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jueves, 30 de junio de 2011

Sarasas

En estos días, cuando comienzan los festejos del Carnaval Sarasa en este país, país que es la envidia del mundo en cuanto a su favorable legislación respecto de la legalización y el reconocimiento público de las relaciones extravagantes (perdón, diferentes), y en estos mismos días digo, el estado de New York acaba de declarar legal el matrimonio homosexual, arrogándose, según determinadas opiniones, unas prerrogativas normativas de dudosa legitimidad.

En los Estados Unidos no suelen abundar los debates de política interna a nivel de todo el país, es decir que transcienden el ambito estatal. Este es el caso del llamado “matrimonio gay”. El Senado del estado de New York lo acaba de instaurar por 33 votos a favor frente a 29 en contra, el pasado día 18. Para darse cuenta del ambiente reinante en este debate, basta leer las declaraciones del alcalde demócrata de New York City, Michael Bloomberg : ” Recordad que cuando empezamos, los negros eran esclavos, los católicos de New York no podían celebrar la misa, las mujeres no podían votar ni ser elegidas. Y en algunos lugares, la homosexualidad era considerada como un crimen”.

Eso está muy claro. Salvo que lo que se le olvidó señalar al alcalde es que, hoy en día, los homoxesuales no son esclavos, gozan del derecho de acudir a la misa que prefieran, pueden votar, pueden ser elegidos y pueden casarse a condidición de observar las reglas que rigen esa institución desde hace siglos (edad, alteridad, etc) y que son las mismas para todos los ciudadanos.

Si bien una encuesta reciente revela que una mayoría de neoyorquinos (58%) eran favorables a la instauración del “matrimonio” homosexual, es necesario precisar que resultados de consultas similares precedieron a la neta victoria en referendum, de los adversarios de una eventual instauración, en el 2009, en estados considerados progresistas como California y Maine.

Respecto de la forzada analogía entre las dificultades que los homosexuales pudieran encontrar en la actual sociedad americana y las sufridas por las minorias negras en los años de las movilizaciones pro–derechos humanos, George Weigel dirigente de la Ethics and Public Policy Center, denunciaba la usurpación de legitimidad de esos movimientos revindicativos de los años sesenta, por parte del movimiento gay.

Según este tratadista, el estado de New York no posee la competencia necesaria para dar cobertura jurídica a la solicitud de un grupo privado de presión, que persigue la aceptación social de su exigencia en base a esa cobertura legal. Esa iniciativa supondría la redefinición de una institución humana fundamental, con un origen histórico muy anterior a la del propio Estado. Y todo como resultado de la simple obstinación de un colectivo que no se conforma únicamente con la tolerancia de la sociedad hacia sus peculiaridades y las de cualquier otro ciudadano.

Pero Weigel va más lejos al señalar que existe una tentación permanente, en los estados modernos actuales, de usurpar la voluntad individual mediante lo que denomina la recreación de la realidad. Una especial forma de tendencia totalitaria. El Movimiento Americano Pro Derechos Civiles reclamaba en su momento el reconocimiento de unos principios morales presentes en la Constitución y arrinconados por malvadas costumbres y prejuicios arcaícos, mientras que el movimiento gay demanda ahora la reinvención de una realidad que está basada precisamente en esos mismos principios. Acceder a esa demanda representaría de hecho una modificación de los mismos.

Por último, este dirigente social trata de llamar la atención de los llamados libertarios americanos [equivalentes a los liberales versión europea], tradicionales guardianes de la ortodoxia constitucional y que en este caso han apoyado la petición de los homosexuales, advirtiéndoles de la carga de relativismo moral que encierra la solicitud, en su opinión.

Llama la atención, o al menos me la llama a mí, el terreno en el que el debate sobre el famoso “Matrimonio Sarasa” está teniendo lugar en los USA. Ningún parecido con lo ocurrido aquí, con ocasión del vergonzoso “trágala” del gobierno socialista. Circunstancia que explica, en mí humilde opinión, el desastroso final del asunto.

Por lo que he podido leer, e independientemente de los medios políticos, religiosos o extrictamente sociales que han participado en el debate americano, el campo referencial admitido por todos ellos ha sido, y aún es hoy en día, el territorio de la declaración de derechos humanos, contenida en la Constitución. Y, una vez admitido ese campo de juego, las cuestiones que plantea la modificación de determinadas leyes estatales, exponen sobre el tablero de la moral constitucional cosas tan interesantes como es la necesidad de establecer un límite en los criterios que determinan qué relaciones humanas caben en el adjetivo “natural” y cuales no.

Ni que decir tiene que el viejo tabú del incesto, o la actual y pestilente pedofília, pueden ser los extremos entre los que cabe un catálogo de combinaciones “naturales” que desafía la imaginación más enfermiza. Un vistazo a los bajorrelieves de algunos templos sudasiáticos, o indostánicos, pueden constituir un muestrario realmente sugerente, si no quiere uno meterse en berenjenales (término nunca mejor traído) más próximos y montaraces.

