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sábado, 25 de septiembre de 2010

la oveja descarriada

A pesar de que mi amiga Catherine goza de una legendaria reputación de generosidad y “bien recibir”, justamente adquirida entre sus amigos (mamíferos bipedos, pero también felinos domésticos),no era de esperar que el conocimiento de su bondadosa actitud hubiera llegado a extenderse por latitudes inexploradas como ocurrió, a juzgar por el entusiasmo con que un inesperado visitante se ha presentado ante su morada y se ha instalado con toda naturalidad en su jardín encantador.

Si señor. Una oveja merina venida a menos - como es de rigor por los tiempos que corren- , mostrando una noble y distinguida indiferencia, pasó a espaldas de nuestra afitriona preferida, con una leve inclinación de la testud a guisa de saludo, mientras aquella se relajaba en el jardín enfrascada en la lectura de un libro.

Cuando la señora de la casa levantó su mirada de la lectura para observar a tan sorprendente visitante, sus ojos tropezaron con unos bovinos cuartos traseros que presentaban una lamentable asimetría en cuanto a su tocado lanar. La cosa no favoreció una corriente de simpatía inmediata. Todos sabemos que la seducción depende siempre, en un primer momento, de la primera impresión estética.

Aquel ser, que a pesar de su lamentable aspecto se puso a pastar con gran dedicación las hierbas que tapizaban un rincón del jardín, demostraba que, o bien era alguien poco sensible al aspecto exterior (actitud muy frecuente entre los intelectuales, por otro lado) o bien simplemente se creía invisible.

Esta segunda parte de la desagradable alternativa pareció ser la más plausible, a ojos de mi amiga, ya que su actitud resueltamente dirigida a la expulsión inmediata del intruso no pareció afectar demasiado a este, que con su indiferente mirada trataba de mostrar que no sólo era invisible, sino que además era ciega y sordomuda. Astuta estrategia muy comun entre casi todos los gorrones.

Puestas así las cosas, y teniendo en cuenta que en aquella casa viven dos personas, y que no tienen exactamente los mismos criterios en cuanto a la acogida de seres irracionales, mi amiga optó por evitar en lo posible que aquella poco encantadora oveja acabase saliendo por algún sitio que no fuese la puerta.

Decidió pedir ayuda externa. Acordándose de que vive en un pais en el que avanzamos a pasos agigantados hacia la consecución de otro título mundial: el del País Más Sosteniblemente Ecológico del Universo, no dudó un segundo en acudir telefónicamente a un organismo siempre vigilante y atento a los problemas medioambientales y otros: ¡EL SEPRONA!

Ese organismo, que está soportado por la Guardia Civil, entre otras benéficas labores se ocupa de impedirnos a los winsurfistas el perpetrar nuestra nociva actividad en los pantanos de Madrid, bajo sanción de 500 euros. ¿Quién mejor entonces que él para ocuparse de nuestra oveja, ahora que ya no quedan navegantes impertinentes que sancionar?




¡Ay amigo mío…! Nuestra ilusionada heroína no contaba con un inconveniente insalvable : ¡ LA INCUMBENCIA !

Curioso término este de la “incunbencia”. Moliner lo define como : “Acción, función etc., que corresponde a determinada persona: “Eso no es incumbencia mía.” ¡Asombroso! CORRESPONDE a determinada persona (u organismo, se supone), pero el ejemplo que figura en el diccionario es la ACEPCIÓN NEGATIVA del término… ¿Porqué será? ¿Será porque el criterio del diccionario obedece a escoger la más FRECUENTE de sus utilizaciones?

Pues bien, el SEPRONA, fiel a Moliner, respodió a la demanda de mi amiga en términos inequívocos : “ Señora, eso NO es de nuestra incumbencia. Llame usted a la policía”

De nada sirvió que jurase que la oveja, no sólo no iba armada, sino que se mostraba más bien pacífica. Nada. ¡A la policia! Y la policía de Malaga asombró a mi amiga por la simplicidad y la inmediatez con la que hallaron una solución infalible: “ Abra usted la puerta de su casa, y que se vaya”.

Cuando nuestra amiga les declaró la poca disposición que el animal demostraba a alejarse de los pastos de jardín, la respuesta fue tajante: “Eso señora, NO es incumbencia nuestra”. Al insistir en que, en el improbable caso de que convenciese al animal de que podría haber pastos más jugosos en otro lugar, el problema podría complicarse si provocaba un accidente en la vía pública, los abnegados agentes declararon terminantes: “En ese caso, SI sería de nuestra incumbencia”.

La oveja, que actuaba como si estuviera al corriente de todo esta movida, y hasta esbozaba una sonrisa entre satisfecha e ironíca, siguió pastando a sus anchas todo el fin de semana.
El Lunes, Catherine llamó a la oficina de la urbanización (cara urbanización, por cierto), donde le aclararon que a los empleados de los servicios NO les incumbía un tarea de esa índole :” Llame usted a la Perrera Municipal”

En la Perrera Municipal, en la que diligentemente empezaron por pedir los datos de identidad de mi amiga -cosa a la que se negó, previendo posibles complicaciones ulteriores- declinaron, en ese caso, ni siquiera escuchar el problema.

A todo esto, al obstinado animal debió empezar a aburrirle la situación, en vista que no se montaba el pollo previsto en sus malvados planes, y empezó a dar signos de buscar una salida. Mi amiga como buena normanda que es, se acordó del lenguaje con el que se relacionaba, de niña, con las vacas, y consideró que tal vez tratando de disimular su acento francés, y adaptando el “Meuh. Meuh” vacuno al “Beeh,Beeh” bovino, podría hacerse seguir por su intrusa hasta los pastos naturales próximos a su casa, de donde sin duda se había fugado la interfecta en su búsqueda de un poco de marcha en su aburrida vida de oveja.

Y lo consiguió. La oveja, mientras se alejaba hacia los pastos, volvió la testud y a Catherine le pareció ver una mirada comprensiva… pero, en cuanto volvió de nuevo la cabeza al frente se escuchó una carcajada apenas contenida.

1 comentario:

  1. Quién sabe, quizá aquella oveja descarriada era en realidad Zeus encarnado que pretendía ligar con tu amiga.
    Lo de pasarse la pelota unos a otros es una gran especialidad nacional. Recuerdo en un foro en el que participé la discusión competencial Estado/Comunidades Autónomas en que se insistía acerca de la competencia del Estado sobre las aguas territoriales y la de la Comunidad Autónoma de turno sobre el subsuelo marino. Mientras los teóricos discutían, los cazatesoros devastaban nuestro patrimonio subacuático porque los pecios están en parte en las aguas territoriales pero reposan en parte en el subsuelo marino.
    Quizá la solución al problema hubiera sido ejecutar la oveja y asarla, pero sin duda hubiese generado problemas insondables y una penosa digestión, que era merina y no churra. ¿No te has preguntado, tocayo, por dónde andará ahora la ovejita?

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