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miércoles, 13 de octubre de 2010

¡Menuda tropa!

Menuda tropa…

Una de las cosas (no son muchas eh!) que me hicieron derivar desde mi anarquismo utópico hasta mi actual situación de anarquista viable, fue la reflexión sobre el concepto de Ejercito Nacional o, si os entra un sarpullido al oír esa denominación, común en casi todos los países civilizados, puedo usar el eufemismo a la moda de Fuerzas Armadas.

Esa institución que acompañó como pieza fundamental al nacimiento del concepto de nación, en las postrimerías del siglo XVIII, representaba entonces otra novedad histórica para los alborozados seres que acababan de convertirse en ciudadanos, y suponía el derecho y la obligación de todos a participar de la defensa de su recién estrenado estado democrático. Pero bueno… supongo que esto es bien sabido por todos vosotros, cultos e instruidos lectores.

Sin embargo, la posterior embestida de las “ideologías emancipadoras”, que trajo consigo ese inventó del saco de malicia marxista que se denominó la “masa”, trataron, y tratan aún, de demolir aquel concepto ilustrado, que alumbró un buen día la cultura burguesa. Esas ideologías reaccionarias (de “reacción” contra lo nuevo), tratando de derribar al estado burgués, se encontraron con la respuesta defensiva de este, llevada a cabo con los medios previstos para ello, esto es, con el Ejército del Estado. Recordad los hechos de La Commune, etc.etc. Nunca se lo perdonaron.

Hoy en día, los burgueses que más se aburren permanecen incansablemente complotando contra ese estado burgués, y su ejército. Ellos sabrán (o no…) el porqué de su mala conciencia.

Y de aquellos polvos vinieron estos lodos. El Ejercito Nacional no es el ejército de una estado dictatorial o totalitario. Esos son ejércitos privados de los dictadores o tiranos. Por eso, cuando llegó la normalidad a este país, tuve que revisar mi postura con relación a él, y a todas las instituciones que habían estado secuestradas por Su Excremencia.

Pero como los españoles padecemos un síndrome de guerra civil, que llevamos pegado al culo como si nos hubiéramos sentado sobre un chicle, a la tradicional tabarra occidental de antibelicismo, antimilitarismo y pacifismo, le añadimos nuestra peculiar coñazo de la amalgama franquismo/ejército.

Antes de que el Ejército se convirtiera en una profesión a todos los niveles, aparecieron modalidades de “servicios atenuados”: objeción de conciencia, religiones pacifistas como los Testigos de Jehová, insumisos etc. Ninguno de ellos me pareció legítimo en absoluto. ¿De qué conciencia objetaban?¿De la conciencia ciudadana?¿ Qué significaba ser pacifista?¿Tolerar, sin mover un dedo, que se agrediese a tus semejantes?¿De qué se era insumiso?¿De las leyes que regulan la libertad de todos?

Cuando yo hice el servicio militar (en el ejército privado del Caudillo y de la mayoría de mis cómplices compatriotas) el servicio más incómodo de todos eran las guardias de imaginaria. Te despertaban a la tres de la madrugada y te tirabas dos horas, despierto y con el correaje puesto, mientras el resto de la compañía planchaba la oreja.

Más tarde, cuando reflexionaba sobre todo esto, tuve la sensación de que ese servicio, precisamente, simbolizaba mejor que nada lo que ahora yo entendía que significaba el Ejército. Cada ciudadano se responsabilizaba, durante un período de su vida, de que sus conciudadanos duerman tranquilos. Y la experiencia de asumir esa responsabilidad podría constituir además, para el recluta, la mejor lección práctica sobre su condición de miembro de una comunidad de derechos compartidos, como es una democracia.

Si nuestro Ejército sigue estando sometido a una sospecha moral permanente, es nuestro sistema el que está puesto en cuestión. Y la contumaz actitud al respecto, que nuestras actuales autoridades mantienen, con su “recalificación” del propósito de las Fuerzas Armadas como misiones “únicamente” de paz, (como si alguna vez un ejercito de una sociedad democrática hubiese tenido otra finalidad que la de alcanzar la paz, luchando por ella contra los adversarios de la misma), tratando de que aparezca como una especie de ONG y omitiendo de forma premeditada su vocación de instrumento de violencia legítima es, cuando menos, una actitud cobarde por su parte en cuanto no declara abiertamente su secular y enraizado rechazo de las mismas.

La historia de ese rechazo es larga y hunde sus raíces en la guerra fría. Entonces, los partidarios de esa posición, se mostraron indefectiblemente partidarios de los dictadores y los sistemas totalitarios. En Corea, en Argelia, en Viet-Nam, en Cuba, en las Malvinas, en Irak, en Israel…Nunca se dio el caso, en la historia posterior a la aparición del estado democrático, de que dos estados con ese sistema se hayan enfrentado en un conflicto armado. Siempre ha ocurrido esto entre una dictadura, o un estado totalitario, y una democracia. Pero ellos siempre se han mostrado partidarios del malo, o sea, del adversario de la democracia; ya fuera esta defendida por los USA o por cualquier pais occidental.

…O sea, en contra de los defensores de la democracia. O sea, en contra de la democracia.

1 comentario:

  1. Fíjate, querido Saco de Sapiencia, que en realidad en España no ha habido un verdadero ejército nacional más que entre 1909 y 1998 (no me hagas demasiado caso con las fechas) es decir, un ejército con servicio militar obligatorio para TODOS. Leyendo a Puell de la Villa se entera uno de qué poco interés tuvieron antes las élites en hacer la "mili", un invento que realmente se asentó durante el siglo XX, y los mismos que opinaban sobre España y sobre si una guerra era deseable o no, pagaban para no rendir el servicio de las armas... Un ejército en que había soldados de cuota que cobraban por sustituir a otros, no era "nacional", era otra cosa, "estatal" o "español" pero para que fuera "nacional" creo que era indispensable que todos estuvieran llamados a servir en él. El tema de la historia del Servicio Militar es apasionante porque revela nuestras enormes contradicciones, esas mismas que tú subrayas y muchas más.

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