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lunes, 17 de enero de 2011

La fiebre sube al Magreb

Una pequeña multitud de chicas tunecinas ha decidido recibir a Rached Ghannouchi en bikini o minifalada, con la sana intención de irritarlo, mientras que la situación es, como mínimo, confusa en la parte más urbana del pequeño país magrebí.

Y ¿quién es este caballero cuya vuelta al país ha incendiado las llamadas redes sociales de Tunez? Veamos. Según las fuentes consultadas el llamado Rached Ghannouchi es un destacado miembro de la Conferencia Episcopal islamista, con una carrera muy interesante. Empezó haciéndose miembro de una asociación de predicadores de origen indio, la Djama’at al-tabligh, que pretendía que los fieles del islam en la India dejasen de mezclar sus hábitos culturales indostánicos para reducir su actitud al islamismo estricto y puro, mediente una interpretación literal de la doctrina de Mahoma.

Pasó por un período nasserista en Egipto y, despues de estudiar en diversa universidades de Oriente Medio acabó recalando en París, donde perfeccionó su francés en la Alianza Francesa. Mira tú… como yo mismo. Pero la vida de este alevín de jihadista empieza a ser interesante cuando, vuelto a Tunez, funda con otros cofrades el MTI, Movimiento de la Tendencia Islamica, haciéndose elegir presidente. Con el admirador de Mussolini, Bourguiba, lo lleva francamente mal y acaba siendo condenado repetidas veces, la última a cadena perpetua. Cuando cae el dirigente populista, el presidente que lo sustituye, el nota que acaba de salir pitando con las alforjas llenas, Zine el-Abidine Ben Ali, le concede el indulto en el ’88, y, aunque se muestra muy reconocido al nuevo boss, cuando pretende legalizar el MTI, le dan con la puerta en las narices. Se larga a Alger exilado, y acaba en Londres, predicando. Le prohiben la entrada en muchos países y de España, en Marzo del ’95, es expulsado cuando pretendía dar una conferencia en Córdoba con el bonito y sugerente título de “El Islam frente a la modernidad”.

Y, ¿a que viene toda esta paliza?¡ Ojo a este personaje! Vereis, hace unos años participé en un proyecto para el desarrollo turístico integral de Argelia. Por primera vez en mi vida tuve informacion de primera mano de la realidad de un país del magreb, más allá de la bazofia de revistas como Jeune Afrique y compañía, financiadas por la antigua Unión Sovietica a través de ese nido de malicia que es la Unesco, y uno de cuyos residuos actuales es Le Monde Diplomatique, de D. Ramón Chao, castrista emérito, además de padre de ese cantante prodigioso que anima festivales de la ETA y que se hace llamar Manu Chao.

La realidad de un país muy rico como Argelia, con una tasa de paro juvenil que alcanzaba en aquellos años ’90 al 70 % de una población menor de 30 años, que, a su vez, representaba el cuarenta por ciento de la población total, no daba para hacerse muchas ilusiones. La situación explosiva de aquella sociedad, controlada por una minoría altos grados militares (walides), que se habían repartido el país en pequeños reinos semi-independientes, corruptos hasta límites increíbles, hacía prever el desastre en cualquier momento. La irrupción del GIA y otras bandas de degolladores religiosos,que dejo más de 300.000 asesinatos, en su siniestro juego del escondite con los asesinos profesionales del ejercito, impidió, en mí opinión, la llegada de presiones sociales suficientes para forzar una apertura del régimen. Regimen que se vió respaldado por una buena parte de la población, en su pucherazo para elegir al general-cacique Zerual, cuando los fundamentalistas ya habían ganado las elecciones. La esperanza se fué al garete, así como el proyecto en el que yo estaba trabajando.

Pero desde aquella época sigo observando con curiosidad esa caldera a presión que son Marruecos, Argelia y Tunez. Libia es un caso completamente diferente.

Tunez también era otra cosa, porque el caudillo Bourguiba, una mezcla de Mussolini, Ata Turk, Nasser y De Gaulle, en una bonita amalgama compactada con la argamasa del autoritarismo, había modernizado el país, ya me entiendes, y se oponía a toda clase de fundamentalismos a los que sabía que había que atar corto; como en Egipto habían hecho con los Hermanos Musulmanes. Por el lado de la corrupción, sin embargo, no se tienen noticias de nada escandaloso por parte de Habib Bourguiba. Cuando es derribado, su derribador, Zine Ben Ali, que ya había adquirido experiencia con él, conserva casi intactas las productivas costumbres dictatoriales, pero sin dejar de barnizar la realidad con una modernidad muy apreciada por los millones de occidentales que visitan anualmente el país. Así y todo, el país posee una singularidad muy significativa frente al resto de los países vecinos y es que en Tunez se ha desarrollado una clase media notablemente educada, y a la que la centraliadad y la corrupción del sistema ha cerrado el paso a sus espectativas. No es por casualidad que el joven, cuyo suicidio ha desencadenado los actuales acontecimientos, fuera un diplomado universitario que desarrollaba un trabajo manual, y cuya situación ilustraba perfectamente el grado de frustración reinante entre los jóvenes.

La caldera a presión del magreb vuelve a tener los manómetros en rojo. Sobre todo por la falta de esperanzas que esos regímenes, para los que el final de las tiranteces geoestratégicas de la guerra fría ha dejado sin coartada ni sosten económico, no saben y no pueden remediar, y porque la propia dinámica del poder corrupto y dictatorial les cierra sus propias salidas y ese poder solo se sostiene mediante una incesante huída hacia delante.

La irrupción del clérigo Ghannouchi no va a relajar la situación, precisamente, y una vez más es posible que una embestida de los uniformados pueda llegar a parecernos la menos mala de las salidas posibles. Seria una vergüenza.

Una vez más.

1 comentario:

  1. Muy oportunos tus comentarios y sobre todo tus datos. El fracaso de las sociedades islamicas me recuerda, por lo grave y profundo, el de las sociedades hispancias. Algun dia habra que estudiar el tema en serio. Tu ya vas dando unas pinceladas. Lamento seguir con teclado sin acentos ni enie

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