Y ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿dónde se sitúa la raya roja?

Una vez abierta la veda, no veo demasiado claro qué razones van a constituir los argumentos del magistrado, cuando le rompa el corazón a algún pastor que, legítimamente, anhele normalizar por fín su relación ocultada durante años de incompresión e intolerancia por parte de quienes no ven en un rebaño de cabras más que el origen remoto del queso manchego bien curado, con el que se deleítan a la sombra de una parra. ¿Y qué decirle a quien nunca encontró más comprensión y dulce compañía que la que siempre le proporcionaron las calladas y perfumadas sandías de su huerto?

Esta mañana escuchaba en la radio una entrevista que le hacían a un reprentante, o presidente, o vocal, o cabo furriel del Movimiento Sarasa, con relación a “la problemática” que planteaba
(¡Ufff! ¡Con esta calor…!) los festejos previstos en el barrio de Chueca. Era evidente que el periodista quería hablar de los detalles curiosos de la fiesta, como esa extraordinaria iniciativa de los “conciertos sordos” (¡Silent Disco’s, chato!). Con auriculares. Para no dar la tabarra a los vecinos. No sé si los promotores de la idea habrán reparado en algún detalle que podría crear situaciones “inesperadas”. Por ejemplo, ¿habrán tenido en cuenta la tendencia a gritar que suelen tener las personas que hablan con los auriculares puestos?

Imaginaros el quiosco de la música con el grupo rapero encerrado en una especie de pecera transparente e insonorizada. Gesticulando con ese estilo tan peculiar de mover las manos y los dedos que tienen esos telepredicadores de fin de semana con medallón. Y, ahora llenad la plaza imaginaria con unos miles de personajes, más disfrazados que de costumbre si eso es posible, exhibiendo todo el trousseau de ropa interior femenina imaginable, meneando furiosamente las crestas multicolores, y machacando con entusiamo el asfalto con sus zapatos de seis pisos. Todo eso, mientras descoyuntan sus gimnásticos cuerpos en el silencio musical, y berrean a grito pelado en la oreja de su pareja lo guay que es la movida de este año.

La “señá Engracia”, del nº5 de la plaza, 4º derecha exterior, que solía sentarse un “ratico” en la losa del balcón con su abanico y su cervecita, o el botijo fresquito, a presenciar la cabalgata de los maricones [“porque m’entretiene, ¿sabe usted?”] se quedará unos minutos perpleja tratando de entender qué está pasando allá abajo. “Pues la luz no se l’han cortao…” pensará, interrogándose sobre el prodigio de ver tocar a los músicos y no oir ni una nota, mientras los miembros de una muchedumbre multicolor, debajo de su balcón, ahullando y gesticulando, parecen a punto de depedazarse mutuamente de un momento a otro.

“ ’cucha Eusebio, qu’esto v’acabar mal, que te lo digo yo… ¿no será mejor avisar a los municipales?”

No sé. A lo mejor es un riesgo calculado. O simplemente no es lo que parece y forma parte una “istalación” de un artista muy cotizado en Dinamarca, al que Gallardón ha subvencionado para dar envidia al alcalde de New York. Vaya usted a saber…

El replicante del Movimiento de Homosexuales, Lesbianas, Transexuales y Transgénicos Varios, no le entraba al trapo al entrevistador y se empecinaba en repetir, con la insistencia del conejo de Duracell, que no solo se trataba de pasárselo bien, sino, sobre todo, de recordar sin descanso las revindicaciones pendientes. Y yo, mientras sudaba como un pollo trotando por el estadio, escuchaba preguntándome con perplejidad en que podían consistir la mencionadas revindicaciones “pendientes”.

Si ya se casan, alquilan úteros, adoptan criaturas, gozan de las ventajas fiscales de cualquier pareja de hecho o de contrahecho, ¿a que podía referirse aquella delicada libélula?... De pronto, una duda maliciosa provocó un súbito estremecimiento en mi mente. ¿Porqué se refirió a las famosas revindicaciones con aquel aire misterioso y conspirativo?¿Porqué no se les había dado la habitual publicidad, por parte de un colectivo que no se distigue precisamente por su discreción?¿Estará el lobby sarasa reclamando una ley que les permita denunciar a aquellos que “no entienden”?¿ al estilo de los reos de la ley de menosprecio de la Aido?

Bueno, apartè de mi cabeza semejante pesadilla, tratando de convencerme de que no es bueno para la mente correr a pleno sol. El reportero fue abandonando todo propósito de llevar al mensajero gay al terreno que le interesaba y dió por terminada la entrevista. La entrevista se terminó pero el escenario de las ondas fue inmediatamente ocupado por la estrafalaria sintaxis del sarasa de guardia de la emisora, quien sin darse descanso ni pausa, fue ametrallando a los oyentes con una crónica minuciosamente detallada, sobre los entresijos de la boda de esa pepona que es el Príncipe de Mónaco, quien, según los rumores, amenaza con estrenar una revista de varietés en su pequeño estado–teatro, presentando como super–vedette a una especie de armario empotrado que pretende nada menos que convertirse en la heredera de nuestra llorada musa Grace Kelly.

