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viernes, 3 de diciembre de 2010

El Tomate cósmico.

Cualquier día de estos, alguien nos anunciará entre estridentes toques de trompetería triunfal que, como dijo aquel ins–Pirado ministro franquista, : “Tras largos años de permanencia al borde del abismo, acabamos de dar un definitivo paso adelante”.

El galopante deficit intelectual que avanza paralelo al económico en el mundo occidental, acaba de recibir un empujón inesperado, que no por poco novedoso deja de alegrarnos esta vida nuestra ávida de primicias.

El rumor; esa indispensable componente eterna de la vida de los españoles, y que, en su vertiente “positiva”, conseguía compensar un poco las chafarderas manipulaciones de la información de la dictadura de Su Excremencia, una vez establecida la democracia, encontró su verdadero espacio conceptual en las crónicas de culos, tetas y cuernos. Estos “formatos”, como se dice ahora, son expuestos con primor en unas emisiones televisivas que, con planos cortos sobre las risueñas caries dentales de los horteras estabulados en las gradas, satisfacen las carencias emocionales de nuestros castizos conciudadanos.

Y, de pronto, los principales periódicos de nuestra mediocre mediocracia, reunidos en un “pool” monopolístico, se han hecho clientes exclusivos de la recientemente creada Recicladora Multinacional de Basura Mediática; la cual ha emprendido su boyante negocio bajo el pomposo nombre, de resonancias vulgo–enciclopédicas, de WikiLeaks.

En los años de la guerra fría, los malos se partían la panza de risa cada vez que verificaban su teoría de que la libertad de expresión era una de las pruebas más evidentes de la debilidad del sistema democrático occidental. Efectivamente algo de razón tenían, ya que este se autosaboteaba, de la mano de unos intrépidos reporteros de “investigación,” los cuales publicaban, con incrementos siderales de tirada, cualquier trapo sucio de sus respectivos gobiernos.

Como ante cualquier ataque al sitema, los tontos útiles como yo, experimentabamos un éxtasis de satisfacción al enterarnos de semejantes “revelaciones". Síntoma inequívoco de la patología masoquista que padecimos durante años, al creer confirmar con esos reportajes la maldad canallesca implícita en nuestro estilo de vida. No puedo precisar cuando me he curado de esa dolencia, pero al día de hoy, constato desolado su terquedad epidémica en el entorno.

Esa Casta de feroz corporaritivismo que son los periodistas, están actualmente babeando ante un “fenómeno” que puede tener de todo, menos de periodismo. De hecho su autor, hoy en día en los altares, ni es periodista, ni siquiera paga a algún corrupto : roba simplemente las pestilencias que ofrece. Es un hacker. O sea un pirata. Un delincuente cibernético. Pero como siempre en este país, la popularidad nunca se ha acercado a los gabinetes científicos, por ejemplo. Eso no vende. En el cuadro de honor del interés popular siempre hay un hueco distinguido, reservado para el último émulo de D. José María “El Tempranillo” o de “El Dioni”.

Lo que está claro es que este sujeto satisface al nicho insaciable de la demanda de carroña política y, 1) ya debe estar forrándose, vendiendo esa chatarra de archivo; 2) pronto narrará su fabulosa aventura cibernética en un best–seller garantizado; y 3) seguro que alguien está ya escribiendo el guión de una superproducción en technicolor, con Leonardo Di Caprio en el papel de Julian ”Vulture” Assange .

Hoy percibía en la radio la espectación creada y sentida entusiásticamente por las diversas ideologías periodísticas presentes, ante la posibilidad de empapelar, nunca mejor dicho, al Fiscal General del Estado. No por el affaire del bar Faisán (no caerá esa breva) sino por sus implicaciones en la presunta demanda de encubrimiento del caso del periodista José Couso por parte de la Embajada Americana, y reveladas por nuestro Robin Hood de la infobasura.

Como recordareis el cámara de TVE Couso resultó lamentablemente muerto en Bagdad, en el curso de la batalla por la conquista de esa ciudad, durante la guerra de Irak.

Este desdichado periodista sufrió la misma suerte lamentable que una larga lista de compañeros, a lo largo de la historia de los conflictos armados, desde que la prensa informa en los campos de batalla. Son los riesgos que conlleva un peligroso trabajo como el suyo. Pero las especiales circunstancias políticas de la participación de España en aquella guerra, propiciaron un ambiente tal, que cualquier hecho directa o indirectamente relacionado con la misma era sectariamente utilizado en la lucha política sin el más mínimo escrúpulo.

Y ese fue “el caso de José Couso”. La irresponsabilidad y falta de ética profesional que se observa aún en un caso como este, es repugnante. Nadie se molestó en valorar las circunstancias en las que se produjo el hecho. En un combate. En un combate callejero; el más mortífero, según la opinión de los expertos en conflictos armados.

Una silueta agazapada en un balcón con un artefacto sobre el hombro (a trescientos metros una cámara no es necesariamente una cámara). Un carro de combate que tiene como misión limpiar de nidos de francotiradores el area, antes de la llegada de los combatientes a pie. Un tripulante con 190 pulsaciones por minuto, que teme más que a nada ser enfilado por un posible lanzagranadas, única arma a la que es vulnerable. Y , finalmente, salta la alarma de un posible emboscado en un balcón a trescientos metros. Después, la tragedia.

¿Qué creían esos “compañeros”, que lo más cerca que han estado de un frente de batalla ha sido viendo películas bélicas con un cucurucho de copos de maíz en la mano, que el jefe del carro iba a convocar a sus tripulantes en asamblea para evaluar el objetivo?

