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jueves, 13 de enero de 2011

Un fascista llamado Montesquieu

A partir de la constitución inglesa de 1688 y del Bill of Rights de 1689, Montesquieu y sus colegas ilustrados inspiraron, entre otros, el artículo X de la constitución francesa de 3 de septiembre de 1791, promulgada dos años después de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y que dice asi : “Todo ciudadano tiene el derecho a tener armas en su casa y a servirse de ellas”. El espíriu de esta ley se basaba en la necesidad de que los ciudadanos asumiesen la responsabilidad de la nación individualmente, por primera vez en su historia, y se mantuviesen atentos y vigilantes en su defensa, frente a los enemigos exteriores; y, así mismo, frente a aquellos compratiotas, incluído el Rey, depositarios de la voluntad popular, a los que se confiaba el poder del estado.

Hoy en día, los republicanos dry–martini que nos rodean, considerarían al filósofo de la luces, en el caso dudoso de que hayan oido hablar nunca de él, como un peligroso fascista próximo a las posiciones imperialistas de los EEUU, ya que en la própia constitución de ese país se instituyó, años antes que en Francia, una Segunda Enmienda que consagra idéntico derecho.

La otra noticia del regreso de vacaciones fue el tiroteo de Tucson(Arizona,USA). Y como una maldición bíblica, ya tenemos la sempiterna tabarra de presentar, como una causa axiomática del hecho, esa famosa (y desconocida para el 99% de quienes la esgrimen) Segunda Enmienda, que sanciona, hasta el día de hoy y al contrario de Francia en la que se modificó, el derecho de todo ciudadano a poseer armas.

Este asunto de las armas, que no interesa mucho a casi nadie, es, sin embargo, un tema con un perfil muy significativo si lo referimos a la problemática relación del hombre y su libertad. En efecto, cuando ocurre un hecho dramático, como el de Tucson, se suele escuchar mayoritariamente un análisis que, aparte de otras consideraciones, posee dos elementos que están presentes, sin excepción, en casi todos los demás debates relacionados con la libertad individual.

El primero es la criminalización fulminante de quien se atreve a reclamar sus derechos individuales; el segundo es el anuncio del apocalipsis garantizado, en el caso de que sean atendidas sus peligrosas demandas.

El primer argumento esgrimido será, en el caso de las armas, que estas han sido creadas para matar; luego, todo aquel que tenga un arma en su poder tiene la intención de matar a su vecino y lo hará, antes o después. O sea, que todo ciudadano es un agresor en potencia, al que hay que privar de cualquier medio con el que pueda realizar sus instintos ontológicamente asesinos. Salvando las distancias, el fumador es otro ser peligroso por razones parecidas. Y a ambos hay que protegerlos de sí mísmos, para salvaguardia de la comunidad.

El apocalipsis anunciado por los profetas de lo peor, describirá un mundo de destrucción mutua garantizada, en el momento en que el mencionado derecho se generalice (como todos los derechos democráticos), aportando para su argumentación los ejemplos que aparecen de vez en cuando, lamentablemente, como el mencionado más arriba.

Resumiendo, esto de la libertad es un asunto muy peligroso. Así que mejor la limitamos a su mínima expresión, o si me apuras, mejor aún, la suprimimos radicalmente. En los totalitarismos, salvo por la delincuencia ideológica, las cifras de delitos violentos es ejemplarmente escasa.

Claro que la característica más significativa que exhiben esos totalitarios inconscientes, en su fobia de la libertad individual, es la ausencia de cualquier actitud crítica o analítica de la realidad, basada en un mínimo conocimiento de la materia, de los datos reales del problema, y de la consideración del ser humano como ente responsable, y por lo tanto libre.

Por ejemplo, sería interesante saber como responderían a la siguiente pregunta : si en una sociedad similar a la nuestra, como Suiza, hay distribuidos entre la población, desde hace décadas, 400.000 fusiles de asalto(el número total de armas en poder de particulares es superior al de automóviles) ¿Para cuando la hecatombe? De igual manera, me gustaría saber que responsabilidad atribuyen al dueño de las armas con las que se llevaron a cabo matanzas recientes en Zoug(Alemania), o en Columbine(EEUU), ya que en ambos casos esas armas no fueron utilizadas por por quienes las había adquirido legalmente.

Si tomasemos en consideración la habitual condena–sinecdoque de estigmatizar a 10.000 poseedores de armas por el crimen de 1 psicópata, tendríamos que cerrar todos los restaurantes del país ante el primer brote de legionela.

