercen el derecho a la propiedad humana, nunca la abolieron por ley.

Y por si fuera poco, añadió que además de la existencia probada de esclavos blancos en manos de otras “culturas”, y en consecuencia la falsedad del racismo exclusivo de los occidentales, fue precisamente la colonización de los estados esclavistas lo que determinó la desaparición de la “trata” en ellos.

Casi nada. Él sí ha conseguido que los socialistas le hayan hecho despedir de su puesto de trabajo, ¡por racista!

¿Qué significa en efecto la palabra racista? Vaya usted a saber...

Con todo esto lo queda demostrado es que en la supuesta cuna de la democracia europea, la libertad de expresión y la igualdad ante la ley, dos de los principios por los que han muerto tanta gente decente no parecen vivir sus mejores tiempos.

En la Francia de 2012  una mujer árabe puede injuriar y amenazar gravemente a todos los franceses de origen europeo, con el único argumento de ese origen. Y una mujer rubia puede discriminar a los hombres blancos por la sola razón de su sexo y color de la piel.

Pero la justicia a quien discrimina en definitiva es a un hombre ¡por blanco y por bocazas!

Menos mal que soy “prietu y asturianu”, aunque no haya llegado a Francia en patera. 


1 comentario:

  1. La esclavitud y el racismo son dos cuestiones distintas. Los romanos, gente seria, y de los más occidental, no dudaban en vender sus hijos como esclavos si se portaban mal (Niño a tu padre no le toques las narices porque cruzo el Tíber y te vendo). Podían vender a sus hijos hasta tres veces sin perder la patria potestad. Después de la tercera, ya no. Y les daba igual el color de la piel. Un tío más negro que el carbón hubiese podido llegar a cualquier cargo en la Roma Imperial, de haberse sabido manejar; pero había poco esclavo negro en aquel Imperio porque los negros estaban bastante más al sur del limes meridional y habiendo tanto celta, germano, o tracio que esclavizar ¿para qué se iban a complicar la vida? Durante los tiempos de conquista, los países conquistados producían abundantes esclavos y en su día fueron los hispanos, otros años los galos y britanos, los germanos, los dacios, numidas, etc.
    Sabemos todos los que no pertenecemos al gobierno de Hollande que los mayores esclavistas de negros eran otros negros, igual que los indios de américa (aztecas, por ejemplo) sacrificaban otros indios y se los comían. El racismo es una idea moderna que se consolida con la Ilustración y sobre todo el siglo XIX cuando se intenta explicar el mundo en función de identificadores raciales, etc. El racismo moderno también se apoya en el biblismo protestante y la trata de negros es sobre todo efecto de los avances en la navegación. Ya a finales del siglo XV en Canarias y Andalucía se traficaba con negros que eran ahora más accesibles por mar -rompiendo el monopolido de las caravanas que desde Mali llevaban a sus víctimas hasta el reino nazarí. Las víctimas de la esclavitud han ido variando. En Lucena sabios judíos castraban por millares a guerreros francos que habían caído en esclavitud tras las guerras entre Neustria y Austrasia y una vez capados los vendían como eunucos. Pero claro, pedirle a un Ministro de Hollande que sepa historia es como pedirle a una bola de petanca la receta de la coca-cola.

    ResponderEliminar