Debo confesar que, desde hace años, esa especie de imposición dictatorial a la que nos vemos sometidos los que somos radioyentes, por parte de los directores de programa de manera inmisericorde, y que consiste en tener en nómina a uno o más sarasas inpúdicos, me puede acabar produciendo una úlcera de duodeno.

Si no me falla la memoria, todo empezó con la irrupción en las ondas de un super–¬plumerazo venezolano, mezcla de reinona de belleza y actor de culebrón, al que al parecer “adoraban” sus tele–radio–oyentes en su país. No tengo ni idea de quien fué la lumbrera que intuyó el éxito potencial que encerraba esta perla del Caribe, pero acertó de pleno. Un año después de que empezase a castigarnos con su prosa zarrapastrosa, se habían abierto las ventanillas de enganche del resto de las emisoras, y una cola interminable de batas de cola, y gacelas desmuñecadas daba la vuelta a la manzana.

Hoy en día, ocupan los más variados espacios temáticos. Si al descaro propio del género se le añade la desmesura y la osadía que las legiones de analfabetos que soportamos suelen exhibir en cualquier ámbito de la comunicación, el resultado sería asombroso sino fuera por que nos conocemos demasiado a nosotros mismos como para asombrarnos.

La crónica social (ojo al término) o del corazón o del tomate, es el terreno para el que parecen estar mejor dotados genéticamente. Y, aunque están empezando a invadir el territorio de la gastronomía, no se pierdan como curiosidad antropológica, los especialistas en “cultura”.

Están los que aconsejan con irritado distanciamiento, qué color de calcetines conviene ponerse para acudir a una conferencia al Ateneo. Estos pueden ser reaccionarios melancólicos que añoran las alegres fiestas del franquismo, con sus constructores de moratalaces y puertos deportivos o poseedores de licencias de importación de chocolates belgas y estraperlistas de penicilina.

Tambien los hay rojos(más bien carmesís)a quienes Castro les privó de sus palacetes coloniales y sus ingenios azucareros o cafetales en Santa Clara, pero que llaman fascista a cualquiera a quien no le guste “El combo de José Luis y sus furiosos rumberos”. Estos rojos son “cultos” por familia, y, como los reaccionarios, estuvieron de niños en Suiza. Son tan horteras los unos, en su babeante culto a Botticelli, al que tratan como una propiedad privada, como los otros en su devoción a Juan de Ávalos.

Las alegres comadres del teatro hace ya muchos años que colocaron las alambradas y miradores de vigilancia para impedir que alguien que “no entienda” pueda contaminar lo que es su exclusivo territorio.¿Qué decir del diseño de interiores? ¿O del gremio de anticuarios? Cualquier intromisión, ya sea por descuido, es considerada hostil por definición, y toda esa potencia corporativa que constituye uno de nuestros rasgos más definitorios, se pone en marcha automáticamente para excluir al intruso.

Cuando la humanidad parecía caminar hacia la integración de cualquier diferencia, por el simple método de reducir esas diferencias a su verdadera naturaleza, es decir, al plano de lo privado, y liberando de esta manera a la comunidad de conflictos estériles, de improviso, como secuela inesperada de la “lucha anticolonialista” y en medio de los delirios diferenciadores de regiones, razas, sectas, clanes, géneros y especies vegetales, aparecieron los sarasas como movimiento revindicativo.

O sea, que si eramos pocos parió la abuela.

Pero asi están las cosas. Ya he dejado de fumar porque se me recomendó desde instancias inapelables. Vale. Pero desde la inalcanzable altura de mí innegociable desobediencia advierto y prevengo contra todo intento de colocarme cualquier murmullo seductor con olor a Varón Dandy.

¡Estoy en guardia y seré implacable!

¡Estais avisados!

1 comentario:

  1. Tienes mucha razón, España es el pais de las extra-vagancias además de la vagancia y la divagación. El día de San Juan me pilló en la plaza del Dos de Mayo. Unos tíos montaron una hoguera vinieron los bomberos y la policía, pitos, aplausos, y faltó sólo la venta de pipaaas caramelooos, chicles. Para mí el origen de la palabra "sarasa" es un misterio porque es un apellido navarrico y yo le tengo mucha simpatía al chofer que le salvó la vida a mi abuelo, que se apellidaba así.
    Los lobis necesitan generar noticias para darse importancia y justificar sueldos. Matrimonio, viene de matriz o de madre y, aunque sólo sea por respeto al idioma, debieran llamarse ese tipo de uniones de otra forma. De todos modos, no me preocupa en exceso el tema, el nombre puesto aparte. Lo que no me gusta es el supuesto "derecho a adoptar", que es un asunto bastante más grave.

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