Pero vayamos más cerca del núcleo de la cuestión. Se suele manejar la proporción de 1 arma legal por habitante en los USA. Pero, por muy alta que sea la tasa de muertes por arma legal (respecto de crímenes perpretados por armas ilegales, doy por hecho que no somos tan imbeciles como para amalgamarlo todo) en ese país, y si la relacionamos con la proporción de licencias mencionada, no creo que esa proporción esté muy alejada de la que relaciona el número de permisos de conducir en España con los 5.000 muertos anuales, de media, que padecemos en los últimos tiempos. ¿A alguien se le ha ocurrido pensar en restringir los permisos de conducir a las solas instituciones del estado, en vista, no ya de su potencial peligro, sino de sus reales y trágicamente garantizadas consecuencias?

La criminalidad violenta en nuestro país se ha incrementado en los últimos años de froma inquietantemente proporcional a las cifras de inmigración procedente de ciertos países, que han padecido un violento pasado reciente. Y no solo han aumentado cuantitativa sino cualitativamente. Esto es, con presencia de bandas delictivas con claros rasgos paramilitares, tanto en sus medios como en sus tácticas. ¿Estamos seguros de que la evolución consecuente de los medios represivos del estado es capaz de arrebatarles la iniciativa a los malos?

Si aceptamos el sacrosanto principio de Max Weber sobre el monopolio de violencia por parte del estado, deberemos exigir que esa violencia, financiada por todos nosotros, nos proteja de los agresores a todos por igual. Ya. Pero, si con un simple cálculo llegamos a la deducción de que eso es imposible, la pregunta es: ¿Y si soy yo mismo parte de ese 35% de la estadística, a la que no alcanza dicha protección? Lo pregunto, sobre todo, porque resulta que no dispongo más que de una vida. Es decir, que el pago de mis impuestos, en términos de seguridad, es, más o menos, como la compra de un décimo de la loteria. A lo mejor resulto protegido, o a lo mejor no.

Y lo peor es que, si se diese la lamentable circunstancia de que tuviese un arma legal a mi alcance, en el momento en que unos sujetos a los que no invité, entransen en mi casa y me pareciese A MÍ que me amenzaban gravemente, así como en un país como los USA, una acción de rechazo de esa agresión con un arma, solo necesitaria un informe de la policía y unos testigos para que ni siquiera se abriese el caso, en el nuestro, tendría que oir pasmado como un fiscal trataba de demostrar que los medios empleados habían sido desproporcionados a la agresión. Y esto es así porque algo hay que medir, en un juicio. Actitud del agresor; clase de arma empuñada por el mismo; valoración del estado de enajenación del delincuente, etc.

Lo único que no medirían nunca es lo único que, en realidad, habría que medir. Pero eso… es imposible.

Sería mi miedo.

3 comentarios:

  1. Querido amigo y tocayo, disculpa pero estoy en un internet sin acentos ni enie. Veo que sigues erre que erre confiando en esa vieja droga llamada libertad, de la que uno es yonqui, con permiso de Vd. Me encanta tu referencia, que desconocia, a Montesquieu.
    El problema de las armas no son los principios, ni siquiera las leyes si me apuras, sino la estadistica siquiatrica: si pch es el porcentaje de chiflados y ppa el porcentaje de posesores de armas sobre una poblacion N, podemos inferir (pch.ppa).N = numero probable de chiflados armados. En Suiza para hacer la mili te hacen examenes siquiatricos, y hacen bien. Si ven que se te aparece el Gran Pitufo y te encomienda acabar con todos los alienigenas disfrazados de Gargamel que usan camisetas del Madrid, a lo mejor no haces la mili, y no te encomiendan el precioso fusil de asalto.
    La conveniencia de dejar armas a la gente tiene que ver con los niveles de educacion y la propension a utilizarlas. Imaginate que dieramos permiso para usar armas en Espania y casualmente solo las compraran vascos nacionalistas o moros neocalifales. A mi me preocuparia...

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  2. Mal asunto ese de dejar en manos de alguna"autoridad"la decisión de quién y quién no puede gozar de un derecho. Y ¿para qué contarte lo de establecer criterios de dosificación de la libertad?
    No sé cuanto tiempo necesita una sociedad para llegar a ser simplemente Suiza. Pero cuanto antes nos pongamos en camino mejor. Y, ojo, ese camino se recorre sin grandes dificultades cuando el personal QUIERE ser libre. En el caso contrario (que es nuestro caso)lo bueno es que ni siquiera se plantea el problema.
    Y tan ricos.

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  3. En effet, ¿para qué pensar si se puede obedecer? Fíjate que tampoco podríamos confiar en siquiatras independientes porque al final el Gobierno crearía un Gran Consejo Psiquiátrico cuyas reglas elaborarían Rubalcaba y la Pajín y llegaría a la conclusión de que los posesores de armas con mayor propensión a utilizarlas serían casualmente los votantes del PP. Ya lo dijo el alcalde de Getafe, si ser votante del PP = ser gilipollas (por usar su bello epíteto) y la gilipollez es una forma de locura, se demuestra por tanto que todo votante del PP es un asesino en potencia.
    Al final tendré que darte la razón...

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