Pero el asunto no era que había muerto un periodista. El asunto era que se trataba de la guerra de Aznar. E incluso periodistas de tendencias no socialistas, en este caso, dejaron destilar ese, al parecer, indeclinable espíritu de cuerpo que oscurece todo rastro de espíritu crítico. Cualidad esta que se supone debe constituir la primera virtud del periodista.

Evidentemente el tanquista era del bando de los malos de la película. Película en la que además el bueno, que seguro que lo era, no era un combatiente. Y, por si fuera poco, estaba grabando desde el lado de los buenos. A su compañero Anguita, muerto en un transporte de tropas americano, no se le supuso vìctima de nadie. Claro. Trabajaba desde el bando de los malos y los causantes de su muerte disparaban desde el lado de los buenos.

O sea que seguimos en lo de siempre y la “levantada de alfombra” de WikiLeaks se produce en nuestro lado. El lado de los malos. Otra vez.

Se leen por internet análisis de todo tipo sobre este “fenómeno”. Incluso se habla de una campaña de destabilización de los EEUU propugnada por el própio Obama. Este sería, en realidad, un infiltrado que persiguiría la destrucción de su país. Delirante. Resíduos de una rídícula clase de nostálgicos paranoicos de la guerra fría que, como deben de padecer el Síndrome del Hermano Pequeño, consideran la actual situación interna y externa mucho menos divertida de la que “gozabamos” sus mayores, y tratan de maquillar con escenarios fantasmagóricos de papel maché un panorama de tensión internacional al que, para su desgracia y nuestra fortuna, le falta una URSS que llevarse a la boca para completar el “revival”.

Y, a propósito de la guerra fría, tal vez la pregunta pertinente sería, hoy como entonces: a todo esto, ¿para cuándo los Papeles de la Asamblea de Pueblo Cubano? ¿tendremos que esperar a la extinción de la dinastía de los Castro para saber quién mato a Camilo Cienfuegos? ¿qué incrementos del Pib cubano, correspondientes a los ingresos por tráfico de drogas, justificaron el fusilamiento de un chivo expiatorio personificado en el general Ochoa? ¿qué papel desempeñan los servicios de inteligencia cubanos en el negocio de la droga de los cárteles narco–guerrileros colombianos? ¿ o en las facilidades con que cuenta la ETA en el area?

Y esto solo por hablar de Cuba. Podríamos preguntar también por las implicaciones de los servicios secretos de Paquistán en el desarrollo de la bomba nuclear iraní, por ejemplo… Añadamos los archivos nacionales de la interminable lista de estados dictatoriales, caudillistas, mollahrquías y totalitarios que facilmente extraeríamos de entre la nómina de miembros “progresistas” de la ONU, y llenaríamos varias enciclopedias.

Ay amiguín, pero ese es otro cantar. En esos paraísos no se la agarran con papel de fumar. Todavía hay miles de archivos reservados, cerrados a cal y canto, en Rusia, veintitrés años después del derrumbe del tabique. Y fíjate si no habrá corruptos potenciales para intentar sobornar en la patria de la corrupción,... Pero allí, cuando alguien saca los pies del tiesto, acaba comiendo algo en Londres que le sienta pésimamente, traído expresamente para él desde un restaurante de la plaza del Kremlin. Entonces, ¿para qué arriesgar el pellejo si lo tenemos chupado con nuestras propias miserias, y que además son la munición preferida por los aguerridos combatientes de las guerras por el poder, que la pagan a precio de oro?

O sea, que la reciente Recicladora Multinacional de Basura Mediática no aporta nada nuevo. En realidad el invento es antiguo, y todo lo que cuenta ya estaba más o menos en la calle. ¿Cual es la clave entonces de su fulgurante éxito? Ninguna. Es algo automático. Algo que tenía que pasar. Es una “actualización”. Como todo.

En un mundo global, la bazofia debe ser igualmente cósmica.

Así de sencillo.

1 comentario:

  1. Tienes toda la razón SASASA (Sapientísimo Saco de Sabiduría). El tema de wikileaks es la locura al servicio de la traición. Ese chiflado ha hecho mucho daño y prueba de ello es que quien le ofrece asilo es el Ecuador de Correa. Ya va dando pistas...
    Y efectivamente, nadie nos cuenta lo que hacen los malos. Al último coreano que intentó traicionar la confianza de Kim Zong Il se lo comieron el mes pasado para celebrar el Genial Estornudo del Querido Líder (siempre que se acatarra Kim, el país se paraliza y queda pendiente de su salud; cuando por fin estornuda vuelven a circular los tranvías).
    Tu análisis del caso Couso es acertado; yo creo que no fue confundido con un tirador sino con un tío que lleva lanzagranadas porque tengo entendido que usaba una cámara de hombro, de esas que marcan con láser el objeto que están visualizando, y debió disparar todas las alarmas dentro del tanque, que hoy día esos cacharros tienen detectores de láser. Dime tú qué diferencia hay entre un lanzagranadas tipo Milán y una cámara de hombro... Pobre Couso, y pobres tantos periodistas a los que vuelan por medio mundo. A mí me conmovió la muerte de Mario Podestá, que hicier aquellas fotos tan bonitas a la Madre Teresa. Es una masacre lo de los periodistas gráficos, dentro de poco ya no habrá imágenes de ninguna guerra... Entre los campos de minas, el tiro enemigo y el tiro amigo, las fotos habrá que hacerlas con satélite.

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